Seculas y más secuelas
Quitando el aspecto financiero, no hay un propósito claro a la hora de desarrollar secuelas de películas exitosas. Hay algunas que se rigen por el concepto de dar lo mismo, pero todo más grande y espectacular, como podría ser el caso de segundas partes de películas de Michael Bay, o en el otro lado del ecuador, “Aliens: El regreso” (James Cameron, 1986). Otras, se mueven bajo una mirada más personal, véase el caso de “El imperio contraataca” (Irvin Kershner, 1980), “El caballero oscuro” (Christopher Nolan, 2008) o “Vengadores: La era de Ultrón” (Joss Whedon, 2015). También hay aquellas que solo buscan expandir su propia mitología para hacer algo diferente y fresco; a la vez que mantienen el espíritu de la obra original.
Matthew Vaughn regresa en “Kingsman: El círculo dorado” tanto como director como guionista tras haber adaptado el cómic de Mark Millar en “Kingsman: Servicio secreto” (2014). Su intención es crear set pieces aún más disparatadas que las vistas en la primera entrega, mientras aprovecha para expandir el peculiar mundo de los Kingsman con una idea de lo más suculenta: en los Estados Unidos existe un grupo parecido conocido como los Statesman.
Las intrigas de Kingsman: El círculo dorado
Así, Eggsy (Taron Egerton) y Merlín (Mark Strong) descubrirán indicios de su existencia tras la destrucción del cuartel general de los Kingsman y muchos de sus agentes por parte de Poppy Adams (Julianne Moore). Así, decidirán viajar hacia Kentucky, Estados Unidos, para averiguar la verdad. Una vez allí, conocerán al agente secreto Tequila (Channing Tatum) y empezará la verdadera lucha contra El círculo dorado.
Puede que el gran rasgo único de la franquicia Kingsman con respecto a otras parecidas sea el tono cartoonesco de todo cuanto sucede. Es un rasgo propicio a tenor de sus orígenes en el comic de carácter pop, y el sentido del humor tan irreverente de los personajes. Lo mejor y peor que se puede decir de “Kingsman: El círculo dorado” es que repite todo lo que se vio en la primera entrega. Sin embargo, tiene resultados menos satisfactorios, puesto que se pierde el punto rompedor y mala baba del original. Al final, termina dejando una sensación agridulce. Esto se debe además a algunas decisiones de guion que terminan dañando una historia que quizás debería haber apuntado hacia otra dirección.
No nos es costumbre describir detalles concretos de las películas. Siempre es mejor dejar que el espectador las descubra a medida que va pasando el metraje. Sin embargo, es importante destacar un aspecto que la campaña promocional tampoco se ha esforzado en tapar. Hablamos del regreso, en teoría sorprendente, de Colin Firth.
Mirando hacia atrás
Aunque ya se conocía su talento como actor, no había sido hasta “Kingsman: Servicio secreto” que pudo lucir sus habilidades como estrella de acción. Así, el giro de la película con su personaje fue toda una sorpresa. Es por eso que al anunciar esta secuela no se tardó mucho en confirmar su regreso. Con esto, se despertó el misterio sobre cómo volvería a la acción. Obviamente no lo desvelaremos, pero cabe decir que en el mundo del cómic los personajes no suelen morir de verdad; y la excusa para recuperarlo aquí solo es creíble por el tono de la producción.
Sin embargo, es precisamente por haber querido mirar hacia atrás en lugar de explorar nuevos caminos que la película termina anclada en la sombra de la original. Está tan enamorada de lo bueno de su predecesora que apenas permite dejar volar al personaje de Egerton para seguir desarrollándolo. Al final, aunque la nueva interacción entre los otrora maestro y aprendiz adquiere una nueva faceta; deja la sensación de que la película se habría beneficiado más si se hubiera dado manga ancha a todo lo nuevo presentado en esta entrega. Al terminar la cinta hay una sensación de deja vu de haber visto más de lo mismo, pero en ningún caso mejor. Es una pena porque los nuevos personajes derraman tanto carisma que piden a gritos más minutos en pantalla. Y en el caso de algunos de ellos es especialmente frustrante, porque quedan relegados a un segundo plano.
La dirección de Kingsman: El círculo dorado
No tenemos que aplaudir únicamente los papeles tan caricaturescos de Tatum o su compañero Whiskey (Pedro Pascal), en sus papeles de cowboys superheróicos; sino también a Jeff Bridges como Champ, el líder de los Statesman; a Egerton, quien aporta inocencia, carisma y chulería a partes cómicamente iguales; y sin olvidarnos de Julianne Moore, encantada de participar en la película gracias a su villano caricaturesco. Con una sonrisa y actitud de gran madre, esconde una gran sociopatía.
También cabe destacar la labor de Vaughn detrás de las cámaras. Con una puesta en escena dinámica pero calculada, crea unas escenas de acción vertiginosas que se rigen por unas leyes físicas imposibles. Potencian la sensación de estar viendo un cómic en movimiento; y ello también se ve acentuado por algunos planos que parecen viñetas sacadas directamente del tebeo. Sin duda, es en esos momentos concretos que el director se muestra especialmente cómodo, porque por lo demás la película se limita a cumplir.
Bajo la sombra de la original
Vaughn, junto a la también guionista Jane Goldman, fallan por otra parte a la hora de desarrollar su historia. La película cae demasiado en conveniencias y situaciones poco creíbles para hacer avanzar la historia. A se le añade las reiteraciones ya comentadas con respecto a la primera entrega. Lo peor es que estiran la cinta más allá de las dos horas, y en ocasiones el ritmo se resiente. Con todo, “Kingsman: El círculo dorado” es una producción entretenida. Tiene una buena factura y un buen plantel de personajes. Pero carente de elementos que la eleven a una pieza interesante y refrescante como su propia propuesta pide serlo.