Resumen de las películas vistas durante este Festival de Sitges 2024.
Nunca te sueltes, de Alexandre Aja
Alexandre Aja se adentra de nuevo en territorio fantástico en “Nunca te sueltes”, una fábula oscura donde se narran los esfuerzos de una madre para proteger a sus hijos de un mal que asola el exterior.
Destaca sobretodo por como Aja se deja llevar por el género sin mayores pretensiones, en un juego de suspense e incluso de thriller psicológico tan simple como efectivo. Se puede diferenciar de otras propuestas parecidas por una realización más elegante de lo habitual en este tipo de cine, y por unas interpretaciones muy acertadas del trío protagonista. Por lo demás, buena localización y ambientación general.
No inventa nada nuevo, ni falta que le hace. Recomendable para amantes del género.
The Soul Eater, de Alexandre Bustillo & Julien Maury
Alexandre Bustillo y Julien Maury pudieron disfrutar de una etapa de gloria gracias al éxito de “Al interior” (2007), aprovechando la moda del terror extremo en Francia. El dúo de directores presenta ahora esta “The Soul Eater” (como se ha presentado en Sitges, porque la traducción final es “Las desapariciones”). La premisa gira alrededor de la desaparición de varios niños en un remoto pueblo francés, lleno de leyendas urbanas.
Una premisa potente para una película que se queda a medio gas en todo lo planteado. Los directores fallan a la hora de encontrar una atmósfera adecuada para la historia, así como generar mayor interés por el desarrollo de la historia. Aún teniendo todo a su favor, de algún modo no consiguen encontrar el tono adecuado.
Lo mismo se puede decir de una puesta en escena demasiado televisiva, que brilla por la falta de gusto visual en cualquier aspecto.
Una lástima. Quizás en unas décadas alguien con más afinidad hacia el género se anime a realizar un remake potencialmente más atinado.
Cloud, de Kiyoshi Kurosawa
Que los personajes de “Cloud” vivan como en un estado permanente de apatía, como si se dejaran arrastrar por cuanto les sucede, provoca un tono general un tanto surrealista. En esta nueva película del siempre interesante Kiyoshi Kurosawa todas las acciones tienen consecuencias, incluso desde el supuesto anonimato de internet.
Con una narración que apunta hacia un simple drama social, progresivamente se convierte en un thriller de venganza templado al mismo fuego lento usual en el cine del director japonés. Se trata de un giro de acontecimientos quizás desmesurado dada la parsimonia general del relato, pero puede ser consecuencia de un cierto sentido absurdo del conjunto.
Sea como sea, la película está bellamente realizada y fotografiada. Aunque Kurosawa pueda titubear en el relato, definitivamente mantiene el pulso firme cuando se trata de componer la imagen.
Con todas sus concesiones, muy recomendable.
It Doesn’t Get Any Better Than This, de Rachel Kempf & Nick Toti
La sección “Noves Visions” del festival sirve para dar visibilidad a nuevas voces del género. Con esto presente, uno puede encontrarse cualquier cosa. Los primerizos Nick Toti y Rachel Kempf ofrecen en “It Doesn’t Get Any Better” una nueva propuesta del subgénero found footage, que parece servir de declaración de amor hacia el género de terror y de amor póstumo hacia un semejante.
De formas triviales incluso para el subgénero, y con más pasión que buen hacer, la narración avanza con la seguridad de culminar en una situación terrorífica donde todo se desmadra, como es habitual en el género.
Por el camino, el dúo de directores juega con distintos estilos visuales, filtros de imágenes y diseños de sonido… Mayoritariamente en modos poco efectivos.
A su favor, no aburre y el punto sobrenatural mantiene el interés suficiente. Aunque se tendría que ver como aguanta en un segundo visionado.
The Killers, de VVAA
Cuando se habla de antologías, es normal que la calidad baile entre un relato y otro. “The Killers” está formada por cuatro cortometrajes realizados por distintos cineastas. El tema en común sería el cine negro. La distinción entre ellos seguramente será por el tono: uno de terror, otro más cómico, uno tercero con más suspense y uno último directamente surrealista.
El conjunto general es tan entretenido como poco memorable. No ofende pero tampoco destaca en nada, si bien el cuarto y último relato es el que causará más rechazo. Una obra de unos directores muy primerizos con poca personalidad a aportar a cada historia.
Recomendable sólo para los seguidores más acérrimos del cine oriental.
