Una película única
“2001: Una odisea del espacio” es ante todo una película única. Aunque ciertamente entra dentro del terreno de la ciencia ficción, no resulta fácil catalogarla. La ciencia ficción se ha explotado en el cine como vehículo para lucir efectos especiales o diseños puramente estilísticos, utilizando el género más como contexto que como fondo. Aquí la odisea no tiene un sentido homérico de la palabra; en este caso nos encontramos con una historia que te invita a recorrer toda una existencia en pos de encontrar una respuesta a una pregunta tan imperecedera como es la de “¿de dónde venimos?”.
La premisa
Que además se haga bajo la mirada escrupulosa y perfeccionista de un director como Stanley Kubrick no hace más que enaltecer y redondear una obra de difícil (si no imposible) concepción bajo otro realizador. La premisa está basada en un relato corto de Arthur C. Clarke titulado «El centinela«, de la que surgió una escritura paralela del guión de la película que nos trae entre manos y de una novela también de Clarke que diferiría en algunos puntos con la obra cinematográfica. Hablar de la historia aquí tendría poco sentido, es mejor entrar sin saber nada para que las imágenes sorprendan a medida que avanza el metraje.
Quizás se podría adelantar solamente que es una película extremadamente visual (como todo cine debería ser), donde los diálogos se reducen a los imprescindibles para ponernos en situación cuando es necesario; que la película está dividida en tres actos de un modo más parecido al teatro que al cine con prólogos e intermedios atmosféricos, y que aquí los personajes son una mera herramienta más para las intenciones del director. Nada achacable a unos actores que cumplen excelentemente una función poco agraciada, lo que pasa es que para el director ellos no son más que elementos de attrezo utilizados como muchos otras cosas para reproducir una visión de nuestro futuro.
El sello de ‘Kubrick’
Kubrick decide utilizar aquí otros recursos cinematográficos para poder contar su historia. Él es un director muy sensorial, tiende a utilizar ciertas herramientas que ofrece el medio para penetrar en nuestra mente y jugar con nuestras percepciones. Empezando por un diseño del audio muy característico de su filmografía. Para él el sonido no es un recurso efectista, es un elemento expresivo tan importante como cualquier personaje o imagen de la película. Si te mete por en medio composiciones como “Así habló Zaratrusta”, “El Danubio azul” o “Requiem for Soprano” no es para darle transcendencia gratuita a la película, todo esta medido. Logra crear una atmósfera perfecta para la película, unas veces onírica, en otras mística, y en ocasiones incluso inquietante.
Los silencios aquí pueden ser igual de perturbadores y también igual de atmosféricos. Se podría decir que “2001: Una odisea del espacio” es más una experiencia visual y sensorial que narrativa, muestra del genio que fue Stanley Kubrick. Con esta afirmación no pretendo definir la película como un simple trabajo estilístico, pese a que derrocha estilo, porque en la mayoría de casos los planos suelen tener una finalidad informativa y cuando no es así se sirve para deleitarnos con increíbles vistas del espacio.
2001: Una odisea del espacio: una película ¿perfecta?
Esa calidad informativa no se manifiesta en un sentido narrativo, si no en un esfuerzo para describir minuciosamente el mundo futuro imaginado por Kubrick y Clarke hasta el punto de parecer un film documental más que una obra de ficción. Visualmente se desprende el carácter obsesivo del director para conseguir siempre la perfección en todo. Esta enamorado de las líneas, la simetría, de formas definidas para crear encuadres a los que no se les puede achacar nada. Ni tan solo un uso del angular que deforma la imagen porque lo hace de un modo bello, calculado y siempre con la intención de abarcar la acción o los detalles que le interesan.
Además, Geoffrey Unsworth crea un diseño de fotografía igual de excepcional en el que predominan los tonos blancos con luces suaves sin apenas atisbos de sombras; otorgando a la imagen un tono limpio y perfecto que por otra parte expresa una frialdad y lejanía a modo de espejismo de unos seres humanos cada vez más apáticos. Cabe mencionar también los excelentes efectos especiales creados por, entre muchos otros; Douglas Trumbull; Con Pederson y Wally Veevers. ¿Como puede ser que tras casi 50 años todos los artificios parezcan tan reales? No hay un gran trabajo solamente a la hora de recrear efectos especiales, es también (y sobretodo) en los momentos que ayudan a componer planos con unas perspectivas imposibles.
Una suma de talentos
Talento desbordado y la búsqueda de la perfección en todos y cada uno de los departamentos artísticos es seguramente la respuesta más acertada; y nosotros como espectadores solo podemos dar las gracias por ese esfuerzo inhumano. Por otra parte, Ray Lovejoy es el encargado de un trabajo de montaje, como no, excepcional. La cadencia es pausada. Muy pausada. Se podría decir que hay un mayor ritmo interno otorgado en rodaje que de un montaje más preocupado en acompañar su ritmo; crear puntos de vista o desarrollar las ideas de la premisa a partir de un montaje ideológico que realza la ambigüedad buscada el director.
Stanley Kubrick es uno de esos directores raros que son capaces de crear maravillas en cada género cinematográfico. Eran los años 60 cuando se le metió a la cabeza la idea de rodar una película de ciencia ficción tras ver el potencial que el género ofrecía y por suerte dio con Arthur C. Clarke; un escritor con unas ideas cerebrales idóneas para su carácter. Desarrollaron una premisa que permitía adentrarse en temas como la evolución del ser humano (con una durísima crítica hacia nosotros), el existencialismo; la creación de inteligencia artificial; las consecuencias de toparse con vida extraterrestre; la colonización del espacio; desarrollado de un modo más expresivo que narrativo, enseñando en lugar de explicándonoslo.
Conclusión de 2001: Una odisea del espacio
De bien seguro que no es una obra para todos los paladares, y habrá muchos que aborrecerá el ritmo y otros que la clasificarán de pretenciosa. Bien puede serlo. Por eso tildarla de obra maestra seguramente sería poco apropiado. Sin embargo «2001: Una odisea del espacio» es una película necesaria para el medio cinematográfico por todos los logros artísticos que consiguió. Supone la cúspide de un director de una visión y perfección inhumanas. Es una película que merece ser contemplada y percibida en todos los niveles; conformándola en uno de esos casos excepcionales que justifican el cine como arte.