Saltar al contenido

Elvis & Nixon (Liza Johnson, 2016)

25/08/2016
Elvis & Nixon imagen destacada

De la realidad a la ficción

La reunión entre dos de las figuras públicas más importantes –y dispares entre ellas– de la década de los 70 como son el por aquel entonces presidente de los Estados Unidos Richard Nixon (Kevin Spacey) y Elvis Presley (Michael Shannon), acá «El Rey«, es desde entonces una de las mayores anécdotas de la historia de la Casa Blanca. Tan solo se sabía que había una foto y los temas de los que se había hablado. Ahora se estrena una película que narra estos hechos, titulada simplemente «Elvis & Nixon«. Para ello, la directora Liza Johnson reúne a un trío de guionistas formado por Joey SagalHanala Sagal y Cary Elwes para narrar dicho acontecimiento. También como Elvis se empeñó en preparar la reunión y todos los arreglos preparados entre bambalinas para intentar que Nixon aceptara el encuentro.

Como no puede ser de otro modo, el equipo creativo decide narrar el hecho desde un punto de vista cómico. Se resalta tanto los puntos más excéntricos del cantante como la incredulidad e incomodidad del presidente ante la inesperada solicitud del primero. Es sin duda una de las mejores decisiones de la producción, porque durante sus casi 90 minutos «Elvis & Nixon» se mueve por un terreno seguro donde no pasa nada especialmente malo, pero tampoco contiene nada realmente memorable.

Kevin Spacey en Elvis & Nixon
Kevin Spacey en Elvis & Nixon

Correcta pero efectiva

Todo en ella se puede definir como correcto pero efectivo. Sin embargo, apenas tiene elementos puramente originales, empezando por el cometido de Johnson detrás de las cámaras, que no pasa de lo funcional. El guión está escrito por tres manos distintas pero eso no evita que resulte finalmente previsible en todo su desarrollo, pese a contener algún acierto aquí y allá que le da un ligero empaque. Por otra parte, consigue varios puntos de humor provocados por el aura mediática que levanta Elvis allá donde va y las consecuentes reacciones incrédulas y nerviosas de los demás, independientemente de que se trate de simples peatones o de altos cargos de la Casa Blanca. Es este el mayor sustento de «Elvis & Nixon«.

Tampoco resultan sorprendentes los atisbos a un aspecto dramático y turbio de Elvis, cuya figura pública se comió a la persona real. Dadas las características de toda la producción es fácil imaginarse que se tocará algún elemento negativo del personaje. Al menos la cosa se queda en simples vistazos sin ahondar demasiado en ello. De otro modo se hubiera desvirtuado demasiado el tono paródico efectivo, pero, de nuevo, totalmente funcional y poco inspirado.

Michael Shannon en Elvis & Nixon
Michael Shannon en Elvis & Nixon

El reparto

Otro elemento clave para el buen funcionamiento de todo es la elección de dos actores competentes para cumplir en la personificación de dos personajes tan conocidos. Resta decir que tanto Michael Shannon como Kevin Spacey son dos actores que ya han demostrado su talento durante mucho tiempo, por lo que no es extraño que ambos salgan bien parados ante este nuevo desafío.

Viendo el trabajo de ambos actores, se puede decir que ha habido un gran trabajo de documentación detrás de las caracterizaciones. Sobre cómo se movían y hablaban en su día para imitar ahora sus particularidades personales. En este aspecto se puede decir que hay un mayor trabajo de mímica que de interpretación en el sentido más estricto de la palabra. Hay un trabajo casi auto paródico, consciente o no, aunque es probable que sea así dado el tono desenfadado de toda la producción.

El resto del reparto está redondeado por Colin Hanks y Evan Peters como Egil Krogh y Dwight Chapin, oficial y asistente durante la administración de Nixon. Finalmente por Alex Pettyfer y Johnny Knoxville como personas próximas a Elvis. De nuevo, se limitan a cumplir sus papeles tan bien como les permite sus personajes.

Colin Hanks y Evan Peters
Colin Hanks y Evan Peters

Simplemente entretenida

Lo mejor que se puede decir de «Elvis & Nixon» es que no aburre. Divierte, y su corta duración hace que se llegue al final sin darse uno cuenta de ello. Sin embargo, es una película que en ningún momento va más allá de la simple anécdota. Es simplemente entretenida, con una cantidad de redundancias y escenas innecesarias que hacen cuestionar la necesidad de alargar a largometraje una idea que –siendo generosos– podría haber sido un mediometraje o –mucho mejor– un cortometraje.