Una larga tradición
Ya llevamos unas cuantas décadas disfrutando de una sucesión de thrillers surcoreanos, habitualmente de un nivel bastante notable. Desde auténticas obras maestras como “Memories of Murder” (Bong Joon-ho, 2003) a películas simples pero muy efectivas como serían “A Bittersweet Life” (Kim Jee-woon, 2005) o ”The Chaser” (Na Hong-jin, 2008). Todas ellas pueden presumir de tener un buen artefacto fílmico, pues pocas pegas se le puede poner a nivel de realización y a una narrativa, quizás generalmente esquemática, pero también efectiva. Sin embargo, no ha sido conocida por tener franquicias que ayuden a levantar la recaudación en taquilla… Al menos hasta ahora. Así pues, este año se estrena “Fuerza bruta: Sin salida”, de Sang-yong Lee, la tercera entrega de una saga de gran éxito en Corea del Sur, iniciada por la recomendable “Ciudad sin ley” (Kang Yun-sung, 2017).
La premisa gira alrededor de la investigación del tráfico de una nueva droga sintética en los bajos fondos de Seúl. Será misión del detective Ma Seok-do (Ma Dong-seok, acá Don Lee) y su equipo de policías poner fin al tráfico y a una posible guerra entre las bandas surcoreanas y japonesas. Con todo, tendrán que enfrentarse contra ambos bandos, y además contra la corrupción dentro de los departamentos de policía implicados.
El blockbuster según Corea del Sur
“Ciudad sin ley” fue una producción cuya intencionalidad era ofrecer un espectáculo de acción siguiendo la línea de otros thrillers surcoreanos. Esto es, con un tono sobrio, dosis de violencia y una investigación policiaca que, si bien reflejaba una cierta ineptitud por parte de los policías, había un esfuerzo de trabajo en equipo con una cierta igualdad entre todos ellos. Sin ser tampoco un título especialmente referente dentro de la larga tradición de thrillers surcoreanos, sí se trató de un thriller de acción palomitero con un buen hacer general.
Cinco años más tarde llega una secuela bajo el título de “Fuerza bruta” (Sang-yong Lee, 2022), con unas intenciones muy distintas a la original. Se aleja del tono dramático, para abrazar recursos habituales en el blockbuster occidental: un tono más ligero, mucho sentido del humor, secundarios reescritos como simples comparsas cómicos… Sin ser ni bueno ni malo, sí es un cambio importante de intención que separa la primera parte de su secuela.
Ahora, “Fuerza bruta: Sin salida” reitera en esas mismas intenciones. Unas, además, asentadas en alejar el reparto coral de la original para convertir la -ahora- franquicia en un simple vehículo de lucimiento para su actor principal, Ma Dong-seok.
Estrellas del siglo XXI
La historia del cine americano no se puede entender del todo sin pasar por el concepto de las “estrellas de cine”. Actores con los que millones de espectadores empatizaban al sentarse en las butacas del cine. Servían además como gancho comercial para que los directores pudieran realizar sus películas con, digamos, ciertas garantías de éxito. Pues la presencia de uno de ellos ayudaba a que la gente pudiera esperar el tipo de película que iban a ver. Por ejemplo, con Arnold Schwarzenegger se podía esperar acción. Con Harrison Ford, thrillers. Meg Ryan solía hacer comedias románticas… John Wayne fue un símbolo del western estadounidense.
Si se mira el estado actual del cine estadounidense, uno se encuentra con que eso ha desaparecido. En un panorama dominado por franquicias e IPs, el gancho son los nombres ficticios y los universos donde conviven. Por eso resulta destacable la aparición de un actor como Dong-seok. Entre el estreno de “Ciudad sin ley” y “Fuerza bruta” el actor adquiere reconocimiento mundial gracias, primero, a “Tren a Busan” (Yeon Sang-ho, 2016); y después al unirse al Universo Cinematográfico de Marvel con “Eternals” (Chloé Zhao, 2021).
Llegados al momento presente, el actor tiene en su haber algunos títulos -”Imparable” (Kim Min-Ho, 2018) o “El gangster, el policía y el diablo” (Lee Won-Tae, 2019)- donde se alza como gran protagonista. Con una mezcla de carisma, sentido del humor y físico imponente, el actor ha conseguido encontrarse a si mismo, de un modo parecido a lo que hicieran otros nombres como los antes mencionados. Suele hacer siempre un papel muy parecido, destacando sus virtudes delante de la cámara. Al fin y al cabo, sabe que gusta y con ese tipo de sello atrae al público a las salas de cine.
Cine palomitero hecho con cabeza
Si bien la estrella de “Fuerza bruta: Sin salida” es gran parte del atractivo de la propuesta, sigue siendo un actor en una película. En su condición de blockbuster, el título cumple de sobras su cometido. Se trata de una auténtica montaña rusa, y una lección de síntesis para producciones parecidas realizadas en Occidente. El metraje por debajo de las dos horas encuentra un buen equilibrio entre las dosis de humor y las de adrenalina. Entre los momentos de acción y los de personaje. La narrativa general, aunque simple, fluye sin decaer hasta llegar a los créditos finales.
Cuenta además con un gran apartado audiovisual. Sin ser Sang-yong Lee un director con personalidad propia, se alza aquí como un artesano del cine de acción, con capacidad para poner la cámara como corresponde y dejar respirar la acción para que sus gags y la violencia respiren. Es interesante ver como se plantea el montaje y el sonido durante las escenas de acción. Se aprovechan de la fisicidad del protagonista para desarrollar peleas físicas y contundentes.
«‘Fuerza bruta: Sin salida’ es un thriller palomitero funcional pero efectivo. Rodado con solvencia y un guión lo suficientemente atinado para lo que busca ser. Simplemente busca divertir, sin mayores pretensiones, en una odisea protagonizada por un actor de un magnetismo arrollador. Destaca por último un ritmo que no decae en ningún momento, sin abusar de los excesos audiovisuales propios del blockbuster Hollywoodense»
Por contra, mencionar que el sentido del humor y el modo en como escriben a su protagonista hacen que se eche en falta un poco más de sentido de urgencia en el conflicto principal. Ayudaría bastante también que cualquiera de los personajes secundarios fueran mínimamente capaces en su función narrativa. Una película puede tener un comparsa cómico para aligerar tensiones, pero cuando se convierte a la mayor parte de ellos en ese rol, se pierde seriedad general. Afortunadamente, se compensa por un bando de antagonistas excelentemente escogidos, especialmente Munetaka Aoki y Lee Joon-Hyuk.
Si bien el guión tiene toques ingeniosos en algunos diálogos, peca de esquematismo respecto a la entrega anterior. Esto provoca que la película sorprenda más bien poco en su desarrollo.
No hay tres sin cuatro… U ocho
Sea como sea, se trata de un thriller palomitero funcional pero efectivo. Rodado con solvencia, un guión lo suficientemente atinado para lo que busca ser, y un reparto acertado. Como tal, resulta una propuesta ejemplar. Simplemente busca divertir, sin mayores pretensiones, en una odisea protagonizada por un actor de un magnetismo arrollador. Destaca por último un ritmo que no decae en ningún momento, sin abusar de los excesos audiovisuales propios del blockbuster Hollywoodense.
La película termina con la promesa de una cuarta entrega, con vistas de estreno para el próximo 2024. Y parece haber una intención de llegar hasta la octava parte… Aunque terminen pecando de ser repetitivas, es bastante probable que estemos ahí para verlas.