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El secreto de la pirámide (Barry Levinson, 1985) | Crítica

10/12/2022
El secreto de la pirámide imagen destacada

Otra vuelta de tuerca

L

La década de los 70 reformuló al personaje de Sherlock Holmes en el cine desde un punto de vista más humano y/o traumatizado. Entrados en los años 80, la tendencia se mantiene en “El secreto de la pirámide”, pero ya se amolda a otras tendencias comerciales del momento. Durante los 80 se dio luz a diversas producciones que a día de hoy son queridas por gran parte del público. Serían propuestas de tono juvenil con una mezcla de aventura, fantasía y mucho corazón. El binomio Amblin / Steven Spielberg suelen estar asociados a esa nostalgia, aunque el director de “El mundo perdido” (1997) no se encargara directamente de la dirección de todas ellas.

Muchas veces dejaría las riendas a otros nombres de la época como Richard Donner, Joe Dante, Tobe Hooper o Barry Levinson. Este último se encargaría de desarrollar uno de los proyectos más ambiciosos de la compañía, al adaptar la icónica creación literaria de Arthur Conan Doyle. Siendo sus escritos obras de misterio destinadas a un público juvenil, ¿como no iba Amblin a producir dicha idea? Es con esto, y siempre con un profundo respeto al legado del personaje y su recreación histórica, que nace “El secreto de la pirámide”, también conocida como “El joven Sherlock Holmes”.

La historia narra el primer encuentro entre Sherlock (Nicholas Rowe) y John Watson (Alan Cox), cuando ambos coinciden en la misma universidad. Como si estuviera predestinado, ambos no tardaran en hacerse amigos. La aventura y el misterio vendrán cuando una ristra de asesinatos empiece a sucederse en Londres, y solamente el perspicaz detective se de cuenta de que podrían estar conectados.

John Watson (Alan Cox) y Sherlock Holmes (Nicholas Rowe)
John Watson (Alan Cox) y Sherlock Holmes (Nicholas Rowe)

Sherlock Holmes y el secreto de la pirámide

Si bien la película viene firmada por Barry Levinson, la mano de Spielberg (que ejercería de productor) se nota en toda la producción. Se puede argumentar que el tono más aventurero ya estaba en los relatos originales de Doyle, pero aquí encontramos una propuesta donde la aventura toma las riendas de la narración para desarrollar el misterio principal y su investigación. En cierto modo, “El secreto de la pirámide” se siente más como una aventura de un joven Indiana Jones, que de una película de Sherlock Holmes… Hecho acentuado por algunos motivos visuales que recuerdan demasiado a “Indiana Jones y el templo maldito” (Steven Spielberg, 1984).

Sea como sea, la película aúna todo lo bueno que se puede esperar de una historia basada en el detective. Se logra encontrar un gran equilibrio entre la aventura y el misterio. En sus ajustadísimos 104 minutos entra toda la aventura, intriga, puzles y exotismo que se puede esperar de una adaptación del detective. Además de todo ello, hay una intención narrativa más parecida a otras producciones setenteras como “La vida privada de Sherlock Holmes” (Billy Wilder, 1970) de entrar en el lado personal del personaje. En este caso, vemos un capítulo de su vida que nos permitirá entender porque el personaje es como es en los relatos originales.

Todo ello con un ritmo dinámico, una realización tirando a lo clásico y un guion escrito por Chris Columbus que no pierde el tiempo ni un solo instante. Amen de su gran diseño de producción, y de una banda sonora de Bruce Broughton, inspirándose en el mejor John Williams, que pasa de lo romántico, a lo dinámico, lo terrorífico, lo aventurero… El compositor toca todos los palos necesarios, para un trabajo adecuado al tono general de la película.

Sherlock con Elizabeth Hardy (Sophie Ward)
Sherlock con Elizabeth Hardy (Sophie Ward)

Fantasía e ilusionismo

Por otro lado, parte de la magia de “El secreto de la pirámide” viene por unos efectos especiales pioneros que no han envejecido ni un ápice. Ahí se nota el gran talento de Industrial Light and Magic en su mejor momento, cuando George Lucas ya había revolucionado el sector con la trilogía original de Star Wars. Todas las escenas son prodigios visuales, de gran inventiva y con no pocos matices terroríficos. Sin la gran labor del equipo de F/X difícilmente estaríamos hablando de una película tan redonda.

