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A propósito de Llewyn Davis (Joel & Ethan Coen, 2013)

04/02/2015
A propósito de Llewyn Davis imagen destacada

Joel y Ethan Coen son una pareja de directores, guionistas y montadores que en su fructífera trayectoria cinematográfica nos han ofrecido auténticas obras maestras que los han convertido en unos de los cineastas más importantes de la historia del cine. Desde comedias como «El gran salto» (1994) o «El gran Lebowski» (1998), hasta dramas criminales para la posteridad como «Muerte entre las flores» (1990) y «No es país para viejos» (2007), su abanico de registros es envidiable, aún más considerando la consistencia en su calidad y que siempre han conservado un sello muy particular. Además, también han realizado títulos más enfocados a la exploración de un único personaje. Sería el caso de «Barton Fink» (1991), «Un tipo serio» (2009), o, ahora «A propósito de Llewyn Davis«.

A propósito de Llewyn Davis

Llewyn Davis es un perdedor que tiene su propia vida en pausa porque cada paso que da se materializa en una mala decisión. Generalmente cae mal, hace llorar a los únicos que se preocupan por él y poco a poco se le van cerrando todas las puertas. Es, en definitiva, un personaje complicado, tocado además por la perdida de una persona cercana.

Oscar Isaac en A propósito de Llewyn Davis
Oscar Isaac en A propósito de Llewyn Davis

A diferencia de los personajes que se relacionan con él, nosotros como espectadores no podemos hacer más que sentir simpatía hacia él. Llewyn vive una lucha artística con impotencia y resignación, pese a las recomendaciones de aquellos con los que se cruza (como el capítulo en Chicago donde el personaje encarnado por F. Murray Abraham le dice que simplemente “no ve mucho dinero ahí”, pese a emocionarse con su voz) y su tozudez contra las oportunidades que le ofrecen. Resulta especialmente cruel cómo le corresponde su padre al oírle cantar, en una de las escenas más emotivas de la película.

Los hermanos Coen

A nivel de dirección, planificación, montaje y fotografía, la película raya a un nivel impecable, como es habitual en la filmografía de los hermanos Coen. Sin embargo, resulta especialmente destacable el trabajo de fotografía, con un diseño permanentemente frío y lechoso, de la mano de Bruno Delbonnel, y también el guion. La película no tiene un arco muy definido. Termina donde empieza, a modo de estructura circular, y prescinde de los tres actos convencionales y de puntos de inflexión que resulten en algún cambio en la vida de Llewyn.

Estas decisiones se pueden entender cómo entroncadas al mismo protagonista: el de un perdedor, que, como tal, caerá siempre en los mismos errores. Vivirá su vida sin giros ni altibajos, sin una línea que defina su existencia y sin posibilidad de cambio. Forma parte del arquetipo visto en el cine de los Coen, como Chad Felheimer en «Quemar después de leer» (2008), Larry Gopnik en «Un tipo serio» o el ranger de Texas Laboeuf de «Valor de ley» (2010).

El precio de la fama

Llewyn es un personaje con talento musical, pero al que le falta empatía y saber venderse. Ahí radica la tragedia de su fracaso. No es cuestión de habilidades, sino de que la sociedad no le aceptará, y en una cultura en la que sobresale lo mediocre, tirar de lo facilón y edulcorado es el único modo de tener éxito, ya sea en solitario o como segundón. Pero hablamos de éxito financiero, y Llewyn prefiere el suicidio artístico que tirar por ese otro camino.

La otra vía sería la de ser un genio nato. Como Bob Dylan, quien tiene un cameo (no el cantante en persona, sino la figura artística) al final de la película cantando justo en el mismo sitio que nuestro protagonista, siendo ésta la última pero más demoledora bofetada que le da la historia. Uno se convertirá en leyenda y el otro se tendrá que conformar con una paliza en un callejón. En cierto modo, al final consigue superar el fallecimiento de su amigo, aunque puede que sea más bien producto de su resignación y cansancio que de un proceso real de crecimiento personal.

Oscar Isaac es Llewyn Davis
Oscar Isaac es Llewyn Davis

Gato callejero

Punto a parte al gato Ulises, cuya subtrama de pérdida y encuentro final también se puede relacionar con la de ese gato callejero que es Llewyn. En cierto momento de la película se nos muestra cómo el gato ve cómo pasan las estaciones del metro sin parar en ninguna concreta. Recorrido paralelo al de nuestro protagonista, quien no tiene ni meta ni hogar. La diferencia es que, mientras Ulises consigue volver a casa por cuenta propia, Llewyn al final sigue igual de perdido que al principio.

En «A propósito de Llewyn Davis«, todos los actores están excelentes en sus papeles. Empezando por Oscar Isaac, que además de meterse de lleno en el personaje con una tremenda naturalidad, consigue impregnar de sentimiento todas las canciones que canta. Adam Driver tiene un pequeño pero memorable papel como el cantante Al Cody; Justin Timberlake, que protagoniza junto a Isaac y Driver uno de los mejores momentos del film; John Goodman en un variopinto papel muy típico de los hermanos Coen; F. Murray Abraham, en una aparición casi de cameo pero en el que demuestra que debería de trabajar más en proyectos de renombre; o Carey Mulligan, como la chica que Llewyn nunca podrá tener.

Imagen de A propósito de Llewyn Davis
Imagen de A propósito de Llewyn Davis

Please Mr. Kennedy

La banda sonora merece también mención especial, con un conjunto de canciones en la que ni sobra ni falta ninguna. Supervisada por T Bone Burnett, se reversionan canciones folk populares, desde clásicos americanos como “Hang Me, Oh Hang Me” o “Fare Thee Well”, hasta canciones irlandesas como la bonita «The Shoals of Herring«. Esto es, sin olvidarnos de esa hilarante “Please Mr. Kennedy”, creada por los Coen y el propio Timberlake. En global, se trata de una recopilación de canciones simplemente excelente.

«A propósito de Llewyn Davis» tiene una arrancada de órdago, y lo mejor es que lo que sigue no decae en ningún momento. Es una de las mejores películas de los últimos años y otra muestra de que, a algunos, el paso del tiempo no hace mella en su creatividad. Y desde aquí no podemos hacer más que contemplar que más tienen por ofrecernos en el futuro.