
Una lóngeva franquicia
En Octubre de 2001 se estrenaba «The Fast and the Furious: A Todo Gas«. Fue una película de acción con aspiraciones de thriller que, 15 años después; se ha convertido en una de las franquicias más taquilleras de la historia del cine. Algo que por aquel entonces era inimaginable para una película que destacaba por sus escenas de acción con coches a gran velocidad, sus altas dosis de testosterona y la presencia continuada de chicas meneándose a ritmo de Hip Hop. Y lo hacía con un reparto joven que no contaba con alguna estrella consagrada. Sin embargo, lograron dejar huella en el espectador y formar una familia bien avenida que sigue sumando seguidores en todo el mundo.
La película empieza con el atraco a un tráiler cargado de material electrónico a manos de unos “delincuentes”. Pilotando sus Honda Civic con luces de neon verde bajo su chasis, consiguen apoderarse del botín tras una emboscada a toda velocidad. Una escena que deja entrever la línea de la historia y el tipo de acción que nos depara, antes de presentarnos a sus protagonistas.

El mundo de las carreras «ilegales» en The Fast and the Furious: A todo gas
En «The Fast and the Furious: A todo gas«, entre otras cosas, se nos pone en el centro de un mundo desconocido por muchos, pero que tiene millones de adeptos en todo el planeta. Una subcultura de coches y corredores que, más allá de un hobby, representa una forma de vida, de vestir y de sentir. Allí lo más importante es ganarse el respeto del resto de corredores (además de llevarse su dinero y las chicas). Un realidad en la que si puedes diseñar y construir un coche que pase de 0 a 100 en menos de 10 segundos ,logras la atención de todos estos adictos a la velocidad y a la adrenalina. Y su premisa es clara, tal y como sentencia Toretto en algún momento: «No importa si ganas de un centímetro o de un kilometro… Ganar es ganar«.
En la película tenemos la oportunidad de ver una representación de lo que cada fin de semana pasa en muchas autopistas de América. Esto es, como se organiza una carrera en medio de las calles de la ciudad. Cómo los corredores cortan las vías a su antojo con sus vehículos y como «vigilan» que la policía no ande cerca. Una carrera en la que aparece Rob Cohen, director de la película, haciendo un cameo como el repartidor de pizza al que mandan para su casa al cerrar las calles para correr. Y también nos presenta «The Race War«, un evento que reúne a todos los corredores del país en un complejo preparado. Su finalidad es poner a prueba sus vehículos y su pericia al volante.

El alma y el corazón de la familia Toretto
Los personajes Brian O’Conner (Paul Walker) y Dominic Toretto (Vin Diesel) son los pilares de la historia. El primero es un joven policía que quiere ganarse un prematuro puesto como detective del FBI. Se sirve de sus dotes al volante para infiltrarse en el equipo de Toretto, aunque genera dudas entre sus miembros y se gana la simpatía de Mía Toretto (Jordana Brewster). Y el segundo, un ex corredor apartado de los circuitos por destrozarle la cara al responsable de la muerte de su padre durante una carrera. Un prototipo de «héroe» que rebosa tanta dureza hacia el exterior como fragilidad hacia los suyos. Como todo buen antihéroe, tiene un pasado oscuro que lo condena y persigue cada día de su vida.
Su familia está formada por Letty (Michelle Rodríguez), su amor desde la adolescencia con la que comparte su vida y su pasión por los coches; Vince (Matt Schulze), amigo también de su infancia con el que tiene algún que otro desencuentro a lo largo del filme; Jesse (Chad Lindberg) un genio de los motores y León (Johnny Strong), que en algún momento se cruzan en el camino de Toretto y ya no se separan de el. Un equipo que, entre otros, tiene a su enemigo en Johnny Tran (Rick Yune). Se trata de un niño rico y delincuente cuya enemistad con Dom lo llevan hasta el límite de lo racional.

Los coches en The Fast and the Furious: A todo gas
Cada personaje de «The Fast and the Furious: A todo gas» posee una vehículo tuneado en base a su personalidad. Entre ellos sobresale el Dodge Charger de 1970 de Dominic Toretto, un coche con 900 caballos de puro músculo creado por su padre. Es un coche codiciado por muchos y cobijado en el garaje, pues no ha visto la luz del día por el temor de Dome a pilotarlo. Al menos, hasta que decide hacerlo…
En cualquier caso el resto tampoco se queda corto, pues vemos a Letty con su Nissan 240SX, a Mía con un Honda Integra, a Vincent con su Nissan Maxima, a Jesse con el Volkswagen Jetta que pone a prueba en la carrera del desierto; a León con un Nissan Skyline GT-R y a Johhny Tran con su Honda S2000. Unos coches y unos pilotos muy distintos que comparten un mismo sentimiento: el coche es un elemento de libertad. Y lo único que importa es dejar a los otros atrás.

Conclusión
En resumen, «The Fast and the Furious: A todo gas» no tiene un argumento complejo. Sin embargo, nos presenta la historia de una familia atípica de corredores cuya lealtad está a prueba de bombas y que hace lo imposible para permanecer unida. Una base con la que el director consigue mantener las revoluciones muy altas durante todo el filme. A pesar de algún que otro cabo suelto, no deja lugar para el aburrimiento. Con una banda sonora a base de Hip Hop y Rap fundamental para el buen ritmo de la narración y que aumenta la intensidad de sus secuencias.
Unas secuencias llevadas a cabo gracias al trabajo de los mejores especialistas de acción. Un hecho que sumado al mínimo uso del CGI se traduce en unas tomas tan realistas como impactantes. Una realidad que en la carrera nocturna y la del desierto se consigue con la participación de corredores reales y sus automóviles como extras. El objetivo es darnos una fiel idea de la estética de este submundo. Unos esfuerzos que, sin duda, valen la pena y consiguen llamar la atención de cualquiera que vea la película.