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Armageddon Time (James Gray, 2022) | Crítica

21/11/2022
Armageddon Time imagen destacada

Retorno al pasado

James Gray es uno de los mejores cineastas estadounidenses en activo ahora mismo. En su haber ha podido hacer aquello tan difícil y al abasto de tan pocos realizadores: pasar de un género cinematográfico a otro con gran versatilidad. Manteniendo además unos rasgos identitarios propios de un modo de hacer, y de entender, el cine. Así, tras haber pasado por thrillers como “La otra cara del crimen” (2000), dramas íntimos como en “Two Lovers” (2008), aventuras clásicas en “La ciudad perdida de Z” (2016) o la ciencia ficción más vintage en “Ad Astra” (2019); Gray decide volver a un cine más urbano en “Armageddon Time”. Un biopic personal, siguiendo la moda actual por parte de directores de plasmar en pantalla su propia infancia o adolescencia. La historia es la que sigue.

En unos Estados Unidos republicanos en plena época Reagan, Paul Graff (Banks Repeta) es un preadolescente de gran ingenio y creatividad, cuyas pulsiones rebeldes no son más que fruto de su corta edad. Vive en una familia norteamericana de clase media claramente unida, pero tan imperfecta como cualquier otra. En su inconsecuencia juvenil, desoirá los consejos de su familia, con quien tiene problemas para conectar en lo personal, para perder el tiempo con su amigo Johnny Davis (Jaylin Webb). Una disparidad de situaciones pondrá a prueba su carácter y le llevarán a tener que lidiar con situaciones para las que no está para nada preparado.

Johnny Davis (Jaylin Webb) y Paul Graff (Banks Repeta)
Johnny Davis (Jaylin Webb) y Paul Graff (Banks Repeta)

El fin de una era

Es importante el carácter de cine clásico que abraza James Gray a la hora de armar sus propias películas. Toda su filmografía destila una sobriedad y una puesta en escena clásica en el mejor sentido de la palabra. Esto es, sin florituras, virtuosismos, ni cualquier artificio que pueda distraer de una conceptualización de la realización puramente terrenal. Así, sus relatos, al igual que su puesta en escena, son tan directos como contundentes. No muestran muchas concesiones al espectador, y se limita a representar en pantalla los hechos, buenos o malos, de un modo seco y verídico. En el cine de Gray, no se vanaglorian ni se vilifican los hechos; ni tampoco hay subrayados dramáticos excesivos en busca de manipularnos emocionalmente.

Si resulta importante destacar esas virtudes de su cine es porque un relato tan costumbrista y personal como “Armageddon Time” bien podría haber caído en lo relamido o lo sensacionalista. Pero en todo su buen hacer, Gray consigue imprimir una verosimilitud en la representación de las idiosincrasias de la familia Grass que hacen que todo cuanto se ve en pantalla se sienta como algo muy cercano.

A lo largo de su metraje, la narración irá tocando diversos temas como lo complicado de conseguir -y de mantener- el sueño americano. Se nos narrará y mostrará las injusticias y prejuicios de una sociedad todavía en fase de maduración, y también un racismo que va más allá del color de la piel. La situación social y política con la que se encuentra Paul serán claves para que finalmente pueda erigirse como la persona que quiere ser y para comprender que en la mano de su generación está el poder para arreglar todo cuanto hay que mejorar.

Esther Graff (Anne Hathaway) y Irving Graff (Jeremy Strong)
Esther Graff (Anne Hathaway) y Irving Graff (Jeremy Strong)

Cosas de familia

Si el entorno externo son factores importantes para el desarrollo del joven protagonista, también lo es el entorno más próximo que vive en su hogar. De este modo, en “Armageddon Time” tenemos a Esther Graff (Anne Hathaway), quien desprende tanto amor hacia su hijo como incapacidad para entender sus necesidades reales. Ted Graff (Ryan Sell) es el hermano mayor. En su posición, abusa tanto de su hermano pequeño como lo protege cuando es necesario. El padre, Irving Graff (inmenso Jeremy Strong, en el mejor personaje e interpretación de la película), un tanto alejado de las complicaciones hogareñas, aunque siempre receptivo cuando se le necesita. Tanto para momentos entrañables con sus hijos cuando les hace reír; como también los más terroríficos cuando le toca reprenderles.

Al otro lado del espectro estaría el Aaron Rabinowitz de Anthony Hopkins. Su personaje destaca de los otros por una representación más idílica. Desdibujado quizás por el recuerdo personal que Gray pueda conservar, es la viva representación del recuerdo que se puede tener de los mejores rasgos de un abuelo. Su papel es puro corazón y bondad. Es la voz de la razón de toda la familia y, por tanto, el pegamento que los mantiene unidos. Es un personaje sin fisuras. En sus rasgos más rebeldes y a contracorriente del pensamiento contemporáneo, es la única persona que consigue conectar y comprender a Paul.

«‘Armageddon Time’ se centra en el concepto del relevo generacional. De aprender de todo lo bueno -y lo malo- del pasado para intentar construir un futuro mejor. Lo que queda, en resumen, es un relato finalmente duro, cruel y que remueve el estomago. Pero también precioso y revitalizador a pesar de todo. Una de las películas más bonitas en lo que llevamos de año.»

Gray, quien además de dirigir escribe el guion, presenta unos personajes maravillosos en todas sus contradicciones. Siendo la mayor de ellas la que se produce en la desconexión de Paul respecto a su familia: un artista en potencia en medio de una familia obrera con problemas para llegar a final de mes, pero con acceso a recursos para dar a sus hijos la mejor educación posible. Es sintomático de toda la película la ironía de, en cierto momento, ver a Irving quejarse del éxito del partido republicano con su mentalidad conservadora, para luego enviar a su hijo pequeño a una escuela elitista regida por, ni más ni menos, que la familia Trump.

Esther con su padre, Aaron Rabinowitz (Anthony Hopkins)
Esther con su padre, Aaron Rabinowitz (Anthony Hopkins)

Preservar la memoria histórica

Yace en esa última idea una de las cosas más interesantes de “Armageddon Time”. Si bien es cierto que el personaje principal vive su propio arco de maduración, siguiendo la fórmula típica de cualquier coming of age, reducir toda la propuesta de James Gray a ello sería injusto y reduccionista. Se podría decir que el cineasta va un paso más allá y se centra en el concepto del relevo generacional.

De aprender de todo lo bueno -y lo malo- del pasado para intentar construir un futuro mejor. De entender lo que no funciona en un status quo determinado para no aceptarlo con los brazos cruzados. Para no caer en un círculo vicioso, e intentar aspirar a una existencia más comprensiva, bondadosa, y simplemente mejor. Para uno mismo, los allegados, y para toda una sociedad. La vida puede ser injusta, y es importante saber que a veces solo se puede aceptar lo que le ha tocado a uno. Pero también lo es saber cuando dar un paso hacia el lado cuando el camino planteado solo conduce a reincidir en los problemas de siempre.

Lo que queda, en resumen, es un relato finalmente duro, cruel y que remueve el estomago. Pero también uno precioso y revitalizador a pesar de todo. Una de las películas más bonitas en lo que llevamos de año. A manos, además, de uno de los cineastas en activo que más necesita ser reivindicado.