Antes de entrar en “Harry Potter y las reliquias de la muerte – parte 2”, cabe citar un diálogo de la quinta novela que se revela fundamental. Tanto para esta película, como para toda la franquicia:
«Hay una habitación en el Departamento de Misterios que se mantiene cerrada en todo momento. Contiene una fuerza que es a la vez más maravillosa y más terrible que la muerte, que la inteligencia humana, que las fuerzas de la naturaleza. También es, tal vez, el más misterioso de los muchos temas de estudio que residen allí. Es el poder que está dentro de esa habitación el que tu posees en tal cantidad y que Voldemort no tiene en absoluto». Albus Dumbledore en Harry Potter y la Orden del Fénix
Fin de un viaje
La amistad, la familia, el humanismo y, por encima de estos, el amor, en su sentido más puro posible, han sido algunos de los grandes temas de las novelas de Harry Potter. Son valores trasladados al cine con mayor o menor gracia, pero que siempre han estado allí, de algún modo u otro, como justificación de ciertas cosas narradas en las historias. Como corazón latente de la serie, probablemente han ayudado a alzarla por encima de otras franquicias literarias parecidas, como “Las crónicas de Narnia” de C.S. Lewis. En “Harry Potter y las reliquias de la muerte – parte 2”, con David Yates y Steve Kloves repitiendo de nuevo respectivamente como director y guionista, se llega al culmen de dichas ideas.
En su naturaleza de segunda parte de la adaptación de una misma novela, la película retoma la historia inmediatamente después de lo sucedido en “Harry Potter y las reliquias de la muerte – parte 1”. Harry (Daniel Radcliffe), Ron (Rupert Grint) y Hermione (Emma Watson) se están recuperando de su última perdida y traición personales. Tras un momento de descanso, deciden seguir con su misión de encontrar los Horrocruxes para derrotar a Voldemort (Ralph Fiennes) de modo definitivo. El final del viaje los llevará de nuevo a Hogwarts, donde se reencontrarán con todos sus amigos y seres queridos.
El corazón de un mago
Hacia el final de la película tienen lugar dos secuencias que resumen lo expuesto al principio del texto. La primera sirve de revelación para muchas cosas que hemos visto a lo largo de las películas. Ayuda además a ver con otros ojos algunos personajes que hemos seguido durante tantos años. En la otra, quizás más trágica por cuanto está a punto de suceder, Harry consigue momentáneamente aquello que más ha anhelado durante toda su vida. Ambas son escenas con un contenido de gran sensibilidad y ternura. Ambas sirven casi de resumen temático de toda la serie.
¿Qué pudo derrotar al mago oscuro más peligroso del universo de Harry Potter? ¿Qué puede llevar a una persona a actuar más allá de su propia naturaleza repulsiva como ser humano? El amor como fuente de poder para hacer grandes cosas, y también como la magia primigenia más poderosa que se ha conocido. Aunque pueda ser ingenuo o pomposo, forma parte de los valores propios de unas novelas dirigidas, al fin y al cabo, al público (o lectores) más juvenil. Como hemos mencionado al principio, son ideas que siempre han estado presentes en las películas, siendo probablemente su mayor exponente su excelente tercera entrega: “Harry Potter y el prisionero de Azkaban” (Alfonso Cuarón, 2004).
Dichas escenas se alzan sin esfuerzo como las mejores de toda la película, y también como algunas de las más emotivas de las ocho adaptaciones al cine. En este caso, Yates y Kloves hacen un buen trabajo a la hora de trasladar la novela al cine. Tan potente era el material de base, por otra parte, que era muy complicado no hacerles un mínimo de justicia. Y, así, son dos de los pocos momentos realmente inspirados del conjunto.
Mucho ruido y pocas nueces
Lo que queda del resto, pues, es un simple ejercicio de empalmar escenas una detrás de la otra, ya en pos de terminar de resolver incógnitas y atar algunos cabos sueltos, hasta terminar en un clímax donde se busca la épica y la espectacularidad. Desgraciadamente, dentro de ello no parece haber cabida para los personajes, ni un drama que agarre desde el principio hasta el final. Esos dos momentos antes mencionados, potentes por si solos, también dejan relucir el potencial perdido por no haber dedicado tiempo a algo tan importante como las relaciones entre los personajes, ni al principal conflicto de su personaje titular: la pérdida de sus padres.
