Una nueva adaptación de la obra del bardo
Justin Kurzel es el encargado de dirigir esta nueva versión de «Macbeth«, el clásico eterno escrito por William Shakespeare durante el amanecer del siglo XVII. Si hay algo característico en las obras del bardo son sus versos a modo de diálogos y monólogos en los que los personajes declaman sus infortunios, más que cualquier otro uso narrativo. El poeta se basaba mayormente en fuentes tradicionales, o, como es el caso que nos concierne, históricas. Así, teje esta tragedia en la que Macbeth (Michael Fassbender) cae víctima tanto de sus propios demonios internos como de las exigencias de su mujer, Lady Macbeth (Marion Cotillard), quien lo manipula hasta llevarlo hacia el camino del delirio. Tras la perdida de su hijo, Lady Macbeth entra en un estado de ambición mortífera que empujará a Macbeth a cometer los actos necesarios para conseguir la corona del trono escocés.
Un look visual llamativo
Hay algo destacable en esta adaptación. El director apuesta por una adaptación más cinematográfica y por tanto más visual que dialéctica de lo que se podría esperar de un texto original de Shakespeare. Se podría llegar a decir que se sustituye la poesía verbal por una visual. Para ello el director cambia los tradicionales interiores opulentos por unos bellos e inmensos paisajes escoceses cuya iluminación natural es la base de la excelente fotografía de Adam Arkapaw.
Éste combina rojos y dorados para dar un look visual adecuado a la imagen. Ya sea como símbolo de la sangre, fuego e ira en el primer caso, como de la lujuria en el segundo. Kurzel, por su parte, juega con simbolismos parecidos a la hora de crear su puesta en escena, especialmente a la hora de presentar al protagonista titular. Cuando lo vemos en el campo de batalla, Macbeth es un gigante imbatible contra el que es imposible salir victorioso en una batalla. Lo cierto es que la puesta en escena es especialmente admirable en esta particular iteración de la obra de Shakespeare. Además de lo expuesto, se diferencia de adaptaciones anteriores por crear una ambigüedad alrededor de los elementos más fantásticos. Se genera la duda sobre si estos son reales o forman parte de las quebradas mentes del protagonista.
Un reparto de lujo
Considerando la densidad dramática y verbal del guión, es una suerte que la película cuente con dos actores tan sobresalientes como son Michael Fassbender y Marion Cotillard. Ambos irradian carisma a raudales y son capaces de transmitir todo tipo de expresiones más allá del texto de base. La mayoría de personajes de Shakespeare no son memorables por sus complejidades dramáticas, sino todo lo contrario, por una simpleza encefalográmica que el poeta llevaba a un extremo memorable.
En este aspecto cada actor destaca por los rasgos de cada personaje: ella manipuladora y férrea, él más introvertido e inseguro; y aunque ambos actores están magníficos por separado es cuando están juntos que la película adquiere una fuerza especial. A pesar de que ellos dos son los que tienen más presencia en la pantalla, cabe destacar además a David Thewlis como Duncan, Paddy Considine como Banquo y Sean Harris -a quien recientemente vimos en “Misión: imposible – Nación secreta” (Christopher McQuarrie, 2015)- como Macduff.
Equilibrio entre imagen y texto
Dicho todo esto, se produce un choque de intenciones entre lo que se podría definir como lo viejo con lo nuevo. El resultado final de la película podría haber sido más contundente si Kurzel hubiera abrazado del todo su lado más rompedor y hubiera cogido la historia, los personajes y el drama, es decir, la esencia de la obra original, para adaptar la película de un modo todavía más cinematográfico, sin limitarse a si mismo ante una obra, y, en extensión un autor, puramente teatral.
Tal vez así se podría haber ayudado a los actores a la hora de recitar sus diálogos, y éstos hubieran tenido más soltura a la hora de ejercer su trabajo dramático más allá de la recitación del texto. Puede que de este modo se hubiera mejorado el entendimiento de los conflictos y de las relaciones entre personajes. Con todo, es posible que los que no conozcan la obra original puedan perderse algunos detalles.
Una adaptación recomendable
En resumen, esta versión de «Macbeth» se podría considerar una adaptación modelada en parte a las sensibilidades cinematográficas actuales. Nos muestran a un protagonista más aguerrido, unos paisajes enormes en lugar de unos interiores claustrofóbicos. Además, cuenta con un estilo visual marcado que la separa de anteriores iteraciones de la obra original. Kurzel también se sirve de una cierta verosimilitud psicológica para dar mayor peso al conflicto interno de Macbeth y sus manifestaciones externas. Puede ser que si se hubiera ceñido menos al texto original y se hubiera lanzado hacia lo innovador, como ya he expuesto antes, el director habría conseguido una adaptación más memorable. Tal como es, no deja de ser una versión que ofrece elementos interesantes. Por lo que, entre eso, y su apabullante aspecto visual, la convierten en una de las mejores versiones del original.