Dead Mail, de Joe DeBoer & Kyle McConaghy
En “Dead Mail” parece que todos los personajes actúan movidos por algún tipo de obsesión. Ya sea una pulsión para cerrar heridas abiertas, para tener éxito en sus pasiones, o simples obsesiones malsanas. El dúo de directores Joe DeBoer y Kyle McConaghy realizan este thriller basado en hechos reales retomando una sobriedad formal y visual del cine de terror ochentero de serie B. Sin querer imitarlas en cuanto a contenido, proponen una narrativa con varios cambios de punto de vista y un desarrollo progresivamente asfixiante.
El dúo de directores demuestran un gran gusto estético a la hora de componer los planos, y saben sacar un provecho a un plantel de actores eficientes en sus roles, pero faltos de magnetismo. Entro todo ello y como mantienen el tono a pesar de los distintos cambios de punto de vista -sin afectar el conjunto en ningún aspecto-, volvemos a estar ante los inicios de otra filmografía a tener en cuenta.
En resumen, redonda, honesta y sumamente efectiva.
Fuerza Bruta: Castigo, de Heo Myeong Haeng
Si algo funciona, mejor no tocarlo. Ante esta máxima -y la supuesta buena recaudación en la taquilla surcoreana-, “Fuerza Bruta: Castigo” se mueve en la misma línea de las dos entregas anteriores.
Con un tono general muy ligero, una intriga bien llevada y una acción física sustentada por el imponente físico de su estrella principal: Ma Dong-seok; y también por el diseño de sonido de la propuesta. La película es la que es sin avergonzarse por ello.
Sin embargo, con tanto slapstick e inconsecuencia general -pese a las dosis melodramáticas de esta entrega-, se puede debatir si no iría bien recuperar algo de la seriedad general de la primera parte.
Sólo un poco, aunque sea.
Sea como sea, cine de acción entretenido y bien ejecutado.
Oddity, de Damian McCarthy
Damian McCarty vuelve al género de terror tras la inquietante -pero fallida- “Caveat” (2020). En esta ocasión, el director presenta en “Oddity” una propuesta de terror muy de folletín, como salido de las páginas de “Cuentos de la cripta” o parecidos, en una historia que bien se podría definir como venganza desde ultratumba.
Lo mejor vuelve a ser la creación de una atmósfera siniestra e inquietante, a partir de unos eficaces personajes presentados a brochazos, y la presencia de un “ente” que no hace más que enturbiar cada escena donde aparece. Por otra parte, la historia tiene mayor interés al contar con una narrativa más simple. Sin embargo, sigue fallando algo en una puesta en escena demasiado formalista para el tipo de propuesta presentada aquí.
Aunque es un punto de mejora para sus futuras producciones, en todo caso “Oddity” es una mejora sustancial respecto a su film anterior. Si sigue así, le depara una filmografía muy interesante.
A Desert, de Joshua Erkman
A modo de viaje hacia la nada, como en busca de algún tipo de redención o motivación, los personajes de “A Desert”, de Joshua Erkman, emprenden en un viaje hacia el desierto de El Mojave para cumplir un cometido personal.
Erkman hace un buen ejercicio retratando las zonas abandonadas del trayecto, con todo lo que eso conlleva. En este aspecto también se debe resaltar el trabajo de fotografía de Jay Keitel. A lo largo de la narración, el director plantea situaciones y presenta a un puñado de personajes, cada uno con sus propias características. El giro de este neo-noir terrorífico viene cuando Erkman se limita a dejar que los personajes actúen en su “habitat” usual, sin dar mayores explicaciones o justificaciones a sus acciones.
Quizás aquí reside uno de los mayores logros de la propuesta: lo aleatorio de todo cuanto sucede, y la falta de resolución real en muchos aspectos.
Sea como sea, se trata de una opera prima interesante, de la mano de un cineasta a tener en cuenta en el futuro.
Kryptic, de Kourtney Roy
A pesar de partir de un punto de partida tan interesante como es la búsqueda de una criatura mitológica en los bosques canadienses, “Kryptic” termina naufragando durante su metraje al no encontrar un rumbo concreto que seguir, hasta llegar a un final que, al menos, es satisfactorio.
Kourtney Roy dirige la propuesta mezclando el terror, el misterio y lo onírico. Contiene también elementos de crisis de identidad.
En resumen, anecdótica sin más.
Exhuma, de Jang Jae-hyun
El cine coreano, a diferencia del americano y más parecido al japonés, suele tener un tempo más pausado y contemplativo. Quizás por esto cuando sale una producción de terror de esas tierras hay una mayor apuesta por la creación de una atmósfera maligna, por la construcción de un algo perverso en el ambiente capaz de atacar en cualquier momento.
Aunque “Exhuma” se mantiene siempre en el terreno del thriller sobrenatural sobre maldiciones, el argumento tiene varios giros que llevan toda la narrativa hacia terrenos cada vez más inesperados.
