Saltar al contenido

Harry Potter y el prisionero de Azkaban (Alfonso Cuarón, 2004)

20/02/2019
Harry Potter y el prisionero de Azkaban imagen destacada

La magia, la imaginación desatada de J.K. Rowling y los personajes entrañables que vamos conociendo tanto en «Harry Potter y el prisionero de Azkaban» como a lo largo de la serie son el gran atractivo con el que la creadora de este universo enganchó a millones de lectores. Sin embargo, seguramente es otro factor el que finalmente fuera definitivo para que esas historias quedaran grabadas a fuego en los corazones de todos ellos, y que incluso a día de hoy sigan enganchando a nuevos adeptos, por encima de otras sagas parecidas: su dimensión más humana.

Ya desde «Harry Potter y la piedra filosofal» (2001), las aventuras de Harry Potter están impregnadas de distintos valores como la amistad, la fuerza de la familia o la virtud de la humildad. Además, trata distintas injusticias sociales que consiguen crear proximidad a unas ideas salidas de conceptos puramente fantásticos. Al final, esto conforma el corazón y alma, y la misma razón de ser, de estas novelas.

Corazón y alma Dickensiana

Como todo buen héroe Dickensiano, Harry es un huérfano. Es tan solo su corazón de oro lo que le permite aceptar sin demasiadas protestas la vida miserable que le ha tocado vivir en casa de sus tíos Vernon y Petunia Dursley (Richard Griffiths y Fiona Shaw). Al no haber conocido a sus padres, cualquier imagen o detalle sobre ellos se convierte en un regalo caído del cielo que guarda como oro en paño para poder sobrellevar su día a día. Aunque esta idea está presente a lo largo de toda la serie, nunca había sido más cierta e importante que en “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”, donde adquiere su mayor dimensión dramática, y puede que también trágica.

Ron, Hermione y Harry
Ron, Hermione y Harry

Insultado y utilizado por sus tíos, Harry (Daniel Radcliffe) decide largarse de casa a pesar de su clara falta de medios para poder subsistir. Aunque conseguirá volver con sus amigos Ron Weasley (Rupert Grint) y Hermione Granger (Emma Watson), la alegre reunión se verá empañada cuando le comuniquen que ha escapado de la prisión de Azkaban uno de los más peligrosos seguidores del desaparecido e infame Voldemort, un asesino en serie trastornado llamado Sirius Black (Gary Oldman).

Cambio de tono

Ésta nueva adaptación marca varias novedades importantes en la franquicia. La más importante, Chris Columbus cede el testigo de la dirección a Alfonso Cuarón. Aunque éste terminaría siendo más conocido por películas como “Hijos de los hombres” (2006) o “Gravity” (2013), algunas de sus primeras películas tienen un tono más fabulístico como “La princesita” (1995) y “Grandes esperanzas” (1998). Siendo ésta una adaptación libre de unas de las novelas más populares de Charles Dickens. Así, el director mexicano imprime en la película un sello muy particular, definitivamente distinto al de Columbus, teniendo siempre por delante sus preocupaciones para con la historia que quiere contar.

Atrás queda el tono navideño de las dos primeras entregas. Cuarón abraza por completo una idea presentada en ellas: que el universo mágico donde viven los personajes está tan lleno de maravillas como de peligros, conviviendo a veces puerta en puerta, uno al lado del otro. Con esta idea en mente, el director de “Roma” (2018) establece una atmósfera ominosa. Un sentimiento de un mal inexorable que, haga lo que se haga, terminará llegando. El director lleva la franquicia al terreno de una fantasía terrorífica, donde lo maligno es tan palpable como la magia a la que los personajes son capaces de acceder.

Gary Oldman es Sirius Black
Gary Oldman es Sirius Black

Cuento Halloweenense

En este aspecto, y entrando quizás en detalles demasiado concretos, resultan especialmente fascinantes escenas como la llegada de Harry a un parque oscuro y solitario durante la noche, donde las sombras podrían albergar cualquier tipo de monstruo. También su aterrizaje a un hostal de magos habitado por seres y personajes como salidos de comics folletinescos de terror de los años 60. Se trata de una ambientación puramente Halloweenense que se ve acentuada con la que es una de las secuencias más sugerentes y bellas de la película (y de toda la franquicia) por sus elementos puramente iconográficos. No de éste universo particular, sino de la ficción fantástica-terrorífica: la llegada al castillo de Hogwarts en mitad de la noche.

Empezando por el viaje en el tren, en una escena donde el tiempo parece congelarse para presentar a una de las criaturas más terroríficas creadas por Rowling. Seguida por la llegada final a un castillo azotado por una lluvia incesante donde no falta espacio para cuervos encima de postes de señalización. Escena que encabalga con una canción a coro (“Double Trouble”, pero todavía no toca hablar de la música de John Williams) llena de picaresca y malicia. Todo ello culmina con un monólogo misterioso proferido por un personaje al que todavía no conocemos del todo bien: Albus Dumbledore (Michael Gambon, sustituyendo a Richard Harris tras su fallecimiento).

¡Absolutamente delicioso!

Dando vida al mundo mágico

Hay una atención al detalle inaudita en las dos entregas anteriores. Es loable que el cineasta no quedara ahogado por la maquinaria corporativa esperable de superproducciones como ésta. En “Harry Potter y el prisionero de Azkaban” se deja entrever la predilección de Cuarón hacia los planos secuencia. Pero a diferencia de los excesos gratuitos que podemos ver en “Gravity”, aquí está todo más contenido. Está más medido para acomodar la cámara y toda la puesta en escena a la narración, aprovechando de paso para subrayar que estamos en un universo fantástico al llevar la magia a lo más cotidiano.

