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El verano de Kikujiro (Takeshi Kitano, 1999) | Crítica

18/03/2023
El verano de Kikujiro imagen destacada

Un asunto de familia

Parece que en el cine japonés siempre ha habido un interés para explorar las dificultades de su propia sociedad. Sobretodo en lo que respecta a lo relacionado al concepto de familia. Desde películas fundamentales como “Cuentos de Tokio” (Yasujiro Ozu, 1953), hasta dramas sociales más contemporáneos como “Nadie sabe” (Hirokazu Kore-eda, 2004) o “La casa del tejado rojo” (Yōji Yamada, 2014). Takeshi Kitano es otro nombre que seguía dicha tendencia, si bien se alejaba de los dramas costumbristas más habituales para hacerlo con otros registros más de su agrado. Como los thrillers policiacos –“Sonatine” (1993)-, dramas de mafiosos –“Brother” (2000)-, cine de samuráis –“Zatoichi” (2003), u otras más enfocadas hacia la comedia más melancólica. Como la entrañable y conmovedora “El verano de Kikujiro” (1999).

Masao (Yusuke Sekiguchi) es un niño que vive solo con su abuela. Cuando empieza la narración, es el comienzo del verano. El colegio ha terminado y todos sus amigos ya se han ido de vacaciones. En su soledad, Masao encuentra por casualidad una foto de su madre, a la que decidirá ir a buscar. Encontrará en su enigmático vecino, un antiguo Yakuza (Takeshi Kitano), un compañero de viaje de lo más particular.

Imagen de El verano de Kikujiro
Imagen de El verano de Kikujiro

El cine según Takeshi Kitano

La filmografía de Takeshi Kitano está compuesta por películas de gran diversidad. Pese a ello, hay algunas temáticas que se han mantenido constantes en muchas de ellas. Como la importancia de la familia, los vínculos de pareja, conflictos con los yakuzas… Que el tono general de sus películas fuera, al menos durante toda la década de los 90, más bien austero y dramático, no hace más que resaltar lo particular de una propuesta como ésta. Anteriormente ya habría probado con la comedia –“Gettin Any” (1994)-, y más adelante le seguirían bizarradas como “Aquiles y la tortuga” (2008). Ninguna de ellas estaría entre las películas más recomendables del director. La paradoja llega cuando la extraña mezcla entre el drama, la comedia, la ternura y la extravagancia de “El verano de Kikujiro” se dan la mano para cohesionar en una de las mejores películas del director japonés.

A lo largo de su trayectoria, Kitano ha mantenido un estilo generalmente simple y austero. No suele hacer virguerías con la cámara. Prefiere dejarla tranquila, plantada en el trípode, para que todo el trabajo lo hagan el encuadre, los actores, el sonido y la música de Joe Hisaishi, a la que entraremos más adelante. En sus películas la acción respira para dejar que los personajes -y los espectadores- sientan cuanto va sucediendo en la narración. A su vez, Kitano apuesta por lo poético, la parsimonia y la melancolía. Todo ello con puntos de humor para no caer en un melodrama exacerbado. Es posible que “El verano de Kikujiro” sea su película más tierna y entrañable hasta la fecha. A pesar de la profunda tristeza de la historia, Kitano consigue irradiar de sus imágenes una gran alegría, gracias a distintos momentos de gran absurdez.

Fotograma de El verano de Kikujiro
Fotograma de El verano de Kikujiro

Cruzada a través de Japón

Con una hábil mezcla de comedia -a veces negra- a base de sketches, Kitano se asoma al absurdo del mundo, a su crueldad, pero también a su humanidad. La vida se convierte entonces en un gran campo de juegos que se observará de forma diferente según el punto de vista. Con un montaje elíptico, una narración fragmentada y una gran confianza hacia los personajes, el director de “Zatoichi” (2003) se erige como gran narrador. Así, la película se plantea como una road trip a través de Japón, en busca de la madre del joven protagonista.

