El hijo, una producción de James Gunn
Poco se puede discutir que a James Gunn le gusta darle la vuelta al género de los superhéroes. En la memoria queda esa subversión a los clichés titulada “Super” (2010), un título que se atrevió a ir mucho más lejos que otra producción parecida y coetánea: “Kick-Ass” (Matthew Vaughn, 2010). A pesar de no haber tenido mucha repercusión mediática, fue uno de los motivos por los que Marvel Studio decidió ficharlo para el tono más canalla que buscaban en “Guardianes de la galaxia” (2014).
“El hijo” no cuenta con la dirección de James Gunn, para ello se ha contratado al hasta ahora desconocido David Yarovesky. Sin embargo, y al igual que siempre se ha asociado a Tim Burton con “Pesadillas antes de Navidad” (Henry Selick, 1993) o muchas producciones de Amblin a Steven Spielberg, el título en cuestión lleva el sello de Gunn por todos los fotogramas. Además, es probable que también influya que los guionistas sean Brian y Mark Gunn, ambos familiares del director de “Slither: La plaga” (2006).
Retorciendo el mito
La historia se puede resumir como uno de esos populares what if que siempre han existido en el mundo de los cómics. ¿Y si Superman fuera un monstruo cuya llegada a la Tierra tuviera motivos oscuros? Así, la narración arranca cuando el matrimonio Breyers adopta a un bebé que encuentra dentro de una nave espacial estrellada cerca de su granja. Deciden llamarlo Brandon y criarlo como si fuera un terrestre convencional. Sin embargo, en las vísperas de su doceavo aniversario, el chico empieza a sentir una fuerte atracción hacia el granero de la familia desde donde salen unas voces de los más siniestras, que solo él parece ser capaz de escuchar.
Este tipo de vuelta de tuerca a un género que parece vivir anclado es de lo más bienvenido. En los últimos años hemos podido ver casos en los que se ha intentado alejarse de las pautas convencionales de éste tipo de películas, como ahora bien “Logan” (James Mangold, 2017), esa gran sitcom que es “Thor: Ragnarok” (Taika Waititi, 2017), la excelentísima “Glass” (M. Night Shyamalan, 2019), pese a que difícilmente se pueda comparar con otros títulos del género, o “Venom” (Ruben Fleischer, 2018), título que busca conseguir cosas parecidas a ésta “El hijo”. En el limbo resta por ahora “Los nuevos mutantes” de Josh Boone, donde pretendían trasladar los X-Men al cine de terror psicológico, aunque, tras tantos retrasos y problemas, el contenido difícilmente será más terrorífico que la misma idea de ponerse uno a verla.
Superman
Tiene una premisa, cuanto menos, interesante. El desarrollo toca las convenciones propias de las historias de orígenes tan de moda ahora mismo, pero, en lugar de centrarse en la historia de crecimiento personal de un outsider o de un personaje traumatizado, se decanta más por el cine de terror, casi como si de una producción de Blumhouse se tratara. Así, Yarovesky retrata el niño como el monstruo que Superman podría haber llegado a ser en las historietas originales. Lejos de quedarse solamente en eso, el director llena la película de iconografía del cine de brujería y de posesiones, reemplazando la simbología religiosa, de vudú o parecidos, por lo extraterrestre. Y también por lo concebido por la imaginación de un crío.
Forma parte de la gracia de la película, ver un concepto conocido, querido y simbólico transformado a algo totalmente grotesco. Más que su razón de ser, es su mayor (¿y única?) virtud y el motivo para darle una oportunidad, porque “El hijo” no ofrece mucho más aparte de la vuelta de tuerca a la figura de Clark Kent / Superman. Siendo conscientes de ello dan unos justos 91 minutos de metraje para no estirar más de lo necesario ni rellenar con dramas que resten a la experiencia.
La película va a lo que va, y se beneficia por ello.
Una gamberrada entretenida
Porque, por otro lado, la película no destaca mucho en sus aspectos más técnicos o de dirección, y además resulta aplastantemente previsible, de principio a fin. Si hay algo que funciona bien aparte de la premisa, son los actores Elizabeth Banks y Jackson A. Dunn, y su relación materno filial. ¿Hasta dónde puede llegar el amor de una madre hacia su hijo? De querer encontrarle un corazón a la historia, lo más factible sería tirar de ese hilo.
Lo que queda de esto es una propuesta gamberra, divertida y un tanto truculenta, para que negarlo, pues no solamente se nota el James Gunn superheroico, sino también el de “Slither”, aquél que se regocija en los aspectos más viscerales, como ya hiciera también, por otro lado, en “Super”. Es un buen entretenimiento, efectivo en un modo simple, que bien podría haber cuajado en una de esas maratones golfas que el Festival de Sitges ofrece cada año. Quizás por esto probablemente llegará tan solo a aquellos espectadores más conocedores del género, o los que busquen un entretenimiento más incorrecto de lo habitual. Todos los demás seguramente no encontrarán nada para ellos.