El futuro de los X-Men
Para “Lobezno inmortal” (2013) el director James Mangold decidió trasladar la acción a Japón para contar la nueva aventura de Lobezno / Logan, basada en uno de los comics más populares del personaje. Ahora, con «Logan«, hace algo parecido enmarcando el drama en la frontera entre Estados Unidos y Méjico en clave de western. Concretamente, en clave de western crepuscular. Y si es necesario precisar todavía más, intentando capturar el tono desesperanzador propio de las novelas de Cormac McCarthy.
La película enmarca los hechos en el año 2029 –dato en realidad intranscendente salvo para satisfacer a aquellos preocupados por sus universos compartidos-, un futuro distópico en el que los mutantes -personas que nacen con poderes especiales, como seguramente ya sabréis- están prácticamente extintos. Sin embargo, existen grandes corporaciones que intentan crear personas especiales para utilizarlos como armas. Es en este contexto que nos presentan a Logan (Hugh Jackman), antaño un héroe por méritos propios, ahora un autodestructivo conductor de limusina cuyo objetivo es ahorrar algo de dinero para desaparecer del mundo totalmente, llevándose con él a Charles Xavier (Patrick Stewart), la figura paterna en su vida. Por supuesto que todo ello se complicará, y lo hará cuando un cliente le pida que lleve a su hija Laura (Dafne Keen) hasta Canadá.
Logan
Hay dos detalles sobre “Logan” que se han promocionado con especial atención. Primeramente, que en principio se trata de la última película de Jackman cómo Lobezno, y en segundo lugar su calificación para mayores de 18 años. Ésta es una decisión que tomó la Fox cuando se dieron cuenta (¡por fin!) de que podían hacer dinero independientemente de la calificación otorgada tras ver como “Deadpool” (Tim Miller, 2016) se convirtió en la película basada en los X-Men más taquillera hasta la fecha. Si bien ello da para unas escenas de acción más violentas de lo necesario (y a veces directamente desagradables) que, por otra parte, se acomodan a la naturaleza primitiva y salvaje del personaje titular, tras ver la película uno se pregunta si no se podría haber utilizado esa condición para desarrollar la historia hacia territorios un tanto más lúgubres, considerando el contexto en el que nos meten.
No es que la película tenga una mala historia, ni mucho menos, porque la idea de un western con elementos de road movie funciona perfectamente, igual que las relaciones entre el trío protagonista principal. Dicho esto, también es cierto que se hubiera beneficiado de más minutos entre Jackman y Keen durante la segunda mitad del metraje para ahondar en su relación. Porque si la película será recordada por algo más allá de su violencia física, será precisamente por sus actores y personajes.
So long, cowboy…
A estas alturas, Hugh Jackman se ha merecido de sobras todo el reconocimiento que le ha dado este personaje, y se podría decir que ha habido un proceso de simbiosis con Lobezno. En el cine, Hugh Jackman es Lobezno y Lobezno es Hugh Jackman. Pero es en “Logan” dónde el actor ha encontrado el mejor material para dar su mejor interpretación en el papel. Por eso, lo más probable es que sea ésta la película por la que sea recordado tras casi dos décadas en la piel del mutante. Lo mismo se puede decir de Patrick Stewart como Charles Xavier.
No ha tenido tantas apariciones en las películas de la franquicia dado que en algunas de ellas le ha tomado el relevo James McAvoy, pero eso no quita que el veterano actor sea más icónico en este papel que su yo más joven. Stewart muestra aquí otras facetas del personaje: las de un nonagenario consciente de estar viviendo sus últimos días, recluido por un mundo que ni tan solo sabe que existe. Sin embargo, sigue mostrando un enorme espíritu lleno de esperanza y sabiduría.
