
Todavía a contracorriente
Hay directores de cine que, en su empeño por mantenerse fieles a su propia visión, terminan dividiendo a la audiencia. Tras darse a conocer con la muy estimable “El sexto sentido” (1999), M. Night Shyamalan seguiría con un puñado de películas cada vez más personales y diferentes, confiando plenamente en su instinto. Ahí estarían “El protegido” (2000) o “El bosque” (2004). En las antípodas de estos estarían otros títulos mucho menos interesantes, producidos con la equivocada -y finalmente fallida- voluntad de querer gustar a todo el mundo: “Airbender: El último guerrero” (2010) o “After Earth” (2013). Tras esta caída en gracia, el director indio pasaría a proyectos más pequeños y personales, desde “La visita” (2015) hasta la más reciente “Glass” (2019), volviendo así a un tipo de cine más cercano al que lo lanzó a la fama. Es con esto que ahora llega su última película, titulada “Tiempo”.
Todo se desarrolla a partir de una premisa muy simple: una familia decide pasar unas vacaciones en un resort de lujo. Allí les recomendarán pasar un día en una cala paradisíaca y aislada junto a otros huéspedes. Sin embargo, una vez instalados empezarán a suceder cosas fuera de lo normal y, con una mezcla de terror y asombro, se darán cuenta de que en ese sitio el tiempo pasa mucho más rápido de lo normal.

Una fábula terrorífica
Una ubicación, una idea a medio camino entre la ciencia ficción y la fantasía, y un selecto grupo de personajes en conflicto. Estos son los ingredientes principales de la emblemática, e importante, serie de televisión “The Twilight Zone” (1959-1964). Si Shyamalan ya había mostrado como se había visto influenciado por dicha serie en títulos como “Señales” (2002) o “El bosque” (2004), ahora, con “Tiempo”, firma el título más parecido a lo que ofreció el serial ideado por Rod Serling.
Con este tono, el realizador firma una fábula sobre la madurez, el paso del tiempo y la importancia de saber vivir en el presente. Todo ello ejecutado mayoritariamente bajo el punto de vista de los personajes más jóvenes. Si la presencia simbólica de los niños y su inocencia habían sido un elemento clave en su cine, ahora ellos son más protagonistas que nunca. A partir de unos maravillosos puntos de vista de los pequeños vamos viendo como van creciendo, y como sienten los cambios tan rápidamente.
Además, el director subraya la importancia del tiempo con ideas de puesta en escena como unos simples travellings de pocos segundos en los que bajo otro contexto no pasaría nada, pero donde aquí da para muchos cambios. Shyamalan ya había demostrado anteriormente su dominio del lenguaje visual, y aquí no es excepción. Sus planos tienen ideas, y casi nada es baladí. Especial atención, poco antes de entrar en el tercer acto, a una secuencia nocturna alrededor de la hoguera, donde el director firma uno de los momentos más tiernos y frágiles de su filmografía. Se trata de uno de varios momentos donde lo más bello se junta con un desasosiego melancólico y, finalmente, algo puramente terrorífico.

El corazón de «Tiempo»
Volviendo al espíritu de “The Twilight Zone”, el factor humano vuelve a tener importancia. Si bien es cierto que la película se siente algo estirada, y que tiene un desarrollo más bien simple, formado esencialmente por un encadenamiento de pequeños conflictos que se van sucediendo; la historia se preocupa por presentarnos a un variopinto grupo de personajes. Empezando por la familia Capa, disfuncional por un matrimonio roto en el que la figura paterna, Guy (Gael García Bernal) es acusado de pensar siempre en el futuro por una presunta indecisión, y donde la presencia maternal, Prisca (magnífica Vicky Krieps, demostrando tras “El hilo invisible” un inmenso talento) parece asentada en el pasado, subrayado por su trabajo en un museo. De este modo se remarca que ninguna de los dos sabe vivir en el presente, salvo sus dos hijos Maddox (Thomasin McKenzie) y Trent (Alex Wolff).
Junto a ellos conoceremos a otra familia, formada por Charles (Rufus Sewell), Chrystal (Abbey Lee), su hija pequeña Kara y la madre del primero, Agnes (Kathleen Chalfant). Cada uno víctima de sus propios pecados, siendo el del personaje interpretado por Lee, con su búsqueda de la belleza juvenil, el que terminará en peor estado. Si a caso, la película no termina de perfilar bien el resto de secundarios, entre ellos el de Ken Leung.
«Shyamalan es uno de esos pocos directores de Hollywood que goza con la suerte de moverse siempre fiel a su propia visión, sin parecer preocupado en lo que la audiencia pueda esperar de él»
De hecho, se puede llegar a sentir un cierto desapego emocional hacia ellos, e incluso hacia el matrimonio Capa, por la decisión -acertada, por otro lado- de centrar la narración en lo personajes más jóvenes. Esto, un exceso de metraje agravado por un tercer acto demasiado largo, algunas resoluciones un tanto fáciles, y demasiada sobreexplicación respecto a todo cuanto sucede, son los puntos más flojos de un guion que, quizás, se hubiera beneficiado de alguna reescritura para pulir detalles y terminar de explotar más sus propias ideas.

Otro proyecto personal
En resumen, con todas sus cosas, “Tiempo” vuelve a ser un proyecto bastante redondo en su conjunto, a medio camino entre las mejores películas del director y sus otros títulos menores. Por encima de esto, su propia premisa, y el extremo hasta el que se atreve a llevarla, hace que se desmarque como una propuesta que difícilmente dejará indiferente.
Shyamalan es uno de esos pocos directores asentados en Hollywood que goza con la suerte de moverse por el sonido de su propia batuta. Siempre fiel a su propia visión, no parece preocupado en lo que la audiencia pueda esperar o pensar de él. Aunque la división de opiniones estará servida, como mínimo puede dársele una oportunidad a un director con ganas de arriesgar, y especialmente de hacerlo en un género todavía hoy complicado para gran parte de la audiencia como es el fantástico.