Trotando hacia el oeste
El continente norteamericano puede presumir de tener unas bastas extensiones de territorios que da rienda para que la imaginación vuele por todos lados. El cine se ha aprovechado de ello en incontables ocasiones para narrar historias enfocadas en la aventura, y también para explorar, en el género conocido ahora como western, el proceso de civilización de sus tierras. Más allá de las emblemáticas figuras de sheriff, forajidos, indios y demás, una trama recurrente en este tipo de películas son las largas y duras travesías a las que podían embarcarse lo colonizadores a través de las grandes llanuras, en busca de un territorio donde poder prosperar. “Rio Rojo”, dirigida por Howard Hawks, parte de esta misma idea.
La historia está enmarcada en la segunda mitad del siglo XIX, recién acabada la Guerra Civil Americana. En ella seguimos al ganadero Tom Dunson (John Wayne), un cowboy hecho a si mismo, duro y firme como requerían aquellos tiempos. Junto a una figura de hijo adoptivo llamada Matthew Garth (Montgomery Clift), se embarcarán en una travesía por las llanuras americanas para trasladar miles de cabezas de ganado de Texas hasta Missouri, en busca de un lugar donde poder tener una vida mejor.
Adaptando una novela
La película está basada en la novela “Red River: Blazing Guns On The Chisholm Trail” de Borden Chase, adaptada aquí por Charles Schnee. Estrenada en 1948, una etapa del cine que brillaba por su sistema de estudios y la reutilización de sets en películas del mismo género. Si bien en “Rio Rojo” puede haber pasado algo parecido, se destaca por encima de todo por la obligación narrativa de tener que rodar gran parte de su relato en exteriores.
Desde los primeros instantes, nos vemos sumergidos en las grandes tierras salvajes de Norteamérica, a mediados del siglo XIX. Una época en la que grandes convoyes cruzaban grandes distancias para encontrar un lugar donde asentarse y fundar nuevas ciudades. Allí, la supervivencia era primordial. Entre los recursos limitados, el clima y los ataques de los indios como principal amenaza, la vida no era especialmente fácil. Así, a lo largo del metraje los personajes se van enfrentando a diversos peligros durante el camino, acentuando el tono aventurero de la propuesta.
Hawks, cineasta clásico, demuestra aquí una gran inventiva en su puesta en escena para retratar todo lo que pide el momento. Ya sean interiores de los carros, los sets o los mismos personajes; las imágenes siempre están perfectamente medidas. Lo más memorable seguramente son las escenas exteriores del rebaño cruzando las llanuras. Uno no puede hacer más que deleitarse con unos planos donde se refleja la magnificencia de los paisajes, coronados por imponentes nubes casi irreales en su belleza, las miles de cabezas de ganado utilizadas, y de todos los elementos que cruzan la pantalla. Si a caso, uno puede preguntarse como podría haber lucido todo de haber sido rodada en anamorfico, al haber podido aprovechar así el ancho de la pantalla.
Relevo generacional
Dicho todo eso, la narración no carece de escenas espectaculares: un primer ataque indio, de un virtuosismo y un dinamismo asombrosos; o una estampida del rebaño retratada con gran realismo. Por otra parte, Hawks no se olvida del aspecto documental. Así, se toma su tiempo para filmar el trabajo cotidiano y exigente de los personajes. La incesante recogida de los animales dispersos, la vida agotadora, monótona y peligrosa de unos hombres anclados en un modo de vida lejano… Pero que se sienten muy cercanos gracias a la aproximación de su director.
En el empeño de los personajes por mejorar su suerte, se ven empujados a ir mucho más al norte para tener la oportunidad de ganar dinero con su ganado. Es una expedición dura, cuyas circunstancias empeoran a medida que Dunson se va volviendo cada vez más duro e intransigente con sus hombres, sin dudar en matar a los desertores. Es entonces cuando se produce una rebelión en su contra, liderada por su propio hijo adoptivo. Matt y los demás vaqueros se hacen cargo del rebaño y abandonan a Dunson a su suerte. La parte principal de la trama se centra así en una bonita relación convertida un antagonismo entre padre e hijo. Su relación, basada inicialmente en la admiración y la fascinación, se convierte, a medida que surgen dificultades, en agresión y rebelión.
«‘Río rojo’ no carece de humor, acción, drama u honestidad. Hawks firma una odisea personal, una obra a la vez épica y humana. Un western en el que los paisajes y la naturaleza son casi tan importantes como los hombres. La película es todo esto y más.»
El verdadero discurso de Hawks tratará sobre todo de esta ruptura del diálogo, provocada por el progresivo distanciamiento de Dunson. Uno que le endurece, aislándole cada vez más del resto de sus hombres y de sus amigos. Matthew, en cambio, se mostrará más sensible y abierto al debate. Aporta un punto de vista más moderno y empático. Dunson es la representación de una naturaleza salvaje y desafiante. Por su parte, Matthew está más adaptado a una vida en sociedad, hecha de compromiso y entendimiento. La fractura que surge entre ellos se inscribe perfectamente en esta división entre dos generaciones. Por un lado, la de los tiempos más salvajes y, por otro, la de los inicios de la civilización americana. Antes se tomaba tierra sin pedir permiso. Se recorría a caballo paisajes de horizonte infinito. Ahora, la gente se reúne en ciudades conectadas por tren.
El elenco de Río rojo
Es innegable el gran buen hacer tanto de John Wayne como de Montgomery Clift en sus respectivos papeles, pero también lo es el formidable elenco de personajes que los rodean. Uno formado por innumerables actores secundarios habituales en el género. Empezando por el mítico Walter Brennan en el papel de Nadine Groot, personaje entrañable que servirá tanto de contrapunto cómico como de gran apoyo emocional para Dunson. Pasarán por pantalla también nombres como Harry Carey y Harry Carey Jr, Noah Berry Jr, Paul Fix…
Sin embargo, el personaje secundario más importante caerá en los hombros de Tess Millay (interpretada por Joanne Dru), que además servirá de gran contrapunto al dúo formado por Wayne y Clift. Se trata de un personaje increíblemente moderno, especialmente en un western, y quizás el único verdadero «adulto» de la película. Mujer de fuerte carácter, es también insubordinada y testaruda. Está dispuesta a matar a Dunson si no consigue convencerle de la inutilidad y estupidez de sus actos. Al final, ante el infantilismo de los dos héroes, estalla en cólera y evita lo irreparable, revelando la verdadera naturaleza de los sentimientos que los unen.
Una cumbre del género
El conjunto se ve redondeado por un tremendo trabajo de fotografía de Russell Harlan y la excelente música compuesta por Dimitri Tiomkin. El músico lo da todo para adecuar la música a las necesidades del momento: composiciones con brío y energía como “The Drive Moves North”, otras más dramáticas y con tensión como “The Challenge”, temas de toque más romántico, “Out of the past”… Todo ello sin olvidar su inolvidable tema principal.
En resumen, “Río rojo” no carece de humor, acción, drama u honestidad. Hawks firma una odisea personal, una obra a la vez épica y humana. Un western en el que los paisajes y la naturaleza son casi tan importantes como los hombres. La película es todo esto y más. Es sin duda una de las cumbres del género, y seguramente uno de los mejores títulos dentro de la filmografía de Howard Hawks.