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La leyenda de la montaña (King Hu, 1979) | Crítica

12/08/2022
La leyenda de la montaña imagen destacada

Una historia china de fantasmas

Hay algo profundamente atractivo en las historias que tratan sobre el folklore de una cultura. La sensación de estar sumergiéndose en relatos de toda la vida que, quizás, han ido pasando de generación a generación como cuentos tradicionales. Pueden ser cuentos con moraleja. Narraciones sobre la historia de un sitio. O textos que jueguen con la superstición o terrores primigenios. “La leyenda de la montaña”, dirigida por el cineasta chino King Hu, empieza con una voz en off hablando sobre historias tradicionales sobre fantasmas, demonios y hadas. Un punto de partida que, junto a las imágenes, sirven de presentación para darnos una idea de lo que nos encontraremos a lo largo de sus tres horas de metraje.

Basada en una obra del escritor chino Pu Songling, la película narra la historia de Ho Yunqing (Shih Chun), un erudito fracasado convertido en copista. Un monje local le pide que transcriba un sutra budista que supuestamente posee un gran poder sobre los espíritus de los muertos. Pese a no ser budista, Ho acepta la tarea y se le ofrece alojamiento en una fortaleza aislada en medio de la montaña. De este modo, podrá trabajar con paz y tranquilidad.

Shih Chun es Ho Yunqing
Shih Chun es Ho Yunqing

Naturaleza, chamanismo y costumbrismo

Si hay algo que se puede decir de “La leyenda de la montaña” es que King Hu no tiene prisa a la hora de desarrollar su historia. A lo largo de la película, el director detiene la narración en varios momentos para centrarse en retratar la naturaleza en su estado más puro. También le gusta recrearse en segmentos costumbristas, casi a modo de documental. Tanto de trivialidades de la vida cotidiana, como de actos oscuros del chamanismo.

Sin tener que adentrarse mucho en el metraje, todo el primer tramo de la película consiste en la travesía del protagonista desde la costa hasta lo más profundo de la montaña, en busca de la fortaleza donde espera poder realizar su cometido. Las imágenes se ven acompasadas rítmicamente por el trabajo sonoro. Este encadena la bella música original de Ta Chiang Wu, los pasos del protagonista y los efectos de sonido que se pueden esperar de una localización boscosa. Casi parece como si el director quisiera recalcar lo alejado que se encuentra el personaje de la sociedad.

Estamos ante un título eminentemente contemplativo, donde lo importante no es tanto el desarrollo de la historia si no el acto de sumergirse en esta propuesta casi sensorial. De hecho, la narrativa en si es bastante simple. El transcurso de la historia irá evolucionando de lo costumbrista a lo fantástico y, finalmente, a lo terrorífico. Pero nada de ello termina de tener un trabajo muy profundo. En manos de otro director, lo más probable es que la película hubiera sido la mitad de corta. Sin embargo, como la historia al final no es más que la base para que un autor pueda hacer lo suyo, ya estaríamos hablando de una propuesta completamente diferente. Una con sus propias virtudes y defectos, y distintos al film dirigido por Hu.

Fotograma de La leyenda de la montaña
Fotograma de La leyenda de la montaña

La belleza de la montaña

Sin ser un realizador virtuoso, Hu tiene un gusto tremendo para componer los planos. Ya no solamente para los paisajes -ayudados por el excelente trabajo de localización-, sino también para presentar los espacios interiores. También para poner a los personajes en las posiciones exactas para no dejar ningún espacio muerto en sus imágenes. No se trata tanto de un trabajo barroco, sino de uno limpio y extremadamente elegante. A ello se le tiene que añadir el gran trabajo de fotografía conseguido junto al director de foto Henry Chan. Es posible que nadie haya conseguido retratar en pantalla la naturaleza de un modo tan bello como ellos. En sus películas anteriores, ya se había vislumbrado el buen ojo de Hu para capturar paisajes. Sin embargo, aquí lo lleva a otro nivel.

Otros directores de foto como Vittorio Storaro o Roger Deakins quizás buscan un cierto estilismo visual remarcado para hacer el plano más bonito. Aquí eso no es necesario. Se sirven de la iluminación natural de los parajes para que todo quede vislumbrado del modo más auténtico posible. A lo largo del metraje se suceden planos generales de montañas y bosques. También otros planos detalle de estanques con peces, de pájaros, ranas y todo tipo de fauna haciendo sus vidas en su hábitat natural. Con ello se consigue un lirismo visual cuya belleza no hace más que hipnotizar al espectador.

