Zombies coreanos
Hay algo que quedó claro a tenor del pasado Festival de Sitges 2016, y es que ahora mismo el cine coreano está realizando producciones de lo más interesantes. Son casos claros los de “El extraño” (Hong-jin Na), “El imperio de las sombras” (Jee-woon Kim), “La doncella” (Chan-wook Park) o la película que nos concierne: “Tren a Busan”, de Sang-ho Yeon. Nos encontramos con un caso a cuyo desarrollo se le puede aplicar aquello de ser tan simple como efectivo, y es que la premisa se centra en un tren en marcha donde sus pasajeros tendrán que sobrevivir ante una hambrienta horda de zombis.
Premisa simple, directa, pero sumamente efectiva gracias a la labor de sus responsables para que nos preocupemos por los personajes y de que las situaciones se sientan tan desesperadas como las viven ellos. Estas ideas, básicas en toda película de supervivencia, mayoritariamente no conseguidas, y aquí bien desarrolladas, hacen que “Tren a Busan” se erija al instante como una de las mejores producciones que ha originado el subgénero zombi desde, posiblemente, “Zombies Party” (Edgar Wright, 2004).
Simple pero muy efectiva
Así pues, tras un primer tercio tranquilo, que no lento, en el que nos presentan a los múltiples personajes que seguiremos durante el metraje, entre ellos Seok Woo (Yoo Gong) y Soo-an (Soo-an Kim), un padre y una hija, se da el pistoletazo de salida a un auténtico tour de force en el que la acción, la tensión y el terror toman las riendas de la historia, y permiten que se desarrollen distintas set pieces que, lejos de funcionar por acumulación como nos tiene acostumbrado el cine, brillan por diferencia y por construcción unitaria con sus propios obstáculos y resoluciones.
Se puede considerar algo inaudito hoy en día, especialmente en un subgénero tan maltratado en Hollywood como es el de los zombis, en el que por lo general o bien cae en la dañina auto parodia -“Zombie Camp” (Christopher Landon, 2015)- o en el lucimiento personal de sus protagonistas -“Guerra Mundial Z” (Marc Forster, 2013) o “Maggie” (Henry Hobson, 2015)-.
Un reparto carismático
De nuevo, recalco que el mayor triunfo de la producción no recae tanto en la originalidad del planteamiento, si no en el desarrollo de éste y lo bien que funcionan todos los ingredientes en su conjunto global. Lo mismo se puede aplicar al plantel de actores escogidos, todos extremadamente eficaces y perfectamente reconocibles gracias a la caracterización de unos personajes tan simples como memorables. Bien es cierto que el eje dramático gira al alrededor de Woo y Soo-an, pero es innegable que el rey de la función aquí es Dong-seok Ma en el papel de Sang Hwa.
Es el gigantón entrañable de la historia, mezcla con facilidad y credibilidad sus facetas tiernas con las brutales. Así produce el mismo encanto tanto a la hora de machacar zombis, como cuando protege a su mujer, o insulta a Woo. Dicho esto, es imposible olvidarse del resto del reparto, empezando por la increíble Soo-an kim. Dulce y mona como ella sola, te roba el corazón desde el principio y se lo queda tras mucho después de terminar la película. No es poca cosa que además aguante su papel como la prometedora actriz que parece ser y que deseamos se confirme en futuras producciones.
Sang-ho Yeon
Sang-ho Yeon ejerce tanto de director como guionista. Decide muy lógicamente que en una película de supervivencia lo más importante son los personajes, no la historia, y así son ellos los que hacen avanzar el drama, y no al revés. Es por eso que las interacciones entre ellos, de nuevo simples, pero bien llevadas, resultan igual de interesantes que las propias escenas de acción.
A parte, su puesta en escena es dinámica, mezcla el uso de cámara en trípode (en casi todo su metraje) con la cámara en mano cuando lo pide el momento. Por lo general nunca deja un solo momento muerto que frene el ritmo de la historia, aunque si deja momentos de respiro ante tanta tensión. Sin embargo, se le puede criticar una tendencia hacia el subrayado melodramático característico del cine coreano que al público occidental se le puede atragantar. Son momentos puntuales que no dañan la película, pero ahí están.
Por si no os ha parecida poca cosa, los fans del cine de George A. Romero pueden estar tranquilos porque no falta la imprescindible dosis de crítica social que siempre ha popularizado el subgénero, a pesar de la adrenalina pura que se desprende de la película. En «Tren a Busan» hay presente una imagen de la decadencia de la sociedad en la que vivimos, decidida a avanzar a un ritmo estrepitoso, en la que la lucha por la supervivencia provoca que se imponga la ley del más fuerte, ya no tanto a nivel físico, sino más bien a nivel económico, para seguir adelante. Y pobre del que se atreva, ni tan solo, a pensar en nadie más que en si mismo, no vaya a pasarle algo malo.
Un referente del género
En resumen, “Tren a Busan” es por méritos propios una gran película, y una gran aportación al subgénero zombi. ¿Y un referente? Es complicado hacer tal afirmación dado que su baza principal no es la originalidad, sino la casi perfecta ejecución de lo planteado. Sea como sea, se trata de una propuesta de lo más recomendable.