Revisitando El sabueso de los Baskerville
Tras el díptico de películas producidas por la 20th Century Fox que cimentaron a Basil Rathbone y Nigel Bruce como grandes referentes en dar vida a Sherlock Holmes y a John Watson, los derechos del personaje pasaron a manos de otra productora: Universal Pictures. La nueva compañía trasladaría a los personajes a plena década de los 40, cuando les haría vivir todo tipo de situaciones. A pesar de esto, la Universal se vería privada de adaptar por si misma uno de los relatos más populares del personaje: “El sabueso de los Baskerville”, dado que la Fox ya se encargó de ello en una muy recomendable adaptación. En su lugar, produciría “La garra escarlata”. Una adaptación libre de la novela, que cogería el tono de terror gótico y algunas ideas del original para crear un misterio, personajes y situaciones distintas.
Roy William Neill sería el responsable de llevar la producción a buen puerto, partiendo de una premisa que destila aroma a serie B por todos los lados. Los habitantes de una aislada aldea canadiense llamada La Mort Rouge verán como van cayendo uno a uno a manos de lo que creen ser una mítica criatura infernal que habita en los nebulosos paramos que rodean la aldea. Una carta póstuma de la víctima más reciente será el desencadenante de que Sherlock y Watson vayan a investigar, a pesar del escepticismo del primero.
Monstruos y demonios
En “La garra escarlata” se nos presenta una historia que mezcla con eficiencia los whodunits más clásicos con las historias de terror gótico que popularizó la Universal con sus múltiples películas de monstruos, como “El doctor Frankenstein” (James Whale, 1931) o “La momia” (Karl Freund, 1932). Siendo Sherlock un personaje enteramente racional, no puede faltar la disyuntiva entre lo fantástico y lo terrenal. La película presenta ya desde el principio una confrontación entre la realidad y la ficción, entre la verdad y la existencia de sucesos sobrenaturales.
Si la premisa funciona bastante bien es, primeramente, gracias a la estupenda atmósfera conseguida. Tanto a la hora de presentar la aldea principal, como el bosque que lo rodea y donde se supone habita la infame criatura. Todo ello luce especialmente bien en alguna secuencia concreta que enfrenta la racionalidad fría del detective con unos hechos que, bajo el punto de vista del resto de personajes, solo pueden tener una explicación de índole fantástica.
La garra escarlata como puro entretenimiento
Mucho más que su referente “El sabueso de los Baskerville”, “La garra escarlata” tiene una naturaleza eminentemente pulp de serie b. Siguiendo la estela del resto de producciones de este serial basado en Sherlock Holmes, la investigación del caso no brilla precisamente por su trabajo. De hecho, hay muy poca investigación, y si Sherlock se alza como un personaje inteligente es más por las pocas luces que demuestran tener el resto de caracteres que se pasean por la historia. Se trata de un aspecto mejorable de muchas de las historias de Sherlock protagonizadas por Rathbone. Una pena, porque, por lo demás, “La garra escarlata” tiene varias virtudes.
Para empezar, lo bien distribuidos que están los acontecimientos en sus ajustados 74 minutos. La narración mezcla la comedia, el misterio, el terror y la investigación de una manera muy natural, sin nunca saturar ni exasperar ante tanto cambio. Esto se consigue sobretodo gracias a un reparto que sabe perfectamente el papel a desempeñar: Rathbone el de un detective de magnetismo imperecedero, Bruce de alivio cómico (más o menos cuestionable como Watson, por otra parte); además de secundarios de lujo como Victoria Horne, Gerald Hamer o Paul Cavanagh, dando vida a algunos de los residentes de la aldea.
«Siendo Sherlock un hombre de acción, en «La garra escarlata» le llevará a estar al pie del cañón en todo momento, viviendo personalmente momentos terroríficos, otros de pura deducción, e incluso algunos más físicos. Todo ello movido por su inquebrantable inquietud de encontrar la pieza que ponga sentido al puzzle que se ha desplegado delante de sus ojos.»
Otro gran punto a favor reside en la creación de atmósfera del director de foto George Robinson y del gran diseño de producción. Nos presentan unos exteriores mayoritariamente oscuros, tapados por niebla; y unos interiores llenos de recovecos envueltos en sombras. La acción pasa por caserones oscuros, iglesias o castillos, cada uno de ellos luciendo iconografía gótica en todo su esplendor. Es posible que esta sea la baza más fuerte de la producción, dado que se mezcla bien el tono de película de terror com el de thriller detectivesco.
Entretenida historia de Sherlock Holmes
Siendo Sherlock un hombre de acción, le llevará a estar al pie del cañón en todo momento, viviendo personalmente momentos terroríficos, otros de pura deducción, e incluso algunos más físicos. Todo ello movido por su inquebrantable inquietud de encontrar la pieza que ponga sentido al puzzle que se ha desplegado delante de sus ojos.
En definitiva, si bien no se trata de ninguna película definitiva del personaje o del género, sí es un buen entretenimiento. Sus mejores bazas son el trabajo de ambientación y de los actores. Tiene mucho encanto, como puede tenerlo muchas producciones de la época, pero, a pesar de todo, es posible que no sea del gusto de todos los paladares. Sin embargo, los aficionados del personaje y los amantes del cine seguramente encuentren algo aquí de lo que disfrutar.