Si, a pesar de ello, todo funciona tan bien es gracias a la templada dirección de Jang Jae-hyun que, pese a unos leves cambios de registro, tiene muy claro qué tipo de película quiere hacer.
El que consiga hacerlo de un modo tan excepcional es una muestra del gran talento detrás de toda la propuesta.
Imprescindible.
Ick, de Joseph Kahn
“Ick” arranca a golpe de música pop con un montaje picado para presentar a los personajes principales y el conflicto de todo: un quarterback popular del instituto -interpretado con cierta sorna por Brandon Routh– lo pierde todo después de una serie de incidentes.
Cuando se habla de revivir el espíritu de la serie B ochentera, normalmente se aplica a producciones muy mediocres o que no pasan de lo superficial.
Aunque “Ick” no es especialmente novedosa, al menos se erige por encima de las demás al pisar el acelerador de principio hasta (casi) el final, al tener una historia tan funcional como atinada, y al saber en todo momento lo que quiere ser: una propuesta cartoonesca, remitente de títulos como “The Blob” (Chuck Russell, 1988) o “Slither” (James Gunn, 2005), de tono festivo pero con una gran melancolía de fondo. De un modo desvergonzado subraya que a veces, por mucho que uno se esfuerce, no se puede dejar de ser un gran perdedor. Y que cada uno saque de ello las conclusiones que quiera.
Recomendable.
El baño del diablo, de Severin Fiala & Veronika Franz
La ignorancia y las creencias religiosas más extremas son las armas peligrosas a las que se enfrenta el personaje de “El baño del diablo”. Sus responsables retratan como ello lleva al camino de la locura y de la psicosis a una mujer que no puede procrear.
Bellamente fotografiada, con un tempo pausado, a modo contemplativo, la narración nos presenta a los personajes de la aldea donde sucede la acción y su estilo de vida.
Con una base asentada en el drama psicológico, tiene algún elemento de terror sin entrar del todo en el género.
Todo bien.
MadS, de David Moreau
“MadS” de David Moreau parece por encima de todo un “juguete” cinematográfico producto de un capricho del director: hacer la película en un único plano secuencia.
El que la historia lo pidiera o no, es un debate aparte. Igual que todo lo que se ha perdido al no querer hacer una puesta en escena más habitual. ¿Qué se gana con ello, por otro lado? La inmediatez de cuanto sucede, la sensación de claustrofobia y un tipo de proximidad dramática parecida a los found footage.
Se destila de ello una propuesta que a veces funciona por puro barullo audiovisual, y en otras por el agobio de vivir la experiencia como a contrareloj.
En todo caso, una propuesta correcta y recomendable.
Infinite Summer, de Miguel Llansó
El coming of age es una excusa narrativa atemporal, que se amolda a todas las épocas e incluso géneros. El director Miguel Llansó contextualiza “Infinite Summer” en un futuro quizás no tan distante, cuando se han virtualizado las experiencia psicodélicas. En este contexto, la premisa gira alrededor de un grupo de adolescentes en ese momento clave cuando deben decidir qué hacer con su futuro.
Se trata de una propuesta arriesgada, con un desarrollo que pasa del drama adolescente al thriller prácticamente en la misma escena, con los consecuentes cambios de tono. Para bien o para mal, juega bastante a la ambigüedad y puede que la historia deja algunas cosas abiertas sin dar respuesta. Un título de tono onírico, como los “viajes” que viven sus personajes.
En fin, una película no apta para todos los paladares.
Malpertuis, de Karry Kümel
Los festivales de cine pueden servir tanto para dar reconocimiento a nuevas filmografías, como para reivindicar clásicos poco conocidos. “Malpertuis” entraría dentro de esta segunda categoría.
Harry Kümel dirige esta propuesta bizarra, cuyo punto de partida es un patriarca rico en el borde de la muerte, con muchos allegados a quien dejar su fortuna. Con esta premisa se desarrolla un misterio alrededor de la mansión que da título a la película, donde se juega con el terror gótico, los fantasmas, la mitología, la fantasía; todo ello con un tono surrealista y grotesco.
Es, como se suele decir, una propuesta poco complaciente con el público incluso para su época. Se trata también de un film complicado de abrazar en su totalidad con solo un visionado.
Con todo, vale la pena darle una oportunidad, aunque sea para gozar del buen diseño de producción y de los personajes tan caricaturescos que habitan la mansión.
La sustancia, de Coralie Fargeat
No es nada nuevo que la avaricia y la vanidad sean atributos potencialmente tóxicos. Especialmente cuando se llevan a las esferas de los famosos, donde la belleza lo es todo. Con esta idea, Coralie Fargeat desarrolla en “La sustancia” una caída en gracia sin paracaídas, donde una famosa en sus últimas horas no duda en pervertir su persona para volver a rozar los momentos de fama que vivió en su juventud.
