Un regreso bienvenido
Han pasado nueve años desde el estreno de “Oz: Un mundo de fantasía” (2013), la última película de Sam Raimi. Se pueden contar trece años desde “Arrástrame al infierno” (2009), su último título de terror al más puro estilo “Terroríficamente muertos” (1987). Fue hace quince años cuando hizo una última incursión en el género superheróico con “Spiderman 3” (2007). “Doctor Strange en el multiverso de la locura” llega ahora marcando un tardío regreso al cine del genial director, tomando el testigo de Scott Derrickson tras “Doctor Strange” (2016).
Desde el estreno de “Iron Man” (Jon Favreau, 2008), son muchos los directores que han pasado por la maquinaria del tándem Marvel Studios / Disney. Con la variedad de realizadores, es normal que los resultados individuales sean de lo más dispares. Algunos de ellos no llegan a terminar sus películas. Otros lo consiguen aunque sin pasar de lo funcional. De ellos, tan solo unos pocos consiguen sobresalir, aportando valores propios. Afortunadamente, para esta secuela de las aventuras del mago místico, Raimi no solo consigue aportar de su propia personalidad, sino que además firma una de las películas de superhéroes más endiabladamente entretenidas en mucho tiempo.
La acción arranca con el personaje titular, Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), despertándose de una pesadilla en la que es perseguido por un demonio. Muy a su pesar, el presente donde se levanta le depara algo incluso peor: asistir a la boda de Christine Palmer (Rachel McAdams), la mujer a la que ama. No tardará en volver a su vida superheroica cuando le toque enfrentarse a una criatura sobrenatural. Algo oscuro y demoníaco amenaza el mundo. En busca de ayuda, Strange se reunirá con una hechicera especialmente dotada: Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen). En el camino conocerán a América Chávez (Xochitl Gómez).
Como un niño en el parque
En muchas cosas, “Doctor Extraño en el multiverso de la locura” aúna lo mejor del cine de Sam Raimi. Por una parte, la indeleble huella de sus aportaciones al cine de superhéroes antes de la llegada de Marvel Studios. Recordando que el paso de Raimi por el género empezó con “Darkman” (1990), fue realmente con “Spiderman” (2002) y, sobretodo, “Spiderman 2” (2004), donde marcó el camino para lo que tendría que venir. El poder como responsabilidad hacia los demás, la dificultad de compaginar una vida normal con los poderes únicos, la alineación social… Estos elementos ya estaban en aquellos films y están presentes en ésta secuela.
Agravado ahora por un personaje principal que, a diferencia del Peter Parker de Tobey Maguire, es un alineado social incluso antes de conseguir sus súper poderes. En su egocentrismo y arrogancia, no le es fácil relacionarse con los demás. A falta de saber como vivir en el mundo, parece como si la única salida fuera “limitarse” a defenderlo. En este caso, de cualquier fuerza mágica o demonio que pueda aparecer.
Por otra parte, encontramos aquí a un director de lo más juguetón en su vertiente fantastique. En “Doctor Strange en el multiverso de la locura” encontramos libros malditos, mansiones góticas, doppelgängers, posesiones y otros recursos típicos del género. Recursos que el director de “Darkman” ya había utilizado en su emblemática trilogía de Evil Dead. Si bien no inventa nada nuevo, o no hace nada que no hubiera hecho antes, resulta de lo más atractivo y entretenido volver a verlo desarrollado en pantalla.
Todo ello en su conjunto deja entrever a un autor con su propio mundo y fantasía. Y también a alguien pasándoselo en grande mientras materializa en pantalla todas sus ideas.
El equipo de Doctor Strange en el multiverso de la locura
A todo ello se le tiene que sumar todo un apartado audiovisual destacable. Desde la música de un Danny Elfman reencontrándose con el director, hasta un diseño de producción que pasa de lo psicodélico, a lo pintoresco o a lo gótico según la necesidad del momento. Tiene un montaje dinámico y lleno de buenas ideas por parte de Bob Murawski y Tia Nolan. En este aspecto, la concisión narrativa resulta especialmente destacable en el primer acto de “Doctor Strange en el multiverso de la locura”.
Por su parte, Raimi aporta una puesta en escena muy por encima de la media en el género, y deja entrever a un director pasándoselo en grande desarrollando tanto las escenas de acción como los momentos más terroríficos. Es especialmente destacable como Raimi afronta las escenas de acción: en lugar de epatar con excesos de CGI, se decanta en su lugar por un suculento desarrollo de situaciones. Así, el cineasta recupera también un tipo de pulso narrativo e ingenio en las secuencias de acción fuera de lo común en este tipo de producciones. Ello supone un soplo de aire fresco en un estudio que tiende a lo genérico y/o a lo excesivo cuando se trata de desarrollar la acción.
Por otra parte, nos encontramos con un elenco generalmente redondo. Desde un Cumberbatch cuyo magnetismo en pantalla ya es incuestionable, a una Elizabeth Olsen que se convierte en centro y corazón de la película. Demuestra un gran rango interpretativo, tras haber hecho en gran trabajo anterior en la miniserie de televisión “WandaVision” (2021). Los secundarios, como Gómez, McAdams o Benedict Wong como el entrañable Hechicero Supremo Wong; son más funcionales en la historia, pero cumplen de sobras.
Arrástrame al infierno
Aún con todas sus cosas buenas, está lejos de ser una película redonda. Al fin y al cabo, seguimos hablando de un producto que forma parte de un algo mucho más grande. En su condición de capítulo, tiene algunos de los males de la mayor parte de películas de este MCU: la sensación de ser una presentación de algo que todavía está por llegar. O escenas enteras que poco -o nada- tienen que ver con el resto de la película, pero que sirven para que el palco aplauda.
Por otra parte, falta desarrollo en los dramas más personales. Estos son quizás de lo más flojo del conjunto, pues, dada su naturaleza más serializada, los personajes no pueden terminar de tener ningún arco concreto. El guion de Michael Waldron abusa de la exposición en muchos sentidos. El desarrollo de la narración no siempre tiene mucho sentido, y da la sensación de que las mejores aportaciones a la historia son cosecha propia del director.
Además, cabe la posibilidad de que el personaje interpretado por Xochitl Gómez, así como toda su trama, quizás formen parte de una película muy diferente de la que viven el resto de personajes… Aunque esto es un discurso complicado de desarrollar, porque de otro modo ya estaríamos hablando de una película diferente en algunos aspectos.
La soledad de los superseres
Resultan destacables algunos temas a los que apunta la historia. La aceptación de la realidad de uno mismo, de lo que se es y de lo que se tiene. El autoengaño y la soledad. La felicidad es complicada, y el mundo perfecto no existe… Todos ellos no dejan de ser discursos interesantes e incluso relevantes en la actualidad.
Con todo, “Doctor Strange en el multiverso de la locura” es fácilmente una de las mejores películas de todo este universo de Marvel Studios. El que lo sea más por las aportaciones de su propio director que por las ideas propias de la casa es bastante indicativo del camino a seguir en futuras producciones. Eso si, si se atreven a confiar en el potencial individual de cada personaje.
Sea como sea, se trata de un muy digno retorno de Sam Raimi a la dirección, una cinta hartamente entretenida, y una secuela muy superior a la regulera entrega original dirigida por Scott Derrickson.