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Sherlock Holmes: El valle del miedo (Leslie S. Hiscott, 1935)

18/09/2019
Sherlock Holme: El valle del miedo imagen destacada

Las aventuras de Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle marcó una clara distinción en sus relatos de Sherlock Holmes que separarían al detective de pasadas y futuras figuras parecidas. Uno de los ganchos del personaje no era tanto la resolución de los casos, como la aventura que vivía para llevar el criminal a la justicia. Pensándolo bien, ante una figura de tan extrema brillantez mental no resultaba extraño ver como conseguía resolver los misterios casi sin salir de su acogedor, y hoy en día famoso, apartamento: ese inolvidable 221B de Baker Street de la ciudad inglesa de Londres. Puede que precisamente por esto el personaje tuviera mayor repercusión en el formato de relato que en el de novela. De ellas Doyle haría tan solo cuatro: “Estudio en escarlata” (1887), donde se vería nacer semejante leyenda de la literatura; “El signo de los cuatro” (1890), “El sabueso de los Baskerville” (1902) y “El valle del terror” (1915).

Por otra parte, quizás a raíz de esto, muchas de sus aventuras destacarían también por ofrecer unas figuras criminales a las que se les añadía una capa de personalidad. Se les retrataba más bien como una suerte de verdugos justicieros en busca de corregir males perpetrados años atrás por unas víctimas que pasaban de corderos degollados a lobos; cuyo asesinato daba pie a las pesquisas del detective londinense. De este modo, el escritor inglés dividiría su primera y última novela publicadas en dos partes bien diferentes: una primera narrada bajo el punto de vista del entrañable doctor John Watson mientras nos cuenta el desarrollo de los acontecimientos; y una segunda en la que se nos transporta a otro sitio, tiempo e historia, además de cambiar el punto de vista al personaje responsable del crimen que da inicio a toda la narrativa.

Arthur Wontner es Sherlock Holmes
Arthur Wontner es Sherlock Holmes

Adaptando Sherlock Holmes: El valle del miedo

Considerando esto, resulta curioso ver como de todas las novelas escritas por Doyle solamente haya habido una con mayor repercusión audiovisual: “El sabueso de los Baskerville”. Sus adaptaciones más populares serían las protagonizadas por Basil Rathbone y Nigel Bruce (1939) y la de Peter Cushing con André Morell (1959). Quitando estas, quizás se puede destacar una modesta pero notable adaptación de la última novela que Doyle escribiría. Bajo la dirección de Leslie S. Hiscott, recibiría el nombre de “Sherlock Holmes: El valle del miedo”; y entraría en el ciclo de cinco películas protagonizadas por Arthur Wontner e Ian Fleming en los respectivos papeles de Holmes y el doctor Watson; pocos años antes de las míticas versiones de Rathbone y Bruce.

En “Sherlock Holmes: El valle del miedo” se nos presenta a un Sherlock Holmes viviendo tranquilamente su retiro en Sussex. Sin embargo, un caso perpetrado por su nemesis, el profesor Moriarty (Lyn Harding), y la petición de ayuda del inspector Lestrade (Charles Mortimer); le empujará a volver a la acción junto al siempre leal John Watson para resolver el asesinato de John Douglas (Leslie Perrins), cuya misteriosa vida será clave para desenredar el misterio detrás de todo.

Ian Fleming es John Watson
Ian Fleming es John Watson

Un personaje versátil

Con todo lo comentado hasta ahora, el gran atractivo de “Sherlock Holmes: El valle del miedo” es que se trata una de las pocas adaptaciones cinematográficas que tratan fielmente la imagen original del personaje. Aunque se trata de un figura de lo más versátil, es primeramente, y antes que nada, un pensador. Sherlock piensa primero, razona y luego actúa. Así, la narración se centra más en los diálogos de los personajes y las deducciones del detective. Al menos, antes de pasar a la aventura del viaje, que concluirá con las revelaciones alrededor de John Douglas.