La película combina así dos factores importantes: un magnífico catálogo de efectos especiales, y la conciencia de que las historias de Sherlock Holmes pertenecen por derecho propio al género de lo fantástico. Y, a veces, también del terror. Dicho esto, Barry Levinson dirige este tren de fantasmas con una gran seriedad. Por muy fabulosa o fantástica que sea su propuesta, su historia es muy real. Es tan creíble y tangible como suelen ser las investigaciones del detective de Baker Street una vez se levanta el velo y se proyecta luz ante las artimañas detrás del truco. De este modo, el espectador -y los personajes secundarios- se sumergen en lo fantástico, y es trabajo de Holmes mantener la cabeza fría.

Imagen de El secreto de la pirámide
Imagen de El secreto de la pirámide

La pareja de siempre

Si durante la década de los 70 prosperaron iteraciones del personaje con rasgos torturados, humanizados o, simplemente, alejados del original literario; en “El secreto de la pirámide” encontramos un Sherlock distinto por razones obvias, pero con suficientes rasgos característicos como para reconocer al personaje creado por Conan Doyle. Es un personaje que todavía trabaja en desarrollar sus facultades deductivas y de observación. Quizás es menos eufórico, y más introvertido y melancólico. Como las historias del escritor inglés mezclaban sin tapujos el misterio con la aventura, aquí encontramos, como se ha apuntado antes, un Sherlock que en cierto modo parece una versión rejuvenecida y algo más cerebral de Indiana Jones.

Por su parte, el Watson de Alan Cox es todo corazón. Se le retrata como un preadolescente bonachón y goloso. Es un personaje ingenuo e inseguro, pero dispuesto a actuar cuando la situación lo requiere. La amistad con Sherlock no tardará en empezar nada más conocerse. Se mantiene la vena más cómica del personaje, aunque esto sea invención más del cine que de la mente de Conan Doyle.

El resto del reparto cumple su propósito. Sophie Ward da vida a la bella y encantadora Elizabeth Hardy, compañera de fatigas del dúo protagonista. Roger Ashton-Griffiths da vida a un Lestrade más antipático de lo habitual, y quizás también de los más capaces que han pasado por la gran pantalla. Quizás se hecha de menos algo más de presencia en Anthony Higgins, el implacable profesor que tutela y guía al joven Sherlock. Un actor de perfil regio, acorde con la aristocracia inglesa de esa época, le faltaría aportar una mayor personalidad al personaje.

Fotograma de Sherlock en El secreto de la pirámide
Fotograma de Sherlock en El secreto de la pirámide

Marcando tendencia

Bien es cierto que la dirección de Levinson es algo funcional, siempre al servicio de todos los demás departamentos. También que el guion de Columbus es correcto sin destacar excesivamente. El gran gancho de la película es su espíritu juvenil (que no inmaduro), su impulso por tirar adelante la aventura, por investigar, resolver misterios… Y como sus artífices consiguen lograr sus objetivos. Dentro del universo de Sherlock Holmes tiene su otra cara más trágica al revelar que una maquina fría como él también fue adolescente. Tuvo las mismas inseguridades y pulsiones de todos, haciéndolo así alguien muy próximo. Es en el cambio producido a lo largo de la narración -y en comparación con su versión literaria- donde se vislumbra un contenido dramático desgarrador.

En resumen, “El secreto de la pirámide” se trata de uno de tantos títulos ochenteros que no solamente no han envejecido en absoluto, sino que además parece haber sido influencia para producciones posteriores. Siendo las más notables las dos primeras adaptaciones de Harry Potter, dirigidas, no por casualidad, por Chris Columbus. Como película juvenil de entretenimiento hace palidecer a casi cualquier otra producción parecida estrenada posteriormente. Tanto por oficio como por contenido. Como pasó tantas veces por aquella época, el resultado final de la película fue fruto de una suma de talentos muy difícil de encontrar en la industria cinematográfica occidental actual.