Viviendo en la sombra de un gigante
¿Qué tienen en común “El Padrino II” (Francis Ford Coppola, 1974), “El Imperio contraataca” (Irvin Kershner, 1980) o “Spiderman 2” (Sam Raimi, 2004)? Todas ellas son secuelas generalmente consideradas superiores a sus predecesoras. Es un logro que todavía cuesta de conseguir. Las segundas partes suelen limitarse a repetir formula, pero aumentado las dosis de aquello que hizo especial a su predecesora. Como, por ejemplo, en “El regreso de la momia” (Stephen Sommers, 2001). Ocasionalmente se apuesta por el cambio cuando una película parece no dar más de si. Sucedería en “Aliens: El regreso” (James Cameron, 1986) o “Los renegados del diablo” (Rob Zombie, 2005). A veces, las continuaciones vienen de películas de tal repercusión mediática que, aún buscando la diferencia, y ser muy dignas pese a ser inferiores, parecen casi condenadas a caer en una cierta indiferencia. Ahí está “Hannibal” (Ridley Scott, 2001). Y también “El mundo perdido”.
El año 1993 llegó al mundo “Jurassic Park”, adaptando una novela de Michael Crichton. Con ello, Steven Spielberg crearía (de nuevo) uno de los títulos comerciales más importantes de la historia del cine. 30 años más tarde, sigue siendo una película insuperable en lo suyo, homenajeada, e imitada en distintos aspectos. Y no sin razón. Aunque los dinosaurios ya habían sido plasmados en el celuloide, jamás se habían representado con el grado de realismo visto en ella. Considerando su éxito, y que Crichton escribiría una novela continuando los sucesos de su “Parque jurásico”, una continuación del film era prácticamente inevitable. A pesar de no ser especialmente amante de dirigir segundas partes, Spielberg volvería a la dirección para un estreno el año 1997.
La palabra es “evolución”
En “El mundo perdido” han pasado algunos años desde el fiasco vivido en “Jurassic Park”. La historia gira alrededor de Ian Malcolm (Jeff Goldblum), quien viaja a la isla Sorna. Es una isla cercana a la de Nublar, vista en la entrega anterior. Su misión es ir en busca de su novia Sarah Harding (Julianne Moore), quien se encuentra allí estudiando el comportamiento de los dinosaurios en su hábitat natural.
Con esta premisa, Spielberg vuelve a unirse con David Koepp para adaptar libremente la novela homónima de Michael Crichton. Tras el éxito de la película original, lo fácil y seguro seguramente hubiera sido repetir esquema y entregar un proyecto lo más parecido posible a ella. Sin embargo, muy inteligentemente deciden que eso no hubiera tenido mucho sentido. La experiencia de ver a los dinosaurios por primera vez con ese grado de realismo, ese tipo de sense of wonder, simplemente no podía repetirse. Probablemente hubiera sido un movimiento fallido. Esto sucedería, viva la ironía, décadas más tarde con “Jurassic World” (Colin Trevorrow, 2015), con resultados inferiores en todos los aspectos.
¿Qué hacer entonces? Lo que puede quedar en su defecto, y teniendo de referentes a King Kong, Julio Verne o Arthur Conan Doyle; es el relato de aventuras en su estado más puro. Así, Spielberg y compañía optan por aislar a un grupo de personajes en un lugar exótico lleno de peligros que sortear. Con los dinosaurios de por medio y un carismático plantel de personajes, se genera la sensación de entrar en terreno desconocido, donde el peligro pueda salir de casi cualquier sitio. En este sentido, “El mundo perdido” es un auténtico éxito.
Simplemente el mejor
Poco más se puede decir a estas alturas de Steven Spielberg. Ha demostrado tener un manejo de la cámara, un ojo para la puesta en escena y un control sobre el ritmo narrativo al abasto de muy contados realizadores. No son pocos los que lo consideran simplemente el mejor de todos los tiempos cuando se habla de pura narrativa visual. Sus habilidades han sido capaces de manipularnos, en el mejor sentido de la palabra, para llevarnos de la mano hacia donde él desea. A veces, para tapar las carencias del guion con el que trabaja.
Bien. Dicho todo esto, lo cierto es que “El mundo perdido” parece una película hecha con una cierta desgana. Le falta algo más de ingenio en su puesta en escena. En como se va presentando la acción y las distintas situaciones. En resumen, el trabajo se siente como un Spielberg menor. Menor, sin embargo, dentro de una filmografía llena de cimas y de películas que bien se pueden considerar lecciones de cine. Decir que Spielberg, incluso a medio gas, es mejor que la gran mayoría de directores habidos es testimonio del talento ante el que nos encontramos.