Bien puede ser producto de como se ha planteado este díptico de películas. Si en la primera parte se apostó por la calma y la introspección, “Harry Potter y las reliquias de la muerte – parte 2” opta por ir al grano desde el principio con una consecución de set pieces. Es cierto que esa primera parte sí se indaga algo en los conflictos personales antes mencionados, pero tampoco justifica su ausencia casi absoluta en ésta segunda entrega. Ni tan solo se preocupan en desarrollar misterio o sentido de la aventura en la búsqueda de los Horrocruxes restantes. Todo es un cúmulo de situaciones acumuladas. Un corre que te pillo de manual.
» ‘Harry Potter y las reliquias de la muerte – parte 2’ se queda a medio gas. (…) Tenía la enorme tarea de cerrar la historia y atar todos los cabos sueltos restantes. Tenía además el peso de satisfacer a una legión de fans ansiosos por ver cosas muy concretas. (…) Sin embargo, la película entretiene lo suficiente y se termina con una sonrisa en la boca por cerrar con un ya emblemático tema compuesto por John Williams»
Faltaría aquí, entonces, un equilibrio entre la acción, el drama y la comedia, como en la ya mencionada tercera entrega de Cuarón. En su defecto, tenemos a un Yates cuya sensibilidad dramática, considerando todas las entregas que ha realizado, no parece ser capaz de salir de la angustia adolescente y de los desamores juveniles. Como en un fan fiction.
Carece también de un buen desarrollo en sus set pieces. Todo se limita a epatar los sentidos con los excesos audiovisuales habituales de los blockbusters. Cae así en un sentido de la épica superficial, olvidando que la épica, por si sola, no significa nada.
El reparto de Harry Potter y las reliquias de la muerte – parte 2
Lo peor viene cuando uno va viendo como se suceden varios hechos trágicos. Pero como la película se ha olvidado de trabajar el factor humano, no es raro caer en la indiferencia. En este aspecto, “Harry Potter y las reliquias de la muerte – parte 2” se queda a medio gas. Se debería de haber dedicado más tiempo a ciertos personajes, o haber dedicado mejor su poco tiempo en el metraje. Poco dice del trabajo de sus responsables cuando, por ejemplo, Voldemort queda relegado a poco más que un villano de opereta.
Ni tan solo se puede achacar nada a unos actores claramente entregados. Alan Rickman (Severus Snape) se erige encima de los demás con tan solo unas pocas escenas. Ralph Fiennes hace lo que puede para dar presencia a su personaje. Luego esta la legión de secundarios que han ido apareciendo a lo largo de las películas, y que aquí tienen su cameo. Algunos no necesitan más. Otros deberían de haber tenido mucho más tiempo en pantalla.
En cuanto al trío protagonista, Radcliffe quizás está algo mejor que en las películas anteriores, pero Grint y Watson quedan relegados a papeles mucho más secundarios.
Leaving Hogwarts
Por todo lo demás, lo más destacable del conjunto sería la música de Alexander Desplat. Atención a “The Resurrection Stone”. La fotografía de Eduardo Serra no tiene tanto espacio para lucir como en la entrega anterior. Y Yates está en modo más funcional de lo habitual.
Con todo, “Harry Potter y las reliquias de la muerte – parte 2” tenía la enorme tarea de cerrar la historia y atar todos los cabos sueltos restantes. Tenía además el peso de satisfacer a una legión de fans ansiosos por ver cosas muy concretas. Cuando se trata de películas como esta, siempre hay unas expectativas que cumplir. Es inevitable. Aunque sea en detrimento del conjunto. Sin embargo, la película entretiene lo suficiente y se termina con una sonrisa en la boca por cerrar con un ya emblemático tema compuesto por John Williams. Aunque, de nuevo, la ejecución de toda la secuencia final deje mucho que desear. Pero algo es algo.