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Buscando a Dory (Andrew Stanton & Angus MacLane, 2016)

21/06/2016
Buscando a Dory imagen destacada

Buenas secuelas

¿Quién dijo que segundas partes nunca fueron buenas? Estamos ante un nuevo ejemplo de que por difícil que parezca, una secuela, spin off, o cómo uno prefiera llamarlo, si que puede ser buena, e incluso mejor que la primera, a pesar de que ésta se llevara el Óscar a la mejor película de animación en 2003. «Buscando a Dory» consigue plantarte una sonrisa de oreja a oreja desde el primer minuto. Te arrancar más de una carcajada, y sales del cine con la satisfacción de haberlo pasado realmente bien.

La historia, que sucede una año después de los acontecimientos de «Buscando a Nemo» (Andrew StantonLee Unkrich, 2003), empieza descubriendo los orígenes de la pequeña Dory, una pececilla extremadamente adorable que pierde a su familia. Y, tras mucho tiempo deambulando para reencontrarse con ella, acaba tropezando con Marlin, justo en el momento en el que éste pierde a su hijo, para acabar formando una nueva vida en el arrecife de coral con los peces payaso.

Imagen de Buscando a Dory
Imagen de Buscando a Dory

Vida que transcurre con relativa normalidad hasta el día en el que, sorprendida por unos nuevos recuerdos sobre sus padres, decide volver a cruzar el océano para encontrarlos. Viaje que emprende junto a Marlin y Nemo, empezando una nueva odisea. Con la ayuda de unas centenarias y conocidas tortugas, logran plantarse en el Instituto de Vida Marina (MLI) de California, un acuario y centro de recuperación de especies marinas, donde Dory cree poder encontrar a su familia.

Recuérdame…

A diferencia de la primera, que nos encandilaba con los encuentros y descubrimientos de los personajes en su travesía transoceánica, «Buscando a Dory» transcurre en el complejo acuático de California, lugar en el que conoceremos a “viejos” amigos del pez cirujano color azul y otros nuevos que la ayudarán a conseguir su propósito.

Entre ellos destacan Hank, un pulpo o “septopulpo”, como lo llama Dory, un poco cascarrabias y experto en camuflaje que la ayudará a atravesar las instalaciones hasta el lugar dónde están sus padres; Destiny, una ballena muy miope avergonzada por su aparente incapacidad de nadar bien; Bailey, una ballena beluga obsesionada con que su sonar biológico está estropeado, e incluso Fluke y Rudder, una pareja de leones marinos tan perezosos como agresivos con quién intenta invadir su espacio en la roca en la que se asientan, y que al igual que las gaviotas de Buscando a Nemo, ponen su granito de arena para el progreso de la historia.

Imagen de Buscando a Dory
Buscando a Dory, de Andrew Stanton & Angus MacLane

El viaje de Dory

En cualquier caso, la protagonista, tal y como indica el título de la película, es Dory. Un pez feliz y optimista dónde los haya que sufre pérdida de memoria a corto plazo hasta el punto de olvidar a su familia (aunque no lo sentimientos hacia ellos). Este motivo la empuja a desafiar toda lógica para embarcarse en una nueva y loca travesía.

Un viaje sustentado en la idea de poder recuperar a su padres. Un sentimiento que lo puede todo y le permite ir superando cualquier obstáculo a pesar de su recurrente pérdida de memoria.

Un problema que está presente a lo largo de la película, y que aunque Dory lo lleva con aparente normalidad, en algún momento (y de manera fugaz) deja de ser una particularidad “divertida” para dar paso a la cara más amarga de la realidad.

A pesar de todo, curiosamente nunca olvida hacia dónde va. No sabe como llegar. Sin embargo, se deja guiar por su intuición y los recuerdos que le asaltan a medida que avanza, dándole pistas sobre el camino a seguir. Al mismo tiempo, nos cuentan nuevos detalles sobre los orígenes de Dory y sus padres, Jenny y Charlie (quienes guardan cierto parecido con el carácter protector de Marlin) que nos ayudan a comprender mejor al personaje.

Imagen de Buscando a Dory
Imagen de Buscando a Dory

Conclusiones

«Buscando a Dory» es muy parecida a «Buscando a Nemo«. Repiten los personajes principales, ambos buscan un familiar perdido y durante el camino conocen a diferentes especies que les ayudan a llegar a buen puerto.

Visualmente luce igual de bien, aunque la segunda haya mejorado en algún aspecto gracias a la tecnología actual, pero se le podría achacar falta de originalidad, escasez de escenarios marinos (la única novedad es el Bosque de Algas Marinas), que el ritmo de la película sea calcado al de la primera o que algunas apariciones sean muy limitadas. Todos ellos, y alguno más, posibles motivos para desmerecer el nuevo trabajo de Disney · Pixar. Pero la verdad es que estamos ante una historia nueva, con la que profundizamos en la vida de uno de los personajes más entrañables de la factoría y que, durante casi 100 minutos, nos hace sentir como niños y creer que con ilusión (y determinación) todo es posible.

Buscando a Dory huye de la lágrima fácil y rebosa optimismo. Y lo más importante, consigue que te sumerjas en la historia y te olvides de todo lo demás. Así que, ¿Qué más se puede pedir?.