El guión firmado a cuatro manos por H. Fowler Mear y Cyril Twyford mezcla bien el enredo del misterio planteado con la narración de la interesante vida de Douglas. Su viuda, Ettie Douglas (Jane Carr), la detalla a modo de flashback, el cual nos transporta a una época y lugar distinto. Igual que en la novela, no solamente se entra en otra historia sino que bien podemos estar hablando de una película completamente distinta. Sin embargo, se mantiene la atención porque el pasado de la víctima es igualmente interesante. Además, tiene la peculiaridad de abordar un tema de un modo determinado que serviría de ejemplo para futuras producciones de clanes peligrosos; como la reciente “Infiltrado en el KKKlan” (Spike Lee, 2018).

Leslie Perrins y Jane Carr
Leslie Perrins y Jane Carr

Arthur Wontner e Ian Fleming

Aunque quedaría a la sombra de la carismática interpretación de Rathbone, Arthur Wontner e Ian Fleming componen una de las mejores versiones vistas en un medio audiovisual. No son pocos los planos donde coinciden ambos actores, sobretodo cuando la acción tiene lugar en el emblemático 221B de Baker Street; que recuerdan mucho a las ilustraciones originales de Sidney Paget para la Strand Magazine.

Es cierto que Wontner carece del magnetismo de futuras encarnaciones, pero físicamente es inmejorable. A parte, recita sus deducciones con una seguridad y firmeza que ayudan a construir el personaje. Del mismo modo, el Watson de Fleming es creíble como el supuesto oficial retirado, proclive a relacionarse con las mujeres. No solo esto, sino que el actor tiene los rasgos duros que se le suponen al personaje. Así, se le trata con dignidad, a pesar de estar al lado de alguien intelectualmente más dotado. Ambos actores denotan buena química y hacen creíble el afecto que se tienen.

Algo parecido se puede decir del resto del reparto. John Douglas como un inglés elegante cuyos vaivenes particulares le conducen a vivir entre mafiosos y criminales, y Lyn Harding como Moriarty. Cabe decir que el infame profesor tan solo aparece en la historia original a modo de mención, para hacernos saber que todo el conflicto es obra suya. En cambio, en esta adaptación tiene un papel relevante. No solamente aparece en persona, sino que se adapta algunos de los momentos más míticos de “El problema final” (1893). Sea como sea, aquí el personaje tiene más rasgos de matón duro que de genio maquiavélico, pero se erige como un versión siniestra y carismática.

Lyn Harding en Sherlock Holmes: El valle del miedo
Lyn Harding en El valle del miedo

Una adaptación algo anticuada

La gran pena de “Sherlock Holmes: El valle del miedo” es que denota un presupuesto algo limitado, y la historia exige unos sets más opulentos. Nos movemos entre castillos ingleses, aldeas americanas lúgubres y el bohemio salon de estar del dúo protagonista. La recreación del famoso apartamento no tiene pegas, sin embargo el resto deja bastante que desear. Se recrea lo justo para poder narrar la historia sin problemas. Sin embargo, falta una mayor descripción visual del castillo, y es una pena que el pueblo donde sucede la historia de Douglas se base en espacios cerrados como habitaciones, bares y locales. Se compensa por otra parte por un estupendo trabajo de fotografía que crea la atmósfera adecuada para cada situación; sobretodo en el clímax final en el castillo.

Junto a esto, también cabe remarcar que la dirección de Hiscott se percibe ahora un tanto anticuada y falta de ritmo. Tiene un estilo de dirección demasiado teatralizado, parecido, además, a lo que se hacía en el cine mudo; y la dramatización no ha envejecido muy bien. Resulta incomprensible que tan solo unos años más tarde se realizarán unas adaptaciones a manos de otro equipo creativo de una modernidad todavía tangible a día de hoy.

Imagen de Sherlock Holmes: El valle del miedo
Imagen de El valle del miedo

Buena mezcla de elementos en Sherlock Holmes: El valle del miedo

Con todo, “Sherlock Holmes: El valle del miedo” combina bien la narración del flashback con las piezas del puzzle para poder desenredar el misterio. También mezcla bien los misterios con el romance, la venganza y el espionaje. Además, no falta un giro final para sorprender al público, y a todos los personajes salvo a la estrella principal. Esta es, un Sherlock Holmes que pocas veces ha conseguido remitir tanto al visualizado por Paget y Doyle.