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Ernest y Célestine (Benjamin Renner, Stéphane Aubier & Vincent Patar, 2012) | Crítica

30/10/2022
Ernest y Célestine imagen destacada

Fábula para todas las edades

¿Puede el cine de animación encandilar tanto a niños como a adultos? Es una línea complicada que tan solo algunos estudios de animación han conseguido lograr. Nada de ello tiene relación con un contenido no apto para los más pequeños, ni mucho menos. Simplemente, los adultos pueden apreciar una lectura que aquellos, en el mejor de los casos, tan sólo percibirán. Pixar por parte de occidente y Ghibli por parte de oriente pueden ser sus máximos exponentes. Hay sin embargo toda una escuela de cine de animación en Francia, no tan popular, que también puede entrar en el mismo paquete. Ahí entraría “Ernest y Célestine”, una película dirigida por Stéphane Aubier, Vincent Patar y Benjamin Renner, basada en unos libros infantiles de Gabrielle Vincent.

En ella se nos presenta un universo donde ratones y osos conviven tanto como pueden. Los primeros viven en un mundo subterráneo y los otros en la superficie. Aunque habitan en el mismo pueblo, viven atemorizados del contacto mutuo debido a historias que cada sociedad cuenta de generación en generación, como si en su folklore solo hubiera cabida para cuentos de terror. Los pequeños roedores se aventuran al exterior en busca de los dientes de los osos, dado que son reemplazos de sus incisivos. Por su parte, los osos viven en una comunidad conservadora y capitalista, donde predomina la ley del más fuerte.

Es en este contexto donde entran sus dos personajes principales: la pequeña Célestine, una ratoncita amante de la pintura; y Ernest, un oso holgazán amante de la música. Ambos seres, rebeldes a su propio modo, dejarán atrás sus diferencias cuando encuentren todo lo que tienen en común entre ellos, y lo poco que tienen con sus propias sociedades.

Imagen de Ernest y Célestine
Imagen de Ernest y Célestine

Osos y ratones

Los cuentos tradicionales y las fábulas siempre han gozado de premisas y elementos simples, pero muy efectivos. Considerando que están pensados para los niños, tampoco cabe complicar la situación más de lo necesario. El punto principal es que su moraleja se pueda entender con facilidad para “intentar” educar a sus jóvenes espectadores. En “Ernest y Célestine” se da una vuelta de tuerca a la figura del ratoncito Pérez, quitándole el punto fabulístico a favor de una crítica al capitalismo, que parece controlar todos los estamentos sociales. Solo es necesario prestar atención a cómo se describe el núcleo familiar de una familia de osos convencional: la madre vende dulces a los niños para que se les pudran los dientes y tengan que ir a la clínica dental de enfrente, propiedad del marido.

De este modo, “Ernest y Célestine” narra cosas importantes sobre temas normalmente considerados complicados: los prejuicios, la soledad, los estamentos sociales, la amistad, la lucha contra un sistema rígido y sus reglas prehistóricas, la ayuda al prójimo… Bajo una apariencia inocente, en realidad se busca una seriedad desenfadada. Aunque muchas de ellas sean ideas complicadas, los autores se las apañan para para ir exponiéndolas con delicadeza para que cada tipo de público puedan entenderlas, a su modo.

A lo largo de la narración se nos van presentando las idiosincrasias de cada sociedad con simples pero efectivos brochazos. Además, pese a sus cortos 80 minutos, hay espacio para jugar con varios géneros, como el terror, el cine judicial, las persecuciones, el drama y la comedia. Sin duda, la historia no pierde ni un solo momento en trivialidades. Todo va enfocado a fortalecer la historia que se quiere contar.

Fotograma de Ernest
Fotograma de Ernest

La animación de Ernest y Célestine

Con una animación en constante fluidez, “Ernest & Celestine” se trata de una película de una calidad prácticamente de diez. La imagen conserva la esencia de un trazo borroso, con una importancia de los tintes planos de la acuarela. Se difuminan los contornos de los elementos para centrar la mirada en lo esencial y dar una ilusión de cuento en movimiento. Recordando el estilo de relatos para niños (como aquél en el que se basa la película), se realza lo plástico en sus decorados de color pastel. Se trata de un estilo que se amolda a la sensibilidad de cada momento narrado. Desde lo tierno a lo monstruoso, de lo íntimo a lo más desproporcionadamente expresivo. De lo realista de su universo, a una brillante escena a mitad de la narración donde prepondera lo expresionista y lo onírico.

Si toda la película se ve redondeada por una banda sonora de lo más entrañable, es precisamente en los momentos más expresionistas donde la música de Vincent Courtois brilla con más fuerza. Ahí está ese tema titulado “From Winter to Spring”. Se juega con sus temas principales – como la bella “The Ernest & Celestine Song”- para una elipsis temporal simplemente perfecta.

La música y las voces completan la elegancia de esta película, cuya combinación de inocencia y seriedad llegan a un público de todas las edades. Con diálogos de Daniel Pennac, basados por supuesto en el original de Vincent, se consigue el humor y la fragilidad de unos personajes extraordinarios.

Ernest y Célestine
Ernest y Célestine

Una oda a la animación tradicional

Para los que todavía disfruten de la animación tradicional, «Ernest y Célestine» es de lo mejor realizado en la última década. Y también de lo mejor realizado en cualquier fecha. Sus responables saben muy bien que tipo de film quieren hacer, y son consecuente con ello. Toda la propuesta existe y se moldea a partir de su propia moraleja, sin tenerla como un estorbo a imponer en la historia para justificar su naturaleza de cuento. Es un relato inocente sobre el amor, la amistad y la vida. Sobre encontrar lo positivo incluso en las peores situaciones (atención a los minutos finales de la película, aunque requiera conocer los orígenes del proyecto para entenderlo mejor).

Se trata, en resumen, de una obra autoral. De creadores apasionados por el medio con el que trabajan. Donde lo minimalista y lo detallado sustituyen lo sobrecargado de las producciones animadas más modernas. Entra además entre otros títulos de animación francesa muy recomendables como «Persepolis» (Marjane SatrapiVincent Paronnaud, 2007), «El ilusionista» (Sylvain Chomet, 2010), «La tortuga roja» (Michael Dudok de Wit, 2016) o «El malvado zorro feroz» (Benjamin Renner & Patrick Imbert, 2017).

Imprescindible.