Multiplicando las proporciones
Colin Trevorrow concibe «Jurassic World» con gran cariño y un sentimiento nostálgico muy arraigado a la misma conceptualización de la película. Jurassic World es un parque temático administrado por Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) dedicado a los dinosaurios. Tiene miles de visitas diarias y unos sistemas de seguridad tan medidos que parece imposible cualquier contratiempo que pueda poner en peligro el funcionamiento de las instalaciones o a sus visitantes. Pero el público, cansado ya de haber visto cientos de veces los mismos «bichos», quiere más. Algo más grande. Algo más terrorífico, algo más…. En fin, más de todo.
Esto toma la forma del Indominus Rex, un dinosaurio mutado por la intervención humana. Ante esto, el investigador y ex-marine Owen Grady (Chris Pratt) advertirá a los encargados del peligro de lo que están haciendo. Sin embargo, se trata de un experimento acunado por primeras y terceras partes con fines bien distintos. Así, Claire tendrá que lidiar con las exigencias de su inversor Simon Masrani (Irrfan Khan), las de Vic Hoskins (Vincent D’Onofrio), el jefe de seguridad de una compañía rival; y finalmente con el cuidado de sus dos sobrinos de visita en el parque: Zach (Nick Robinson) y Gray Mitchell (Ty Simpkins).
Una película llena de nostalgia
Dicho esto, el punto nostálgico viene dado no solo por las múltiples referencias a la película que inició la franquicia, que es «Jurassic Park» (Steven Spielberg, 1993), si no por la aproximación del director a la hora de abarcar la película (cuyo target principal parecen ser aquellos que vieron en su día el film original de Spielberg, más que los niños), y el hecho que el guión parece en si mismo un remake de la primera entrega de la serie. La película dedica un buen tramo de la historia a mostrarnos las maravillas del parque, con los mencionados guiños más o menos escondidos a la primera película, a parte de presentarnos a los personajes principales.
Trevorrow se preocupa para que los espectadores presenciemos con asombro los seres creados por los investigadores del parque. Intenta sorprender a los más pequeños, y probablemente toca la fibra sentimental a los ya no tan niños que creyeron en los dinosaurios cuando los vieron por primera vez hace ya más de dos décadas. Se apoya también en una partitura compuesta por Michael Giacchino, quién recupera el emblemático tema principal creado por John Williams. El que el director consiga o no sus intenciones dependerá de cada uno. Lo que logra con creces es la sensación de entretenimiento y espectáculo que solo puede ofrecer una cinta de dinosaurios. Además, con tanta subtrama la película no se toma muchos momentos para respirar y encadena escenas que cortan la respiración, otras simplemente espectaculares y algunas otras más dramáticas; todas ellas con diferentes grados de efectividad.
Los personajes principales…
Se podría decir que el director dirige en «Jurassic World» una historia de ciencia ficción como si fuera de aventuras, dándole el ritmo correspondiente al género y poblándolo con sus personajes. Owen es un héroe modelado a la antigua usanza: tipo duro, masculino, mordaz, seguro de si mismo… Casi parece más dinosaurio que los propios animales, con además una relación amorosa de tira y afloja con el personaje de Bryce Dallas Howard. Claire nos es presentado como un personaje remilgado y estirado, aunque los acontecimientos de la película la obligarán a desmelenarse y demostrar lo que vale. Sus interacciones tienen un tono anacrónico, más bien típico de producciones pulp de otra década del cine, hecho que les da un punto de lo más atractivo.
Si bien Howard resulta igual de formidable en todos los momentos, Pratt funciona a medias tintas. Actor de rebosante carisma, aquí se esfuerza para dar intensidad y fuerza a un personaje sobrado de todo ello, y confunde ambos conceptos con una inmutable cara de circunstancias. Mucho peor es la sensación que más que un personaje te están vendiendo descaradamente un héroe de acción al que adorar. Sin embargo, la pareja funciona como dúo protagonista y sus interacciones, siempre bajo terreno hartamente explorado, son simpáticas.
… y los secundarios
Del resto de actores, resultan destacables Irrfan Khan como dueño del parque, en un papel de empresario aniñado más preocupado por el disfrute de sus atracciones que de los números; y Jake Johnson como Lowery Cruthers, operador informático nerd de la sala de control con un aire buen rollero y bonachón. La pareja de críos tienen una subtrama innecesaria y excesivamente melodramática, y, como personajes, están muy poco definidos. Tienen una finalidad más parecida a la de avatar del mismo público (nosotros) que de personajes propiamente dichos. Los demás simplemente cumplen correctamente con su función.
Una aventura falta de riesgo, pero entretenida
A veces los efectos especiales cantan demasiado. En su búsqueda de lo nostálgico, peca de fan service y el guión es un tanto facilón en general. «Jurassic Park» supuso un hito en el cine por ser la primera vez que se representaban los dinosaurios de un modo tan realista. En los 22 años transcurridos hasta ahora, ese factor primerizo ha desaparecido completamente y tanto industria como público piden siempre algo más. Algo más grande. Más extremo. Más… De nuevo, de todo. Obviando todo esto, Trevorrow apuesta igual y sabiamente por el factor majestuoso de la premisa en lugar del extremista. Crea el Indominus Rex a modo de meta crítica y dirige «Jurassic World» con suficiente energía como para hacerla un entretenimiento en mayúsculas que además cimienta la franquicia como imbatible en el terreno cretácico.