Ante nuestros ojos van pasando imágenes en distintos momentos del día. En la mañana, los rayos del Sol se filtran por entre las ramas de los arboles, creando halos de luz. Por la tarde los horizontes se vuelven anaranjados por el Sol del atardecer. Cuando cae la noche, el bosque se vuelve inhóspito y terrorífico… La niebla y el humo se arremolinan en el paisaje epatando todavía más, y en el mejor sentido del término. En resumen, se consigue una belleza sobrecogedora.

Imagen de La leyenda de la montaña
Imagen de La leyenda de la montaña

De los wuxias a la fantasía mística

En su día, Hu fue un director conocido especialmente por sus películas de ese subgénero chino que son los wuxias. Películas como “Come Drink With Me” (1966) o “Dragon Inn” (1967) servirían de gran inspiración para futuras producciones como “Tigre y dragón” (Ang Lee, 2000). Si esos títulos basan sus escenas de acción en una agilidad que pone en entredicho la teoría de la gravedad, en “La leyenda de la montaña” se reutiliza dichos recursos para plasmar un tipo de conflicto más místico que físico. Son utilizados para subrayar los aspectos más sobrenaturales de los personajes que no terminan de ser del todo humanos.

Sin embargo, ese tipo de conflicto tiene un bagaje cultural que un espectador occidental (quizás también el oriental, aunque en menor medida) no terminará de entender. Con el rechazo que ello pueda conllevar. Aún siendo así, uno puede deleitarse con el juego sonoro y colorido de las escenas en cuestión, un tanto kitsch, y con más tradición local que otra cosa.

Cuando se llega a los puntos más terroríficos, el director se sirve de pura ambientación y maquillaje. En el contexto adecuado, un bosque de noche bien retratado puede ser más que suficiente para crear atmósfera. La extrañeza dentro de lo que debería de ser cotidiano es otra de las armas a su abasto para potenciar lo inquietante. Los seres sobrenaturales utilizan aquí un tipo de iconografía propia de su cultura, que más tarde se popularizaría con el boom del terror japonés iniciado con «Ringu» (Hideo Nakata, 1998). Viendo la aproximación al terror de King Hu, no sorprendería que sirviera de inspiración para futuras películas como «El extraño» (Na Hong-jin, 2016) o «Midsommar» (Ari Aster, 2019).

Shih Chun y el consejero Tsui Hong-zhi (Lin Tung)
Shih Chun y el consejero Tsui Hong-zhi (Lin Tung)

Los actores de La leyenda de la montaña

En el reparto hay varios nombres habituales en la filmografía de Hu, empezando por el protagonista interpretado por Shih Chun (coincidirían por ejemplo en “Dragon Inn”, 1967). Da vida a un aprendiz que no ha podido completar sus ambiciones. Y como más vale renovarse que morir, decide tirar de la profesión de copista. No es especialmente religioso ni supersticioso, pero entre el dinero que le ofrecen por el trabajo y su naturaleza ingenua y bienintencionada, no duda en encaminarse a lo más profundo de la montaña hasta la fortaleza donde encontrará cobijo. Durante la aventura que le toca vivir, terminará convirtiéndose en un héroe a su pesar.

Otro nombre habitual en el cine de King Hu es Hsu Feng (vista por ejemplo en “Un toque de zen”, 1971), en el etéreo papel de Melody. Su función en la historia es algo enrevesada al revelarse en una experta de la magia negra, a parte de esconder otros secretos.

El casting principal se ve redondeado por la gran belleza de Sylvia Chang (Cloud), la bufonería trágica de Tien Feng (Old Chang), la nobleza de Lin Tung (el consejero Tsui Hong-zhi) y la presencia mística de Ming-Tsai Wu y Hui-Lou Chen.

Imagen de Cloud (Sylvia Chang)
Imagen de Cloud (Sylvia Chang)

Un toque de zen

En resumen, “La leyenda de la montaña” es una película única, quizás inclasificable. En esa condición, no está hecha para satisfacer los paladares de todos los espectadores, siendo un título más bien de nicho. Pide una paciencia (y tiempo) para una experiencia que roza lo zen. Si el cine oriental es generalmente más contemplativo que el occidental, se tiene que sumar en este caso su apuesta por lo bello, lo tradicional y lo folclórico; por encima de cualquier pretensión más convencionalmente narrativa.

Por otra parte, en su condición de fantasía asentada en leyendas de una cultura, no es tan contundente como esas obras maestras que son “Cuentos de la luna pálida” (Kenji Mizoguchi, 1953) o “Kwaidan: El más allá” (Masaki Kobayashi, 1964). Pero sí es lo suficientemente atractiva como para poder ponerla en la misma lista de esas sin sonrojarse.

Los que entren en la propuesta caerán encandilados con la belleza general de la película y las secuencias de vertiente más fantástica. Además, descubrirán un director de tal particularidad que difícilmente se podrá decir que tenga un igual. Para lo mejor y lo peor.