Con algunos toques de monster movie y terror grotesco, la propuesta no es especialmente original. Parece una mezcla de varias películas ochenteras de serie B, pero con un tratamiento aquí más elegante en sus formas y contenido. A pesar de un Dennis Quaid algo histriónico y un tercio final pasado de vueltas.
Dicho todo esto, se trata de una película recomendable. Tiene un buen trabajo de montaje, algunas ideas visuales bastante entonadas y un buen pulso narrativo.
Desert Road, de Shannon Triplett
No es nuevo en el cine utilizar el concepto del bucle temporal para desarrollar un crecimiento de personaje. El punto diferencial en “Desert Road”, de Shannon Triplett, es jugar con la intriga a lo largo del metraje. Con ella pasa de la fantasía, al suspense e incluso al terror; en lo que puede pasar por un existencialismo kafkiano donde nada tiene sentido.
Triplett dirige la propuesta con buen pulso y ojo para situar los (pocos) elementos de la narración en el espacio. A destacar también la interpretación de Kristine Froseth, quien lleva sobre sus espaldas prácticamente todo el peso delante de la cámara.
En resumen, un tipo de propuesta que no suele tener el reconocimiento merecido, y que, quizás, necesitará algo de boca a oreja para destacar cuando llegue, inevitablemente, a las plataformas de streaming.
Twilight of the Warriors: Walled In, de Soi Cheang
Las coreografías de “Twilight of the Warriors: Walled In” (2024) de Soi Cheang son sin duda el plato fuerte de toda la película. Acentuadas por un toque fantástico, que le dan un giro inesperado a ciertas secuencias. Junto a esto, destaca también el diseño de producción en la recreación de la Ciudad Amurallada de Kowloon, una ciudad de Hong Kong que vivió fuera de la ley.
Dentro de ella se vive tanto como prisión como refugio para los que encuentran benefactores. De ello se crea un sentido de comunidad y camaradería, visto aquí de un modo bastante más edulcorado de lo que se esperaría de una película cuyas escenas de acción son tan violentas como nos tiene acostumbrados el cine de artes marciales oriental.
Faltaría redondear más en los giros, intrigas y traiciones entre personajes, y darles algo más de personalidad a estos. Ahí quizás le traicionan sus raíces del comic de Li Jun en el que está basada toda la propuesta.
Con todo, se trata de una película que jamás aburre y hará las delicias de los amantes de este tipo de cine de acción.
Heresy, de Didier Konings
Dentro de los discursos sociales predominantes en la cultura actual, “Heresy”, de Didier Konings, se mueve dentro del marco visto anteriormente en “La bruja” (Robert Eggers, 2015). Aunque las comparaciones siempre son odiosas, en este caso el director parece tomársela de referencia no solamente a nivel visual y tonal, si no también a la hora de articular todo el discurso de la película.
Sin ser ni peor ni mejor, pues al fin y al cabo el cine siempre ha bebido de las películas estrenadas antes; en este caso Konings encuentra su punto diferenciador en presentar la película como un tour de force donde predomina lo sensorial y la búsqueda de una atmósfera inquietante, por encima de la narrativa. De ello se destila esta propuesta de tan solo 60 minutos de metraje.
Sin embargo, quizás por ello el viaje de la protagonista -a diferencia del vivido por Anya Taylor-Joy en el film de Eggers- no termina de tener un impacto importante en el espectador.
¿Que queda de toda la propuesta? Un film de terror correcto y entretenido con algunas ideas visuales buenas -y otras no tantas- que apuntan a un director prometedor.
Recomendable sobretodo para los amantes del sub género folkhorror.
The Glassworker, de Usman Riaz
Usman Riaz presenta en “The Glassworker” el primer film animado de Paquistán. La historia sigue una tierna relación entre unos humildes padre e hijo, dueños de una cristalería artesanal. Verán como su cotidianidad se romperá cuando se vean arrastrados a un conflicto bélico del que se han querido mantener al margen.
La creación como modo de entender la vida, especialmente durante épocas de guerra. Como estos conflictos salpican incluso a los que intentan alejarse de ellos. En un contexto de guerra, ir a luchar por tu nación es el modo más eficaz de mostrar valentía y de ser visto como un “héroe”. El conflicto genera odio, la creación genera paz. En el fondo de todo ello, una historia de amor. Todas estas son las temáticas que aborda Riaz a lo largo de la narración.
Claramente inspirada por Ghibli, la animación es más que notable y la película muestra un acabado visual muy trabajado. Sin duda, un primer largometraje digno de recomendación.