La época dorada de la ciencia ficción
Hay géneros cinematográficos que han vivido sus propias épocas doradas a lo largo del tiempo, etapas fructíferas que, a pesar de su diversidad en la calidad resultante, ofrecían un torrente de ideas muy diversas. La ciencia ficción es uno de ellos, pues tuvo un periodo de apogeo, todavía no repetido a día de hoy, que tomaba como base dramática los miedos y acontecimientos coetáneos a su tiempo. Ya fuera el miedo hacia la catástrofe nuclear, ejemplificada en películas tan dispares como “La humanidad en peligro” (Gordon Douglas, 1954), quizás el ejemplo más parecido a la película que nos trae entre manos; o hacia las repercusiones de una guerra, o la carrera espacial entre EEUU y Rusia que llevaron la ciencia ficción a ser un tema de actualidad, al menos en los Estados Unidos.
De este modo se pueden destacar títulos realizados sobretodo en las décadas de los años 60-70 como “Fahrenheit 451” (François Truffaut, 1966), “El planeta de los simios” (Franklin J. Schaffner, 1968), “2001: Un odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 1969), “Naves misteriosas” (Douglas Trumbull, 1972), “Almas de metal” (Michael Crichton, 1973), “El hombre que cayó a la Tierra” (Nicolas Roeg, 1976), “Encuentros en la tercera fase” (Steven Spielberg, 1977), o el film que nos ocupa ahora: “Sucesos en la IV fase” (1974).
Una obra de Saul Bass
Ésta obra es el único largometraje dirigido por Saul Bass, pues se trata en realidad de un especialista en títulos de crédito. En su haber encontramos películas tan importantes como “Vértigo” (Alfred Hitchcock, 1958), “West Side Story” (Robert Wise, 1961) o “Casino” (Martin Scorsese, 1995). Con un guion escrito por Mayo Simon, la historia arranca con un acontecimiento cósmico que no parece tener ningún tipo de repercusión en la Tierra. Sin embargo, esto no es así. A raíz de ello las hormigas adquieren una inteligencia racional igual o superior a la de los humanos. Dejan atrás rencillas entre sus colonias para unirse entre ellas y poder así adueñarse del planeta, exterminando todo obstáculo en su camino, como, entre otras cosas, el ser humano.
Entre los humanos protagonistas encontramos a un científico llamado Ernest D. Hubbs (Nigel Davenport), el experto en comunicaciones James R. Lesko (Michael Murphy), y a Kendra Eldridge (Lynne Frederick), una víctima que queda atrapada en el mismo laboratorio que los otros dos.
Basta decir que existe un gran contraste entre esa premisa tan de serie Z y el modo como se desarrolla la acción. La película tiene como dos partes muy diferenciadas. Una que no pasa de lo correcto siguiendo a los seres humanos protagonistas, con sus exposiciones científicas, choque de personalidades e intentos de lucha contra las hormigas, y otra en la que las hormigas toman total protagonismo. Lo más interesante es ver cómo ambas partes tienen un empaque técnico y creativo muy diferente, siendo el primero uno más convencional, y el otro, la parte insectoide, lo que realmente hace destacar éste título.
El ataque de las hormigas inteligentes
Filmado por el documentalista Ken Middleham, es muy interesante ver cómo se consigue crear un punto de vista propio para las hormigas. Se recurre puntualmente al uso de insectos reales, pero se crea para la ocasión figuras fotorrealistas de ellas que, de tan realistas, producen pavor. Realizado con un stop motion minimalista, lo realmente maravilloso aquí es como consiguen presentarnos un impactante mundo propio radicalmente diferente al resto de la película. Nos muestran a los pequeños insectos como si fueran personajes con todas las de la ley, y en este caso como si fueran unos seres alienígenas de mentalidad fría y calculadora. Nos observan y estudian para conocer nuestras debilidades y poder así atacarnos en modos inesperados y mortales.
En este aspecto resulta fascinante ver la capacidad de raciocinio que tienen los insectos a la hora de ir superando las amenazas presentadas por los humanos. Vemos cómo se adaptan a nuestros modos para aniquilarlas, en un esfuerzo colectivo de un grupo de entes formado, quizás, por miles de millones, en constante comunicación a modo de colmena y trabajando conjuntamente para conseguir un mismo fin. Un fin completamente incomprensible para nosotros, tal como demuestran los poco fructíferos esfuerzos del trío protagonista.
A caballo entre el ridículo y la genialidad
Bien es cierto que algunas de las escenas que vemos resultan un tanto ridículas, y quizás no habrían sido del todo necesarias. El guion no es precisamente el punto fuerte de la película, ni mucho menos. Se pueden encontrar varios puntos flojos: personajes humanos de personalidad errática, alguna subtrama que no lleva a ningún sitio, escenas enteras que rozan lo vergonzoso… Y sin embargo es difícil no quedarse prendado con las virtudes que ofrece la producción.
Porque por cada chapuza que te presenta la narración, se obtiene alguna idea visual muy sugerente. Bas y Middleham consiguen elevar a las hormigas como una amenaza real sin caer en el ridículo o la autoparodia. Consiguen que, imágenes que bajo otro contexto habrían sido completamente inofensivas, como es el de una hormiga correteando por un cuerpo humano, se convierta en un modo de generar tensión. A destacar también el uso de los espacios cerrados del laboratorio y el proceso de transformación del desierto exterior al complejo científico. Se genera una atmósfera opresiva, que no hace más que aumentar a medida que los protagonistas se quedan sin ideas con las que contraatacar.
Todo ello sirve de excusa para meter mano en ideas propias de la ciencia ficción, como analizar cuál es nuestro lugar en el universo. O hablar sobre la evolución del ser humano, indagar en posibles fuerzas desconocidas por nosotros, quizás manipuladoras de toda nuestra existencia. Como anécdota, comentar que el desenlace ofrecido por la versión vista en el estreno original no es el inicialmente planeado. Existe un final alternativo, hasta no hace muchos años perdido, donde se muestra el fatídico desenlace de la premisa, concebido originalmente por Bass y Simon.
Una pieza de culto
“Sucesos en la IV fase” es una película lejos de ser redonda. Es una de esas rarezas imperfectas que tanto proliferaron en las décadas de los 70 y 80, y que el tiempo ha convertido en títulos de culto dado el tratamiento tan único y creativo ofrecido. Diferente, interesante y, por tanto, imprescindible, “Sucesos en la IV fase” se erige como una película de visionado obligatorio para todo cinéfilo con ganas de ver propuestas diferentes.