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Yojimbo (Akira Kurosawa, 1961)

15/08/2015
Yojimbo imagen destacada

Oriente vs Occidente

El chambara, acá cine de samuráis, es un género que, igual que el western en los Estados Unidos, permite indagar en una parte histórica propia y única de su país, Japón. En esta ocasión, con «Yojimbo» el director Akira Kurosawa nos ofrece una historia enmarcada en el año 1860, cercana al fin de la etapa Feudal. En este contexto, un rōnin (un samurái sin amo) llamado Sanjuro (Toshiro Mifune) llega a un pueblo desolado en el que dos bandas rivales están enfrentadas para hacerse con el control del territorio. Viendo la situación como una oportunidad para sacar provecho, el samurái se presentará ofreciendo sus servicios al mejor postor. Sin embargo, en realidad jugará a un peligroso juego en el que intentará ganarse la confianza de los jefes de ambos grupos.

Si hay algo que llama la atención en esta producción es como Kurosawa coge elementos del western. La historia nos presenta a un héroe solitario que se toma la ley por sus manos en una aldea donde la política y las leyes han fallado a favor de la violencia cometida por la rivalidad entre las dos bandas. Ello ha provocado que el pueblo esté prácticamente abandonado. Las calles desiertas restan a la espera de que un salvador cambie la situación para que sus habitantes puedan salir al exterior sin temor a recibir algún tipo de daño. Igual también que en muchos westerns, el protagonista es un personaje de moralidad ambigua. En el fondo, decide movilizarse ante la idea de sacar tajada en el marco trágico de la premisa de la historia, y no tiene miramientos a la hora de asesinar.

Toshiro Mifune en Yojimbo
Toshiro Mifune en Yojimbo

Sanjuro

Sanjuro es un personaje amoral, cínico y con un aire misterioso, que, errante, viaja de pueblo en pueblo en busca de su siguiente aventura, siempre con sus dos mayores armas por delante: una katana y su ingenio. Cabe decir que, además de los rasgos del héroe, gran parte del encanto del personaje recae en la caracterización de Toshiro Mifune, actor fetiche de Kurosawa. «Yojimbo» mezcla perfectamente la socarronería del personaje y su ligero sentido del humor con su capacidad para interpretar momentos físicos o con su vertiente más dramática cuando la historia se lo pide.

Es un personaje además dejado al azar del destino. Es un hecho que resalta esa moralidad ambigua con la que nos lo presentan. Una moralidad que verá discutida cuando su propia consciencia le obligue a tomar las riendas de su vida para decantarse hacia el bien. Es un elemento que además lo separará del personaje más temible de la película, Unosuke (Tatsuya Nakadai), personaje reflejo del protagonista, pues posee el mismo trasfondo misterioso e ingenio que Sanjuro, diferenciado únicamente por jugar siempre sucio y estar igual de podrido que los miembros de cada bando.

Sanjuro y Unosuke
Sanjuro y Unosuke

Akira Kurosawa

El guión del propio Kurosawa y Ryûzô Kikushima es realmente ejemplar. Aunque mezcla ideas del western con toda una iconografía del chambara, «Yojimbo» es en si una de aventuras. Aventuras en una historia que afronta una premisa en realidad trágica con un humor negro más que bienvenido, y que deja fuera de pantalla los momentos más oscuros para dejarlos a la más turbia imaginación del espectador. Tiene un desarrollo perfecto en el que vemos como el plan de Sanjuro se ejecuta hasta culminar en un punto de inflexión del que se derivarán varias consecuencias. Cabe decir que lo mejor de la película, y lo que la hace funcionar tan bien, es el personaje de Mifune. Nos encontramos con un samurái más bien simple, pero muy bien definido, y con características particulares que lo hacen memorable.

Visualmente la película es igual de perfecta que lo descrito hasta ahora. Kurosawa opta por una imagen panorámica que utiliza siempre con una imagen frontal, con predominancia de lo ángulos rectos. De este modo le permite describir situaciones como la vacuidad de las calles, o la confrontación entre los dos bandos del pueblo a través de unas composiciones que tienden a dividir la imagen como en dos partes a veces simétricas. El director utiliza distintos elementos para llenar sus planos. Da preferencia hacia la colocación de los actores dentro de la imagen, permitiendo realizar unos encuadres interesantes y elegantes que no dejan vacíos feos, sin caer por eso en el barroquismo.

Imagen de Yojimbo
Imagen de Yojimbo

Creando una leyenda

Con “Yojimbo” nos encontramos con una película de una modernidad asombrosa. Kurosawa da a la película un ritmo ligero con el que nunca aburre, hecho que se suma a una planificación y montaje perfectos, a una banda sonora de Masaru Satô viva, rítmica y atmosférica; y a una mezcla de tono entre la comedia y la violencia que hacen de la película una muy suculenta para el paladar. “Yojimbo” daría lugar a varios remakes, siendo el más popular uno, curiosamente, en clave de western, que se convertiría en leyenda al lanzar al estrellato a su estrella y director.

Se trata por supuesto de “Por un puñado de dólares” (Sergio Leone, 1964), protagonizada por Clint Eastwood. Aunque menos conocida, Walter Hill filmaría otro remake titulado “El último hombre” (1996), perteneciente al cine negro, y con Bruce Willis en la piel del héroe de turno. “Yojimbo” es, en definitiva, todo un clásico del séptimo arte. Es importante tanto dentro de la filmografía del director como de la historia del cine. Además, es otra muestra de que lo simple, si bien ejecutado, puede tener el mismo peso artístico que producciones con intenciones más ambiciosas.