Adaptación de un clásico de la literatura
“Es algo más que una afición”, comenta el doctor Vollin (Bela Lugosi) en un momento de la narración cuando habla sobre su amor hacia la obra del imprescindible autor Edgar Allan Poe. En su caso, efectivamente, se puede considerar más una obsesión que una afición, y eso es reflejo del peculiar carácter que echará a perder al por otra parte brillante cirujano. Dirigida por Lew Landers, “El cuervo” es una adaptación muy libre tanto del relato homónimo del escritor americano como de parte de su obra, pues no adapta tanto una historia sino los temas de los que habla: la obsesión, la tortura, la venganza, la muerte o la (auto)perdición.
La historia empieza con un accidente de coche que hiere gravemente a la famosa bailarina Jean Thatcher, hija de un férreo juez. El prometido de la víctima, Jerry (Lester Matthews), decide que el mejor modo de salvarla es llevándola a un retirado cirujano reconocido por su genialidad: el doctor Richard Vollin, quien acepta tras rechazar la oferta inicialmente. El planteamiento se complica cuando el interés de Jean para agradecerle al doctor que la haya salvado la vida provoca que éste termine enamorándose de ella, surgiendo así una obsesión enfermiza. Ante ello, el juez intentará apartarlo de su hija. Enfadado y ofuscado por ello, Vollin manipulará al convicto Edmond Bateman (Boris Karloff) para poder quedarse con ella.
Partiendo de una buena base
Hay algo destacable en el guión de David Boehm, y es el trepidante ritmo otorgado que no deja ni un segundo sin suceder algo importante. «El cuervo» dura poco más de una hora, hecho que ayuda a que el contenido de la historia esté perfectamente ajustado a su duración. También llama la atención los niveles de sadismo alcanzados considerando que se trata de una producción del 1935, y es que a parte de los mencionados temas de la obra de Poe, Boehm adapta además el tono macabro sin tapujos del escritor y los potencia con elementos puramente visuales.
Por otra parte, hace otro buen trabajo en la caracterización de los dos personajes importantes de la producción, el doctor Vollin y el convicto Edmonton, interpretados respectivamente por Lugosi y Karloff, dos actores de legendaria reputación que saltaron a la fama interpretando a dos de los monstruos más populares de la literatura: Drácula en “Drácula” (Tod Browning, 1931) y Frankenstein en “El doctor Frankenstein” (James Whale, 1931), respectivamente.
Las trayectorias de ambos actores se cruzarían ya no solamente en «El cuervo«, sino además en “Satanás” (Edgar G. Ulmer, 1934), dónde cambiaran los roles de héroe y villano –aunque siempre bajo el mismo manto tétrico-, o “El hijo de Frankenstein” (Rowland V. Lee, 1939), formando de este modo una de las parejas actorales más carismáticas del cine americano.
Lugosi & Karloff
El personaje de Vollin es monstruosamente vil. A pesar de su reputación como cirujano, sus intereses recaen más en la destrucción que en la sanación, y utiliza sus conocimientos para aprender a mutilar, preferentemente tras una buena sesión de tortura. También se ve plagado de un narcicismo que le hacer creer estar por encima de los demás seres humanos. La elegancia propia de Lugosi juego a su favor, y su sonrisa maníaca y seductora redondea su personaje. Por otra parte, Karloff nos es presentado como todo lo contrario a Vollin. Perseguido por un pasado oscuro, ahora busca salvación en el doctor, y lo que vemos en la narración es como éste se aprovecha del otro.
Los gruñidos del actor junto a su actuación corporal recalcan el aspecto monstruoso y torturado del personaje, y no son pocos los momentos en los que parece interpretar nuevamente a la famosa criatura concebida por Mary Shelley. Finalmente, se puede considerar una simple víctima de las circunstancias y cuesta no ponerse de su lado a pesar de saber de dónde viene. Se puede decir que Bateman es todo lo opuesto a Vollin: el primero es impulsivo, poco inteligente y bruto; mientras que el otro es cerebral, inteligente y elegante. Se podría decir que mientras que uno termina siendo así por ignorancia, el otro lo hace por placer, y eso es lo que lo convierte en alguien todavía más repugnante.
Empaque visual
A nivel visual «El cuervo» se sirve de una atmosfera que juega mucho con las sombras y los contrastes, y de una atmosfera gótica muy apropiada considerando las raíces literarias en las que se basa. Los fondos utilizados tienen un aire a serie B que funciona bien con el tono dramático de la historia, con científicos locos y asesinos vagabundos. Aunque la planificación de Lew Landers se limita a un papel puramente funcional, tiene la gran baza de tener de por medio todas las construcciones realizadas que le dan un gran atractivo a la imagen. La película utiliza además piezas de música clásica compuestas por Linszt, Tchaikovsky o Bach que terminan de redondear la producción.
Fascinación por la sugestión
El terror en “El cuervo” tiene un carácter más sugestivo y visual que visceral o efectista. No hay más monstruo que el mismo ser humano, y bajo esta idea se desarrolla un guión en el que se invierten los roles de lo que cabría esperar de cada personaje, y se produce una malsana sensación de desconfianza al poder vaticinarse lo que está por venir. Porque a pesar de que el final se puede predecir, no quita que el trayecto sea menos disfrutable, sobretodo gracias a las figuras carismáticas del dúo protagonista y del guión de Boehm. Muy recomendable.