Así, el director de “En busca del arca perdida” (1981) vuelve a regalarnos grandes momentos del cine. Sin entrar en muchos detalles, se puede destacar toda la secuencia entera dentro de unas caravanas. Brilla con vida propia una set piece donde coches y dinosaurios corren juntos. Unos en el papel de presa, y los otros de cazador. Todo ello, mientras se van presentando algunos personajes clave para la narración. Además de otras escenas que remarcan el tono aventurero, u otras de tinte más terrorífico.
La industria de la luz y la magia
Por supuesto que todo el trabajo de Spielberg no sería el mismo sin la dirección de fotografía terrenal de Janusz Kaminski o todo el diseño de producción de Rick Carter. Amen de los efectos especiales, todavía insuperables a día de hoy. Se introducen nuevos dinosaurios, y los repetidores lucen todavía mejor que en “Jurassic Park”.
Quizás el guion de Koepp es de lo más flojo del conjunto. Se hubiera beneficiado de alguna vuelta de tuerca para sorprender algo más en el desarrollo de la historia. Aún así, se consigue una buena mezcla de acción, terror, de presentación de personajes y, sobretodo, de aventura. Esta es la razón de ser de la propuesta, y funciona maravillosamente. Por otra parte, el tono de la película se siente más oscuro y menos agradable que en “Jurassic Park”. Quizás debido a la falta de una presencia constante del punto de vista infantil. O quizás porque un tono más oscuro suele ser el cliché de las segundas partes.
Como es habitual, la música de John Williams vuelve a ser uno de los ingredientes más importantes de la función. En este caso predominan los temas dinámicos, con marchas, tonos tribales y de aventura. Ninguno más que la magnífica “Malcolm’s Journey”, que presenta el tema principal del modo más rítmico de toda la BSO. No escatima tonos tenebrosos y de tensión en “Rescuing Sarah”, “The Raptors Appear” o “The Compys Dine”. Cabe destacar también “The Hunt” y “The Trek”. El primero pervierte a su modo el tema principal de la película, y el otro lo reconvierte en un tono puramente ambiental, anímico, donde además se referencia el main theme de “Jurassic Park”. Williams ofrece un trabajo tan redondo como se puede esperar de él.
El grupo de expedición
Una de las mayores virtudes de “El mundo perdido” es su plantel de personajes. Más allá del regreso de un siempre carismático Jeff Goldblum en el papel de Ian Malcolm, son dos de las nuevas incorporaciones los que destacan en el relato. Se trata de los personajes de Pete Postlethwaite, y el de un jovencísimo Vince Vaughn. Ambos configuran las dos caras de una misma moneda. El primero, Roland Trembo, es un cazador en busca de su propia fortuna y gloria -como dirían otros- para convertirse en el ápex predator definitivo. De moralidad gris y cuestionable, es sin embargo portador del mayor sentido común de toda la expedición y demuestra una gran faceta humanista. Increíble e impensable ver algo así en alguna producción moderna.
En las antípodas se encontraría el Nick Van Owen de Vaughn. Documentalista y ecologista radical, pese a sus intenciones más nobles termina siendo el personaje desencadenante de muchas cosas malas que suceden durante la película. Es una personificación clara de los daños colaterales de intentar hacer lo correcto, independientemente de la situación presente. Pese a esto, se trata de otro personaje con cabeza. A pesar de sus diferencias, terminará entendiéndose y encontrando terreno en común con Trembo.
El resto del reparto tiene papeles menos llamativos, pero igualmente carismáticos. Desde una encantadora Julianne Moore, a un Richard Schiff (Eddie Carr) que simplemente cae bien en cuanto lo presentan. Peter Stormare, Harvey Jason o Thomas F. Duffy tienen papeles más testimoniales, pero se demuestra en todos los casos que un actor bien escogido y caracterizado puede hacerte un personaje con tan solo unas pocas pinceladas.
¿Las segundas partes nunca fueron buenas?
Es posible que lo peor de la película sea el haber nacido como una continuación de un título como “Jurassic Park”. Pese a compartir temática, se trata de una propuesta diferente con sus propias virtudes y defectos. De hecho, si hay algo que deba aplaudirse de ella, por encima de lo demás, es el haber sido poco complaciente con el público, y haber apostado por ofrecer otro tipo de espectáculo. Lo diferente, aunque no siempre salga bien, siempre es bienvenido.
En este caso, “El mundo perdido” no cunde tanto como “Jurassic Park”. Pero está muy lejos de ser algo parecido a una película fallida o mediocre. Como hemos apuntado antes, se trata de una gran propuesta de aventura pura. Un entretenimiento de oro. Un espectáculo único que, a pesar de todo, jamás conseguirá salir de la larga sombra proyectada por su predecesora.