¿Quién le hubiera dicho a Akira Toriyama cuando empezó a publicar “Dragon Ball” en 1984 que ésta obra seguiría siendo de actualidad tres décadas más tarde? Tal como son las cosas, “Dragon Ball Z: La batalla de los dioses” (Masahiro Hosoda, 2013) abrió las puertas para que Son Goku y compañía volvieran a tener nuevas historias, tanto en la pequeña pantalla con la nueva serie “Dragon Ball Super” como en el cine como demostraron “Dragon Ball Z: La resurrección de F” (Tadayoshi Yamamuro, 2015) y, ahora, “Dragon Ball Super: Broly”, bajo la batuta de Tatsuya Nagamine.
Reciclando viejas ideas
Como bien indica el título, la película recupera uno de los villanos más emblemáticos creados para una de las muchas películas de los años noventa, Broly, quien en esta ocasión parte de un pasado muy diferente del original. De este modo, la historia arranca, no con la presentación de los héroes populares, sino con un prólogo que nos presenta las raíces de la relación entre ellos. Una vez se entra en acción, y tras unos minutos para ponernos al día con Goku, Vegeta y algunos de los secundarios, la película entra de lleno en el que es probablemente el combate más espectacular de la franquicia visto hasta ahora.
Estas nuevas películas de Dragon Ball siguen la misma línea de apelar a la nostalgia que otras grandes franquicias americanas actuales, y es que el poder de los recuerdos de nuestra infancia puede mover montañas de dinero. Si en la película anterior recuperaron a Freezer como reclamo comercial, ahora hacen lo mismo con Broly, uno de los villanos más populares que, a pesar de su estatus, no formaba parte del canon oficial de la serie dado que nació en una de las múltiples películas basadas en la serie original. Lo mismo sucede con otro personaje que aparece hacia el final de la película que no vamos a desvelar, y que convierte “Dragon Ball Super: Broly” en una actualización de viejas historias.
Cambio de rumbo
Sin embargo, aunque los personajes sean los mismos, estas nuevas películas, al igual que la nueva serie, han cambiado. Toda la violencia y sadismo sin miramientos de la obra original de Toriyama ha menguado a favor de un tono más light y aniñado. A diferencia de Dragon Ball Z y sus subsiguientes películas, Dragon Ball Super y estas nuevas películas están enfocadas a un público más infantil, con todas las concesiones que se le suponen.
De este modo, los villanos ya no son tan villanos. Los buenos son todavía más buenos, y los rasgos tontorrones de Goku parecen haberse comido toda su personalidad. No vamos a hacer ningún tipo de juicio de valor, pues la pura realidad es que el cambio se debe a que el público objetivo ya no es el mismo de antes. Lo importante ahora es atraer a un espectador lo más joven posible y vender cuantos más muñecos mejor, como en toda otra gran franquicia, y en esta película es más evidente que nunca.
Al menos podemos disfrutar de un cierto soplo de aire fresco con el estilo de animación. En “Dragon Ball Super: Broly” se deja atrás el preciosismo de las dos películas anteriores para dar cabida a una mayor expresividad y dinamismo, importantes al fin y al cabo para el tipo de producción del que se trata.
¿Demasiado larga?
Quizás, lo peor es su larga duración. Es la primera película estrenada en cines con unos estirados 90 minutos de duración. Si bien es cierto que la acción pasa en un suspiro, toda la primera parte de precedentes se debería haber sintetizado para no atiborrar de unos diálogos y exposición cuya única razón de ser es formarnos en la historia y lore de Dragon Ball, además de regalar una buena cantidad de cameos para satisfacer a los más fans. Supongo que, en su carácter de película pensada para estos, querían dar un poco de protagonismo a unos personajes menos populares pero igualmente importantes para la historia, y enfocado de este modo tal vez tenga un pase.
No estamos ante más que una película de muchas más que llegarán a nuestras (pequeñas) pantallas, porque el recorrido por las salas comerciales fue bastante limitado. Los apodados Guerreros Z siempre tendrán la suerte de poder regresar sin problemas dado que la aparición de un nuevo villano a batir es un recurso fácil que aquí funciona la mar de bien.
Sombras de conflictos
Dicho todo esto, es posible que el mayor problema de estas nuevas historias sea la falta de una sensación de peligro que nos haga pensar que los personajes están en serios apuros. Quizás se debería apostar por un tono más cercano a las originales para que nada quede como un juego o algo tan trivial como podría ser un entrenamiento de dificultad elevada.
Esto, y dejando aparte lo agradable de reencontrarnos con rostros con los que muchos de nosotros crecimos, es el auténtico enemigo a batir que la franquicia tiene ahora mismo.