Michael Gambon en Harry Potter y el prisionero de Azkaban
Michael Gambon en Harry Potter y el prisionero de Azkaban

Ello resulta en unos planos secuencia que pasan más desapercibidos, pero que quizás dejan mejor sabor de boca que los vistos en futuros trabajos del director. Con ello consigue sacar lo mejor de sus actores. Tanto los que ya conocíamos (el trío protagonista está mejor que nunca) como las nuevas incorporaciones: Oldman, Gambon y David Thewlis como el profesor Remus J. Lupin. Este acabado final se extiende a las ideas del realizador para hacer avanzar la historia. Para hablar de ello es necesario entrar en el trabajo de adaptación.

Mayor flexibilidad

En esta ocasión existe una mayor confianza en el poder de la narración visual. Hay más flexibilidad a la hora de trasladar las paginas a imágenes, sin el encorsetamiento trabado por temor a ser infiel al original. Esto mejora mucho el ritmo de la película y permite tener una mejor estructuración global. Además, se toma la libertad de crear unas transiciones originales con las que plasmar el paso del tiempo a lo largo del curso y los cambios de tono necesarios para hacer avanzar la historia. Además, al tener la película un conflicto más personal para Harry, y menos apocalíptico para el mundo mágico, permite dar un mayor enfoque a los miedos, inseguridades e ilusiones del joven protagonista.

Igual de interesante es el trabajo de fotografía de Michael Seresin. Hoy en día parece existir la confusión de equiparar una imagen monocromática o poco saturada con una mayor madurez o seriedad dramática, cuando lo único conseguido habitualmente es afear la imagen.

David Thewlis en Harry Potter y el prisionero de Azkaban
David Thewlis en Harry Potter y el prisionero de Azkaban

Harry Potter y el prisionero de Azkaban” tiene una imagen más oscura, granulosa y contrastada que sus predecesoras. Es una decisión que acompaña, incluso no tanto al crecimiento de los personajes, sino al propio tono de cuento de terror juvenil. A pesar de ello sigue teniendo colores vibrantes. Imágenes como algunas de las comentadas, u otras que llegarán mucho más avanzada la narración, dan fe de la personalidad diferente de la película.

John Williams

Esa creatividad juguetona de Cuarón también contamina la música de John Williams. El compositor no solo escribe la mejor de sus tres partituras para la franquicia, sino además crea uno de sus mejores trabajos realizados en este nuevo siglo XXI. El maestro utiliza sonoridades muy diversas para acompañar las distintas situaciones que viven los personajes, empezando por “Lumos!”, donde remezcla el tema principal de la franquicia, para luego dar paso a dos temas tan diferentes como son “Aunt Margie’s Waltz” y “The Knight Bus. El primero es un vals divertido que acompaña un momento poco agradable en realidad. Con el otro, crea un tema esquizofrénico con toques de jazz. Son dos temas de gran energía y frenetismo, diferente a lo que escucharemos más adelante en “Apparition on the Train”, una canción directamente terrorífica que acompaña perfectamente ese track tan particular titulado “Double Trouble”.

Aquí tenemos una canción que bien puede pasar como una versión oscura de su emblemático tema principal para “Solo en casa” (Chris Columbus, 1990). Aparte, supone un Williams estrafalario quizás desaparecido desde los días de “Las brujas de Eastwick” (George Miller, 1987) –partitura que, por cierto, precede al Danny Elfman alocado que todos conocemos-. Así, durante la composición se van alternando otras sonoridades, a destacar los tonos etéreos de los coros celestiales de “The Patronus Light”, las flautas e instrumentos medievales de “The Portrait Gallery” y “Hagrid the Professor”, o el dinamismo aventurero de “The Werewolf Scene” y “The Whomping Willow and The Snowball Fight”. Sin embargo, por encima de estos, son dos los temas que se llevan la palma: “Buckbeack’s Flight” y “A Window to the Past”.

Alan Rickman en Harry Potter y el prisionero de Azkaban
Alan Rickman en Harry Potter y el prisionero de Azkaban

A Window to the Past

El primero acompaña perfectamente la acción del momento. Conecta el movimiento con la emoción y efusividad que debe sentir Harry durante la escena, y terminando en unas simples notas para el aterrizaje. “A Window to the Past” es el gran leit motiv de la película. Te mete de lleno en el contexto medieval del castillo de Hogwarts, y, siendo el tema dedicado a los padres del protagonista, es el nexo del gran anhelo del joven protagonista que finalmente da sentido al drama principal de la historia. Es un tema tan inocente y puro como melancólico y triste. Maravilloso de principio a fin.

Desafortunadamente, éste sería la última colaboración de Williams en la franquicia. Aunque esto sería una lástima, al menos podemos afirmar que se fue por la puerta grande. Para terminar la escucha, Williams cierra con el tema “Mischief Managed!”, una suite donde aparecen los tracks más importantes.

Prácticamente inmejorable

Cada película es un mundo. Es importante valorarlas en sus propios términos, para la bueno y para lo malo. En lo que concierne al cine de aventuras infantil/juvenil, pocos títulos son más redondos que ésta “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”. Equilibra bien todos los elementos que se pueden esperar de ella: humor, acción, mucha imaginación, personajes entrañables y buen misterio. Incluso se puede discutir que como película funciona mejor como unidad independiente que como una entrega de una macrosaga. Sin embargo, no es nada de eso lo que alza la película como imprescindible, sino aquello que finalmente hace mover los hilos de la historia: el afán de un niño pequeño por aferrarse a la idea de una vida alejada de la miseria que le ha tocado vivir.