De príncipes y princesas
Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana… Existía un lugar donde los sueños se hacían realidad. Se vivían vidas de reyes y princesas y las preocupaciones no parecían existir en un mundo donde todos eran mejores amigos, ricos, guapos y eternamente jóvenes. Sin embargo, los que miraban desde fuera lo hacían no sin un poco de recelo y envidia. Y también con un poco de conocimiento de causa. Porque algo tan idílico no podía vivir durante mucho tiempo. Algo tan puro no podía perdurar para siempre… A no ser que hubiera algo roto dentro que nadie se atrevía a mencionar, no fuera a ser que petara la burbuja y todos despertaran de golpe. Esto es érase una vez en Hollywood.
“Érase una vez en… Hollywood” es la nueva película de Quentin Tarantino. Un director bastante único en sus formas y fondos, donde los festivales violentos para levantar risas y aplausos entre la platea solo esconden lecturas amargas sobre nosotros, la sociedad y el mundo en si mismo. Y esta novena película del director estadounidense es… Pues eso. La nueva película de ese mismo cineasta.
Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y Cliff Booth (Brad Pitt) son un actor y su doble de acción en la Hollywood de finales de los años 60. Llevan casi una década trabajando juntos. Con el tiempo se han convertido en uña y carne, y, a pesar de todas las personas que van conociendo, solo se tienen el uno para el otro. Sin embargo, el panorama cinematográfico está cambiando. El sector está en un punto de inflexión producido por la situación cultural y política del momento, y los gustos de los espectadores se mueven al ritmo del zeitgeist de turno. Esto afectará a todos aquellos que viven del cine.
«La nueva película de Quentin Tarantino»
Es posible que Quentin Tarantino sea uno de los pocos directores de Hollywood en tener libertad creativa -¿absoluta?- sobre sus películas. “Los odiosos ocho” (2017) no fue solamente una película que navegaba a contracorriente entre el western y el whodunnit, sino que tuvo el prestigio de poder llegar en un formato de proyección obsoleto y muy minoritario en las salas comerciales del mundo. El director es conocido además por hacer películas con un tono muy particular, un sello “Tarantiniano” que tiñe cualquier pastiche u homenaje a géneros de tiempos pasados que salga de su alborotada cabeza.
Sobra decir a estar alturas que si hay algo que le apasione al director es el cine de género puro, de personalidad propia, desde la serie B, a los matinees antaño populares, y que ahora serían veneno para las salas de cine, o los spaguetti western, la alternativa italiana al género americano por antonomasia, vilipendiados en su día por la crítica americana por la intolerancia hacia producciones extranjeras sobre la historia y fundación del nuevo mundo. Así fue, al menos, hasta que Sergio Leone se reuniera con Clint Eastwood para “Por un puñado de dólares” (1964), con la que llegarían aires de cambio.
Pasión por el cine
Aquí Tarantino se permite algo de autoindulgencia al homenajear ese tipo de cine con los distintos proyectos donde ha participado Dalton durante su carrera. Se permite el lujo de parodiar desde el respeto un modo de hacer prácticamente inexistente, de cuando en las producciones se permitía algo más de flexibilidad para crear cualquier locura entretenida desprejuiciada. Rick fue una estrella en ese tipo de producciones. Cuando lo conocemos, sabemos que entraría en la categoría de actor “de segunda fila”, aquellos intérpretes a tan solo un paso del mismo estrellato donde vivían Steve McQueen o James Dean.
Tarantino aprovecha todo ello para hacer una radiografía de un tiempo, una época, puede que lejana por una parte, pero al mismo tiempo brutalmente presente. Porque el director de “Pulp Fiction” (1994) también aprovecha para mostrarnos de un modo bastante amargo las bambalinas de los rodajes, las estrellas, sus frustraciones e inseguridades, y como muchas veces viven con una venda puesta en sus ojos.
Cliff Booth
«Érase una vez en Hollywood», sin duda, y es que más que una reivindicación hacia una época mejor, previa a los horrorosos crímenes de la infame familia Manson, la película se trata en realidad de una propuesta desmitificadora, de lectura tan amarga como su proyecto anterior, la también excelente “Los odiosos ocho” (2017). Tarantino no deja títere con cabeza. No se libra nadie, ni tan solo un personaje morboso por su historia como es el de Sharon Tate, magistralmente interpretada aquí por una inefable Margot Robbie. Brilla con luz propia a pesar de su breve tiempo en pantalla. Sin embargo, la representación del personaje sigue la misma línea que el de DiCaprio, hasta el punto de equipararla a las mininas de Charles Manson.
No es casual que en las antípodas de esos personajes se encuentre Cliff. Algo nos quiere contar Tarantino sobre el contraste entre aquel y el resto de estrellas (¿estrelladas?) que nos presentan a lo largo del metraje. Pitt da vida al personaje más agradable de todos cuantos desfilan por la pantalla, aunque como hemos dicho antes, la película arremete contra todo el mundo, sin excepción. Si resulta un personaje tan interesante es porque es el espectador externo que entronca toda la película. Su narrativa va en crescendo hasta finalizar en un clímax tan obvio como efectivo y apesadumbrado.
Retrato de una época
“Érase una vez en Hollywood” está plagada de cameos y menciones a nombres famosos de la época. Pasan por la pantalla Michael Madsen, Al Pacino, Damien Lewis, Emile Hirsch, Kurt Russell, Bruce Dern, Dakota Fanning o Luke Perry, entre otros, en papeles, algunos, fugaces. Forman parte de los elementos que Tarantino radiografía a lo largo del metraje. Una radiografía, no solamente de Hollywood, sino de la época y la ciudad donde transcurre la narración. El director hace mucho hincapié en esa idea, hasta el punto de dejar de lado su verborrea famosa de títulos previos para ofrecer una película donde la imagen adquiere una importancia todavía mayor. De hecho, hay muy poco diálogo considerando a lo que Tarantino nos tiene acostumbrados.
Acompañado de Deep Purple, Simon & Garfunkel o Los Bravos, nos invita a subirnos al coche de Dalton y Booth durante las largas travesías a través de Los Angeles para mostrarnos la ciudad y, de paso, entrar en sintonía con ellos. Se trata de un Tarantino poco habitual en su filmografía. Aunque a estas alturas no hacía falta que demostrara su pericia detrás de la cámara, aquí se vuelve doblemente importante al tener que recurrir más en lo visual para exponer todas sus ideas. Se extiende tanto en sus composiciones como en la dirección de todos sus actores, de los que no hay ninguno que se perciba como malo.
Érase una vez en Hollywood
Puede que esto convierta el título en uno más accesible para aquellos que no tragan su estilo de siempre, pero, por otro lado, se trata de un título sin un hilo conductor mayor que sirva de gancho narrativo. Y es que “Érase una vez en Hollywood” es una película que tocaría el documental ficcionado si no fuera por todo el empaque general de la producción. Érase una vez, sí, muy bonito, si no fuera porque aquí la fábula, el cuento para niños, no es tanto la historia que nos quiere contar Tarantino cómo la ficción que la propia realidad nos ha querido transmitir durante décadas. Y aunque Tarantino no sea el cineasta más optimista del mundo, por nosotros, si sigue haciendo películas de este nivel, que no se jubile nunca.