Durante el camino se irán topando con distintos personajes de lo más pintorescos que se convertirán en compañeros de viaje y de fatigas, para el divertimento de Masao y de los espectadores. Durante el camino, los personajes van pasando de localización a localización, ajustándose -como bien van diciendo durante el metraje a modo de gag- al presupuesto que tienen para su odisea. Para ellos resulta igual de válido hospedarse en un hotel de cinco estrellas que en un campo perdido en mitad de la nada. Lo que importa es el viaje y la compañía mútua. La presencia del mar ha sido otra constante importante en el cine de Kitano. Lo ha utilizado como metáfora de liberación, de sanación o de reflexión. En el caso de “El verano de Kikujiro”, es precisamente en una playa donde se produce el mayor punto de inflexión de la narración.

Yusuke Sekiguchi y Takeshi Kitano
Yusuke Sekiguchi y Takeshi Kitano

Dos corazones

A medida que pasan tiempo juntos, el personaje interpretado por Kitano no puede evitar verse reflejado en el pequeño Masao. Ambos resultaran siendo personajes abandonados por la sociedad. Viendo la tristeza de su pequeño compañero de viaje, el exyakuza le tomará bajo su protección y moverá cielo y tierra para arrancarle una sonrisa. Pasará de tener una actitud egoísta a adquirir una actitud paternal. Su personaje se revela como uno complejo y ambiguo. Es una persona nerviosa, violenta y grosera. A primera vista, una mala influencia para Masao. Junto a él, en el hieratismo del pequeño protagonista y su expresión seria, se intuye una mayor madurez de la que debería. A lo largo del verano, Kitano enseñará a su joven compañero a desprenderse de sus preocupaciones, y a vivir la infancia como debería cualquier niño.

Así, la sorpresa viene cuando se invierten los roles: el niño se convierte en espectador de alguien tan divertido como irresponsable. Se podría decir que Kitano encuentra aquí un personaje hecho a su medida. Pues encuentra el equilibrio del dramatismo visto en sus roles anteriores -a destacar la muy recomendable “Hana-bi. Flores de fuego” (1997)-, y un sentido del humor que remite a la absurdez del mítico programa “Humor amarillo”, del que Kitano fue responsable.

Algunos de los personajes que aparecen durante la narración
Algunos de los personajes que aparecen durante la narración

Binomios de cine

Steven Spielberg y John Williams. Sergio Leone y Ennio Morricone. Robert Zemeckis y Alan Silvestri. Tim Burton y Danny Elfman. Federico Fellini y Nino Rota. David Lynch y Angelo Badalamenti. Todos ellos tuvieron o han tenido prosperas colaboraciones en el cine, entrando en una simbiosis en la que la música se convertía en indispensable para el conjunto de la película. Lo mismo se puede llegar a decir de Takeshi Kitano y Joe Hisaishi.

Compositor conocido especialmente por sus colaboraciones con el estudio de animación Ghibli, si bien puede que no llegue a la versatilidad de algunos de los otros nombres antes mencionados, se alza como un gran compositor de piezas de piano. Su obra, así como la música de “El verano de Kikujiro” tira de orquesta, pero aun así siempre hay una predominancia del uso del piano. El leit motiv de la película consiste en unas pequeñas notas de piano que resumen perfectamente todos los sentimientos que se reflejarán durante la narración.

Sería el caso del tema principal, muy apropiadamente titulado “Summer”. Será un tema recurrente en el resto del álbum. Con las variaciones necesarias para el momento de la historia. Ningún otro tema lo ejemplifica mejor que “The Rain”, un tema que pasa de lo triste, a lo nostálgico y finalmente a la alegría. Casi seis minutos de canción en la que no sobra ni un solo segundo. Otros temas destacables serían “Kindness” y “Angel Bell”.

Yusuke Sekiguchi y Takeshi Kitano
Kitano y Sekiguchi

¿Una película ideal para el verano?

Muchos consideran “El verano de Kikujiro” una película ideal para disfrutar durante el verano. Tiene el encanto y las localizaciones perfectas para ello. Además de tener lugar durante esa misma estación. Es posible que sea así.

Sea como sea, en todo caso la película es un canto a la vida, a la inocencia y a la generosidad. Es un título lleno de comedia, drama y un tipo de fantasía que en este mundo solo puede existir en la ingenua mente de un niño. Y aquí Kitano lo materializa mediante distintos recursos plásticos y sonoros.

A pesar de la tragedia innata de la historia, es complicado no terminar la película con una gran sonrisa en la cara. Parecida a la que tienen los personajes al final del viaje. En resumen, una película simplemente imprescindible.