Una de hombres y dioses
En «Batman v Superman: El amanecer de la justicia«, el mundo ya conoce a Superman (Henry Cavill). Tras los acontecimientos de «El hombre de acero» (Zack Snyder, 2013) ha estado salvando vidas y actuando por el bien general porque él, con todos sus poderes, se mueve únicamente por lo que considera ser lo correcto. Sin embargo, sus buenas acciones tienen daños colaterales de las que no se responsabiliza, y entre intereses políticos diversos, agendas ocultas de personas recelosas y una batalla apocalíptica que luchó en medio de la ciudad de Metrópolis, no son pocos los que lo proclaman como un falso dios.
Uno de ellos es Bruce Wayne (Ben Affleck), multimillonario de la ciudad de Gotham que por las noches toma el manto del temido vigilante conocido como Batman, y que ha jurado terminar de una vez por todas con el proclamado salvador tras presenciar como la mencionada lucha supuso la destrucción de un edificio suyo con algunos amigos todavía en su interior. Otra parte igual de obsesionada con su destrucción es Lex Luthor (Jesse Eisenberg), otro multimillonario, aunque esta vez proveniente de Metrópolis, cuya inteligencia solo se ve igualada por sus señales de demencia.
Es probable que Batman y Superman sean dos de los superhéroes más icónicos que ha ofrecido el mundo de los cómics, y es por eso que se produjo un tremendo aplauso cuando Zack Snyder confirmó este cara a cara de los dos titanes como su siguiente proyecto detrás de las cámaras con David Goyer como guionista. Más adelante, tras el anuncio de Affleck como el nuevo Batman, se incorporaría Chris Terrio para reescribir el guión.
Superman hundido
El guión, la base del texto dramático y narrativo que lo conforma como una de las piezas más importantes del séptimo arte junto a la dirección y el montaje. Y en “Batman v Superman: El amanecer de la justicia” suceden muchas cosas. Demasiadas cosas. Tenemos la presentación del nuevo Bruce Wayne / Batman como protagonista, se nos presenta a Superman más como un icono que un personaje propiamente dicho a través de la mirada de la población, se introduce a Lex Luthor como una persona de virtudes turbias.
Además, se hace un discurso sobre hombres y dioses, se crítica el papel del superhéroe y vemos como estos lo afrontan, los personajes tejen complots complicados, y además hay todo un abanico de personajes secundarios que también buscan tener su momento de gloria o que sirven de mera introducción para los planes corporativos de la Warner Bros para lanzar su propio universo de superhéroes.
La problemática real de este mejunje de ideas no es que no pueda hacerse satisfactoriamente, sino que se requiere una capacidad de síntesis tanto a nivel textual como visual que no está al abasto de todos, y desgraciadamente no nos encontramos con un caso donde esto se de. Lo cierto es que aquí tenemos una narrativa desastrosa de principio a fin. Una en la que las cosas suceden por motivos aparentemente aleatorias y sin ninguna sensación real de causalidad.
Tren descarrilado
A pesar de su larga duración (¡dos horas y media!), el director se pierde con tanta idea y ninguna de ellas termina teniendo un desarrollo trabajado o coherente. Esto conlleva una pérdida de interés en lo que está sucediendo y, sobretodo, en el conflicto principal de la película descrito en su título. Este termina decepcionando por dos motivos: no está suficientemente justificado, y la supuesta batalla deja mucho, mucho, que desear, tanto por duración como por contenido. Momentos buenos los tiene, para qué negarlo, pero no cumple ni en épica, ni en desarrollo, ni en espectacularidad. Mucho menos en cuanto a intercambio dialéctico -muy importante en estos casos- o en la resolución del conflicto.
En cuanto al resto de la película, durante su primera hora y media somos sometidos a escenas –la mayoría de las cuales no sobrepasan el minuto- donde nos exponen las intenciones anteriormente mencionadas de un modo tan desordenado y aleatorio que termina perdiendo todo el impacto que deberían poseer. Hacia el final de la película, uno ya no sabe muy bien que está visualizando.
Lo peor de todo ello es que la película tampoco cumple a nivel de entretenimiento. Los efectos especiales son tan malos que quitan toda emoción, la puesta en escena de Snyder es tan pobre que le cuesta encontrar buenos momentos. El exceso audiovisual termina extenuando –en el mal sentido- con un abuso de los compases compuestos, sorprendentemente, por Hans Zimmer y Junkie XL, músicos que crean temas buenos como “A Beautiful Lie” o “Day of the Dead”, pero que en general ofrecen un trabajo poco agradable para el oído.
Más estilo que historia
Visualmente nos encontramos con una imagen tan digitalizada que se convierte en antiestética. Snyder y el director de foto Larry Fong parecen haberse contentado con poner filtros encima de la imagen. En el mejor de los casos tan solo se le puede encontrar algo de gusto en algún encuadre puntual. El director se pierde en su búsqueda de imágenes impactantes y se olvida de todo lo demás.
Al final, poco importa que Ben Affleck ofrezca una genial interpretación de Batman / Bruce Wayne suficientemente separada de iteraciones pasadas, o que él protagonice casi todo lo bueno que ofrece la película. Poco importa que Henry Cavill haya hecho lo mismo con su interpretación de Superman, aguantando todo el drama de la historia en sus hombros con una confianza que ayuda a hacer creíble a su Clark Kent / Superman / Kal-El. Incluso se puede salvar a Eisenberg en su inusual aproximación a Lex Luthor. Esto es, la de un multimillonario juvenil tan inteligente como perturbado que, aunque funciona y es interesante sobre papel, tiene un desarrollo y unos motivos poco definidos que sumados a la mala dirección de Snyder convierten al actor en una víctima más de una mala ejecución.
Sus gallos y tics particulares terminan molestando, y aunque el actor parece entregado a su personaje, no parece suficiente para sobrepasar la pobre habilidad de Snyder para dirigirlo. Por la pantalla pasan muchos actores carismáticos con más que rellenar que aportar, como Amy Adams (que hace grande a un personaje que poco aporta), Laurence Fishburne (ídem) o Diane Lane, quien debería haber tenido más minutos en pantalla. Al final poco importa el gran casting que tiene, porque el resultado final deslustra todo lo bueno que ofrece.
Simplemente decepcionante
“Batman v Superman: El amanecer de la justicia” va más allá de ser una mala película y consigue además ser una producción increíblemente decepcionante considerando los dos iconos con los que juega. Además, lo que es peor, termina aburriendo. Se puede hablar de una decepción solamente comparable a la de “Star Wars: Episodio I – La amenaza fantasma” (1999) que George Lucas dirigió hace ya casi dos décadas y que dividió a todos sus fans. Mucho tienen que cambiar las cosas si los responsables detrás de esta película pretenden que acudamos en masa a ver sus películas de superhéroes, porque ahora mismo la situación no podría estar peor.