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El último tour (James Ponsoldt, 2015)

26/01/2016
El último Tour imagen destacada

Las vicisitudes del autor

David Foster Wallace está considerado como uno de los novelistas más importantes de la narrativa americana de las últimas décadas. Cuando “La broma infinita” vio la luz por primera vez el año 1996, se convirtió en un éxito tanto de crítica como de público. En ella, Wallace (Jason Segel) hacía una crítica a la sociedad utilizando estilos tan dispares como la sátira, la novela posmoderna, la existencialista, o la ciencia ficción.

Este éxito llamó la atención de David Lipsky (Jesse Eisenberg). Es un periodista de la revista Rolling Stone que quedó atónito tras leer la novela a pesar de su incredulidad inicial al tratarse de un éxito de ventas. Y fue precisamente esta sorpresa lo que le impulsó a querer entrevistar al escritor. James Ponsoldt dirige ahora una adaptación de dicha entrevista a partir de un guión de Donald Margulies, quien se basa en el libro “Although of Course You End Up Becoming Yourself: A Road Trip with David Foster Wallace” (2010) de Lipsky sobre el tiempo que compartió con Wallace.

Jesse Eisenberg en El último tour
El último Tour, de James Ponsoldt

Drama basado en hechos reales

Es importante comentar que “El último tour” no se trata de un biopic o de una obra de tintes documentales sobre la obra del escritor. La película está planteada como una larga conversación en la que se debaten temas como el peso de la mediatización en la sociedad actual, sobre el título de autor y la imagen social que se desprende de él. También sobre el proceso de escritura, sobre la televisión, la tecnología y los vicios humanos. Por encima de todo, trata sobre las dificultades de ser autentico, sincero y genuino en una sociedad que etiqueta todo modo de vida o de pensar.

Porque si hay algo en lo que destaca Wallace es en sus esfuerzos por seguir siendo él mismo en su confrontación contra la popularidad. En su miedo en quedar reflejado como un simple títere del mito del autor. Sabe demasiado bien, y por eso siempre va unos pasos por delante de su entrevistador, que cualquier cosa que haga o diga puede ser distorsionada por el público y quedar sometido a infinidad de críticas.

Lo que se percibe en «El último tour» tras tantas reflexiones es un personaje que parece haber nacido en una época equivocada. Una figura tan solitaria como bondadosa, aunque con rasgos intratables producto de su propia inseguridad. Se suele decir que el mejor modo para conocer a un artista es a través de su obra. En esta ocasión lo hacemos a partir de las largas conversaciones de la película, porque además guardan relación con la “La broma infinita“.

Jason Segel en El último Tour
El último Tour, de James Ponsoldt

Jason Segel

Hay una cierta ironía en la misma existencia de «El último tour» al mostrarnos una encarnación de Wallace bajo el prisma de un actor, pues se podría caer en el error que escuchamos en la película sobre la caricaturización de su persona al quedarse únicamente con su imagen característica (el pelo largo, la barba mal afeitada, la bandana…) sin entrar en su lado emocional. Aunque ésta bien puede ser la primera impresión al ver a Jason Segel -la de un interprete disfrazado del escritor-, a medida que avanza la narración se observa el meticuloso trabajo del actor al dar autenticidad a la persona con un manto escéptico, depresivo, pero por otra parte sumamente generoso.

A pesar de dar vida a un personaje con rasgos asociales, lo que sale de su interior es una figura solitaria que teme tanto como ansia estar rodeado de personas. Es una vulnerabilidad emocional que deja vislumbrar la sensibilidad que encierra el escritor y que a duras penas puede contener. Por otra parte, puede que Jesse Eisenberg le toque hacer algo menos complejo, pero no por eso menos complicado. Su personaje es un tanto desagradable en tanto y cuanto le toca hacer tanto de amigo como de enemigo. Hace tanto de hombro sobre el que Wallace se apoya en alguna ocasión, como de periodista sediento de una exclusiva que empuja a su interlocutor a decir cosas sobre su vida personal y pasada que preferiría mantener en privado.

Jesse Eisenberg y Jason Segel
Jesse Eisenberg y Jason Segel

Salieri y Mozart

Afortunadamente, Eisenberg encuentra un punto atractivo en «El último tour» que hace que el personaje no resulte tan antipático. Permite que nos creamos la evolución de una relación con ecos iniciales a la de Salieri y Mozart, pero que termina con un entendimiento y aprecio mutuo más bien típicos de la hermandad. Al final, ambos conectan como las dos almas esencialmente quebradas que son en realidad. Y con esto, nosotros como espectadores también llegamos a empatizar con Lipsky.

El encargado del guión es Donald Margulies, quien consigue comprimir todas esas ideas en los 106 minutos de la película. Lo consigue construyendo a ambos personajes de un modo que los hace tan parecidos en unas cosas como distintos en otras. Consigue mantener el interés gracias a unos diálogos tan inteligentes como irónicos, y se evita la teatralidad gracias a un buen uso de diversas situaciones que amenizan el discurso. Tanto director como guionista aciertan al haber enfocado la película como una entrevista larga en lugar de tirar por derroteros sensacionalistas, melodramáticos, u otros recursos más bien propios del biopic. La película cuenta además con una partitura sorprendentemente introspectiva de Danny Elfman y un trabajo de cámara de Jakob Ihre, quien logra capturar los múltiples diálogos sin caer en la reiteración visual.

El último Tour, de James Ponsoldt
El último Tour, de James Ponsoldt

Una película muy interesante

El último tour” es finalmente una película sumamente interesante. Como suele pasar con obras de este tipo, llega a las pantallas españolas con un retraso inmerecido (la película se estrenó en Estados Unidos el verano pasado). Emociona sin entrar en la lagrima fácil. Divierte a pesar del tono melancólico, y resulta complicado no salir de la sala con una sensación de pesadumbre. En resumen, una película de visionado obligatorio.