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La colina (Sidney Lumet, 1965)

30/10/2021
La colina imagen destacada

Cine anti bélico

Sidney Lumet es un nombre bien conocido por sus múltiples thrillers, títulos de cine negro o dramas judiciales. Entre ellos podemos contar “Doce hombres sin piedad” (1957), “Serpico” (1973), “Asesinato en el Orient Express” (1974), “Tarde de perros” (1975) o “Veredicto final” (1982). Más allá de esas películas, también tendría una filmografía prolífica en otros géneros, acogiéndolos con la misma maestría de la que hace gala en los títulos antes mencionados. De todos ellos, hay uno especialmente destacable que lleva como título “La colina”, también conocido como “La colina de los hombres perdidos”.

Considerándose cine bélico, en lugar de presentarnos una confrontación entre dos frentes opuestos en un campo de batalla, “La colina” se desmarca por tratarse de cine americano anti bélico, quizás siguiendo la estela de otra obra maestra como es “Senderos de gloria” (Stanley Kubrick, 1957). En esta ocasión, el conflicto tiene lugar en una prisión militar aliada donde vemos como los carceleros actúan sin escrúpulos con los soldados del mismo ejército.

Imagen de La colina
Imagen de La colina

Un infierno carcelario

Con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, la historia trata sobre una prisión militar en medio del desierto de Líbia donde van a parar todos aquellos soldados ingleses que han cometido alguna infracción en su anticuado código militar. Allí se inculca una disciplina férrea e incluso despiadada, y el lugar tiene una característica especial: la presencia de un montículo en medio del patio utilizado como método de castigo para todos aquellos que no cumplen las ordenes de los carceleros. Los presos se ven obligados a subirlo y bajarlo repetidamente llevando encima una carga pesada.

Cuando empieza la película, llegan cinco soldados desertores o culpables, quienes, a ojos de la ley militar, se han apartado de su camino virtuoso. Ese grupo está encabezado por Joe Roberts (Sean Connery), un soldado robusto de espíritu indomable, cuyo “delito” fue negarse a obedecer unas órdenes que creía iba a terminar con la muerte de su batallón, terminando la discusión con un puñetazo a su jefe. Él y sus compañeros de prisión pronto se sumergen en el infierno que es la prisión, donde la intimidación, el abuso y el chantaje, instigados por el odioso sargento Williams (Ian Hendry), son el pan de cada día.

Ian Hendry y Sean Connery en La colina
Ian Hendry y Sean Connery

Sidney Lumet dirige La colina

Lumet fue un gran director de cine. Aunque en algunas ocasiones pecaba de un cierto tono teatral en el modo en como exponía la información, como mínimo se esforzaba para dar dinamismo a sus imágenes. En este caso, el director se esfuerza por capturar con su cámara la crueldad humana a la que son sometidos los personajes principales, creando una sensación de asfixia incluso en sus planos generales. Si las paredes de la cárcel no son suficientes, nos topamos siempre con los rostros autoritarios de sus carceleros, minando la moral de los personajes.

Cuando se trata de las escenas que tiene lugar en la colina, utilizada de manera más simbólica durante su primera parte del metraje, Lumet decide poner la cámara en su cima para retratar el sinsentido del castigo, e imponiendo así un sentimiento de vértigo. Mención también al buen trabajo de montaje, y a la fotografía en blanco y negro de Oswald Morris -colaborador habitual en el cine de John Huston – con la que se retrata los efectos físicos de todas las maldades a les que son sometidos los personajes. Desde simples gotas de sudor hasta las quemaduras por estar expuestos al sol implacable del desierto, entre el trabajo de arte y de fotografía consiguen transmitirnos la degeneración física por las vejaciones a las que son sometidos los personajes.

Imagen de La colina
Imagen de La colina

Sombras de un sistema

La historia narrada en “La colina” permite sacar a relucir injusticias como el maltrato en la cárcel, el sadismo, la barbarie o el racismo de un sistema tan abusivo que trasluce una desviación moral en su mismo centro. Ello se manifiesta sobretodo con las acciones de los generales principales, y como sus acciones terminan llevando a la locura -o a la muerte- a algunos de los presidiarios.

Cabe remarcar también el gran trabajo de todos los intérpretes: empezando por un Sean Connery en uno de los mejores papeles en su haber, y el trío de carceleros compuesto por Ian Bannen e Ian Hendry, a modo de policía bueno y policía malo, y el gran Harry Andrews en medio de todo, con su creciente conflicto moral. Muy destacable el modo en que se retrata a Hendry, gracias al trabajo de fotografía y el uso de su gorro. Si los ojos son el espejo del alma, él carece totalmente de una.

Todo ello redondeado por un guion muy redondo de Ray Rigby. En ningún momento cae en maniqueísmos o lugares comunes para conseguir su objetivo. Su trabajo es frío, contundente y de una precisión minuciosa.

Fotograma de Sean Connery y Harry Andrews
Sean Connery y Harry Andrews

Una película excelente

Sidney Lumet siempre supo rodearse de un buen equipo: desde grandes estrellas, hasta un equipo técnico y creativo muy potente. Aquí no es diferente. Entre todos los factores comentados, y la buena mano del director en todos sus ámbitos: marcando tono, planificando o dirigiendo a los actores; convierten “La colina” en una de las mejores películas que el director americano llegó a dirigir. Muy recomendable de principio a fin.