El tercer gran ingrediente del elenco es Dafne Keen. La pequeña actriz es capaz de mantenerse en firme incluso teniendo dos interpretes de gran magnetismo como Jackman y Stewart gracias sobretodo a su presencia salvaje y silenciosa, y varias sorpresas que depara el guion. Los tres personajes forman un vínculo de familia disfuncional, unida por las circunstancias. Puede que no sea un planteamiento muy original, pero funciona bien. El resto del reparto cumple su función perfectamente, aunque es posible que se hubiera beneficiado de un villano de perfil más duro que el de Boyd Holbrook, a quien le toca interpretar a un mercenario sureño en busca de la pequeña Laura.
A medio camino entre los superhéroes y el western
El mayor logro de la película es el tono que Mangold consigue para la narración. Quiere crear un sentimiento de desesperación, de tristeza, ante un desenlace sabido por todos pero del que nadie quiere hablar. Más allá de las habilidades del director a la hora de planificar, más funcional que memorable en este caso, es en la creación de este tono particular para la película donde Mangold excede y triunfa de sobras.
Puede que acentuado por lo comentado antes sobre la calificación para mayores de 18 años, el director consigue crear un mundo interno austero, decadente, con antihéroes marginales y malditos que esperan la muerte con los brazos abiertos. Todo ello presentado por una foto de John Mathieson sucia, granulosa y quemada que pide a gritos ser vista en un versión en blanco y negro (que parece ser toda una realidad según Mangold), aunque sea para escapar de teal & orange predominante, a pesar del naranja crepuscular.
Es debido a esto que el director, que tiene en sus espaldas películas interesantes como “Identidad” (2003), “En la cuerda floja” (2005) o “El tren de las 3:10” (2007), se puede permitir el lujo de codearse entre los realizadores que más han aportado al cine basado en el comic de superhéroes como Richard Donner, Tim Burton, Bryan Singer o Christopher Nolan.
Un soplo de aire fresco
Hay un detalle que es importante destacar además de todo lo expuesto hasta ahora: “Logan” supone un refrescante punto y aparte en el estancado género de superhéroes actual. El éxito de Marvel Studios ha supuesto una generalización del concepto de universo cinematográfico compartido incluso en producciones que no tienen nada que ver con los superhéroes. Esto ha comportado una serie de cuestiones altamente preocupantes en el blockbuster contemporáneo: una aparente mayor preocupación de tener una buena cohesión narrativa entre películas del mismo sello que en hacer, simplemente, una película memorable; y la repetición de fórmulas a modo de plantillas a la hora de desarrollar películas en las que se van repitiendo los mismos errores.
En el caso concreto de Marvel, que ya empieza a mostrar signos de cansancio, se pueden poner de ejemplo dos de sus últimos estrenos: “Ant-Man” (Peyton Reed, 2015) y “Dr Extraño” (Scott Derrickson, 2016), dos películas que, con la excusa de tratarse de películas de orígenes, siguen el mismo esquema narrativo que en “Iron Man” (Jon Favreau, 2008), repitiendo así sus mismos errores.
Y mejor no hablar de Warner Bros con sus franquicias de DC Cómics. ¿Qué es lo que destaca entonces en “Logan”? Haber querido hacer con ella una película única, individual, alejada de cualquier tipo de responsabilidad corporativa que pueda cortar las alas al equipo creativo. Y es posible que solo por eso “Logan” ya merezca ser vista por todos los fans del género. En realidad este es un criterio que la propia Fox ya aplicado en muchas de sus películas basadas en los mutantes, pero es aquí donde han logrado su mejor película.
En resumen…
El tiempo pondrá a “Logan” en su lugar correspondiente, pero ahora mismo queda como una propuesta de lo más recomendable. Es una película que coge elementos del western crepuscular, del cine de serie B setentero deudor de Clint Eastwood o Charles Bronson cargado de testosterona y violencia. Aunque el conjunto de la película está formado finalmente por clichés demasiado vistos, nada de ello desmerece un resultado final redondo creado por Mangold, todo su equipo creativo y un Hugh Jackman que se despide del personaje de un modo difícilmente mejorable.