Adaptación de un clásico del manga
«Ghost in the Shell» sigue la estructura de sus primeros cómics publicados a principios de los años 90. A ojos de una persona que no conozca la saga y acuda al cine con la curiosidad de ver a Scarlett Johansson, embutida en un «traje» tan insinuante como sofisticado en un contexto futurista, probablemente quede satisfecha con una historia fácil, predecible en algunos momentos y que deja por igual momentos de acción, crimen y drama ligero.
Pero para la legión de fieles que siguen las aventuras de Mayor desde sus inicios, tengo más dudas de que compartan el camino escogido por su director (Rupert Sanders) para narrar la historia. A pesar de plasmar con maestría algunos de las momentos icónicos del manga y su primer anime; olvida fragmentos que podrían dotar de un mejor contexto a la trama. El propio Sanders llegaba a decir que “quería volver al mundo original de Ghost in the Shell”, el lenguaje visual del manga atrapa mi imaginación, así que emplee muchas imágenes del original en ese mosaico en bruto que presenté para exponer la historia”. Considerando esto, el resultado no es ninguna casualidad.
El mundo de Ghost in the Shell
La historia nos lleva a una metrópolis con deslumbrantes skylines salpicada por innumerables focos de absoluta pobreza. Allí la Corporación Hanka es la responsable de la creación de Mayor y de una realidad en la que cualquier persona tiene la posibilidad de mejorar su anatomía mediante el implante de refuerzos tecnológicos, visibles o no. Esto produce que cada vez sea más difícil dar con humanos 100% «puros». Una tendencia imparable que trae consigo graves riesgos para la humanidad, pues el terrorismo sigue el mismo camino y los delincuentes ya no acceden a los bienes de sus víctimas si no que directamente atacan sus mentes, navegan a través de sus recuerdos y controlan sus comportamientos.
Para hacer frente a esta amenaza existe la Sección 9, una unidad especial entrenada para reducir a los ciberterroristas. El grupo, dirigido por Daisuke Aramaki (Takeshi Kitano) y encabezado por Mayor, cuenta entre sus filas con unos pocos mercenarios elegidos por sus capacitaciones e implantes cibernéticos. Esto los convierten en el comando de élite más temido.
«Ghost in the Shell: El alma de la máquina» tuvo rodaje principalmente en Nueva Zelanda, con tomas adicionales en Hong Kong y Shanghái. El resultado es visualmente espectacular. La metrópoli no se identifica con ninguna ciudad en concreto si no que está compuesta por elementos reconocibles de distintas urbes y culturas. La verdad es que se puede llegar a criticar el uso (¿excesivo?) de los efectos digitales; pues dejan a la propia historia en un segundo plano durante gran parte de la película. Sin embargo, sin el CGI no se hubiera logrado plasmar la esencia del anime en un filme con actores reales.
Los personajes de Ghost in the Shell
Estamos acostumbrados a ver a Scarlett Johansson en papeles de acción, sobretodo tras «Los Vengadores» (Joss Whedon, 2012). En esta ocasión no podemos decir que mejore ninguna de sus actuaciones previas. Ya sea por la rigidez del personaje (no olvidemos que es un cyborg con cerebro humano) o por las exigencias del guión, deja sensaciones contrapuestas. Durante todo el filme lucha consigo misma por resolver los enigmas de su pasado. Quiere descubrir quién (o qué) és en realidad, más allá de lo que le hayan inculcado toda su vida. Unas sombras que irán desapareciendo a medida que avanza la trama y se va acercando a Kuze, el villano interpretado por Michael Pitt. Es un personaje que, con ansias de venganza, pretende eliminar a los altos directivos de la Corporación Hanka.
El actor danés Pilou Asbæk interpreta a Batou, el lugarteniente (¿y amor platónico?) de Mayor. Le gusta la pizza, la cerveza y los perros. Además, es la única persona en la que confía la cyborg. El papel le va que ni pintado y juntos comparten algunos de los momentos más «reales» de la historia. Con el resto del equipo apenas interactúa, más allá de alguna comunicación telepática y a distancia a través del práctico «mind-comm».
El maestro Kitano
El icono japonés “Beat” Takeshi Kitano (presentador del mítico programa Humor Amarillo) interpreta a Daisuke Aramaki, el afable director de la Sección 9. En pocas intervenciones deja patente su lealtad hacia los miembros de su equipo y actúa como mentor y padre adoptivo de Mayor. Y si hablamos de su «padre», su «madre» sería la Dra. Ouelet (interpretada por la actriz francesa ganadora del Oscar Juliette Binoche) miembro destacado del equipo de científicos de la Corporación Hanka y creadora de Mayor. Un personaje que en las primeras versiones de la saga era un personaje masculino pero que Sanders entregó (con mucho acierto) a la actriz francesa con el objetivo de enfatizar el elemento maternal del personaje.
Conclusión: Una colisión entre la interpretación y los efectos digitales
No es fácil llevar a la gran pantalla un anime como «Ghost in the Shell«. Pero se puede decir que el equipo que ha trabajado en la película puede estar bien satisfecho con el resultado. Scarlett Johansson, fría, distante e implacable en algunas fases y frágil, aislada y sentimental en otras, junto a los efectos especiales; se llevan todo el protagonismo en detrimento del argumento, que en ocasiones parece que salte entre capítulos inconexos. Hay escenas memorables y que homenajean al anime original. Como la escena de la creación de Mayor, sencillamente perfecta, y alguna otra que prefiero no desvelar.
El filme se podría considerar como una primera toma de contacto. Se queda en la presentación de los personajes y, principalmente, en el origen de la cyborg. El mundo creado por Masamune Shirow da para mucho más y no sería raro pensar en alguna secuela para desarrollar algunas de las tramas que se han obviado en la película. En cualquier caso eso lo decidirá en gran parte el éxito que coseche en taquilla, así que veremos…