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Estudio de terror (James Hill, 1965) | Crítica

09/01/2022
Estudio de terror imagen destacada

Duelo de titanes

Solamente la suerte del destino hizo que convivieran en el mismo tiempo histórico dos figuras contrapuestas como Sherlock Holmes y Jack el Destripador. Uno producto de la mente inquieta del escritor Arthur Conan Doyle, y el otro de la problemática situación social y cultural de la Inglaterra de finales del siglo XIX. Uno sería el más grande de entre los detectives salidos de la literatura, y el otro uno de los primeros asesinos en serie más celebres de la historia. Uno es pura ficción, y el otro solo lo es a medias. Fuera como fuera, parecería un sin sentido no juntarlos jamás en un pastiche. A priori suena a combinación ganadora. Así lo sintieron la pareja de guionistas formada por Derek y Donald Ford, y James Hill, quien posteriormente entraría para dirigir el proyecto que terminaría llamándose “Estudio de terror”.

Es el año 1888 cuando empiezan a aparecer cuerpos de mujeres descuartizados por el lúgubre barrio de Whitechapel. Ante la incertidumbre de la policía -y de la sociedad- inglesa, el famoso detective privado Sherlock Holmes (John Neville) y su siempre fiel ayudante John Watson (Donald Houston) se pondrán en marcha para intentar proyectar algo de luz a tan funesto caso.

Imagen de Estudio de terror
Edward Carfax (John Fraser), Sally Young (Judi Dench) y Sherlock Holmes (John Neville)

De Hammer al Giallo

No es ningún secreto que en la mayoría de historias originales escritas por Doyle primaba más la aventura que la investigación. Era más importante la ambientación creada en cada historia que el desarrollo de una investigación procedimental al uso. De ahí que relatos como “El signo de los cuatro” (1890) o “El sabueso de los Baskerville” (1902) fueran novelas más enmarcadas, respectivamente, en el género de aventuras y de terror gótico que de misterio, si bien había uno -o varios- en cada novela.

En el caso de “Estudio de terror”, todo el equipo creativo detrás de la historia enfoca la producción hacia un tono de pulp puramente lúdico, con un sentido de aventura por delante. Se trata de una película de tono de terror ligero, no sin sus dosis de humor, y con una notable recreación de la Londres victoriana que bien puede recordar a los decorados de muchas producciones de la Hammer. Aderezado con algunos recursos visuales de los giallos italianos: el punto de vista del asesino, el colorido general, el rojo vibrante de la sangre…

Incluso se permiten alguna escena de acción entre el dúo protagonista y maleantes barriobajeros para dar más dinamismo a la historia. Hay, además, un afán de desarrollar una investigación para no olvidarse de la parte detectivesca del personaje. En este aspecto, la película puede considerarse un whodunit convencional.

Los personnajes en Baker Street
Sherlock, Mycroft Holmes (Robert Morley) y John Watson (Donald Houston)

Buenos ingredientes, mala combinación

Aunque los ingredientes son los correctos para una premisa como esta, no todo termina de estar del todo encarrilado. A la investigación le falta algo más de nervio para generar interés real, y avanza algo torpemente. Se presentan varios personajes secundarios, algunos de ellos con matices ambiguas, pero no tienen el poso suficiente para conseguir el impacto que se busca en la resolución del caso. Las escenas de acción pierden fuerza por un uso de la cámara rápida al que el paso del tiempo no le ha hecho ningún bien.

Donde la película más palidece es en su aspecto visual. “Estudio de terror es claramente una producción de serie B. Aunque ello no es inherentemente malo, pues la serie B ha originado muchas películas realmente buenas -ahí están “La cosa” (John Carpenter, 1982) o “Brawl in Cell Block 99” (S. Craig Zahler, 2017)-, es cierto que se necesita de un realizador con personalidad y visión para aprovechar las limitaciones de la producción. Por desgracia, James Hill no lo es. A pesar de tener algunos momentos puntuales de buena atmósfera, y algún asesinato hecho con gusto, su realización es demasiado televisiva y teatral.

Imagen de Estudio de terror
El inspector Lestrade (Frank Finlay)

Sherlock y Watson en Estudio de terror

John Neville y Donald Houston son, respectivamente, Sherlock y Watson. Una de las parejas literarias más famosas al que han dado vida innumerables actores a lo largo del tiempo. Algunos con buenos resultados, otros no tanto. Aunque Basil Rathbone y Nigel Bruce son muy recordados en sus seriales de las décadas de los 30 y 40, como en “La garra escarlata” (Roy William Neill, 1944), la iteración bufonesca de Bruce no es nada representativa del original literario. Se trata de un hecho que futuras adaptaciones intentarían enmendar.

Con Houston hay un intento de darle la vuelta a como se percibía el compañero de fatigas del detective. Aún reteniendo un poco la parte bufonesca de Bruce, Houston apunta hacia una versión del personaje más estoica y dura. Participa activamente en el caso, ayudando a Sherlock tanto como puede… Sin embargo, hay en él un punto inintencionadamente cómico que, en parte, tira por los suelos todo intento de hacer serio al personaje. Parece pasearse por toda la narración como encantado de la vida ante las atrocidades que están sucediendo en Whitechapel, por el puro placer de ver a su amigo enredado en un nuevo misterio. Lo cierto es que resulta hilarante y no son pocos los momentos donde uno puede llegar incluso a reírse.

«‘Estudio de terror’ no destaca en ningún aspecto especial, pero tampoco tiene nada que resulte especialmente ofensivo. Es muy hija de su tiempo, tanto en tono como en ritmo de narración. Para bien y para mal.»

Por otra parte, el Sherlock de Neville sí resulta atractivo, en parte gracias a como lo retrata el mismo libreto. Es una versión más fría, calculadora y de lengua definitivamente rápida, aunque sin llegar a lo que Nicol Williamson nos ofrecería posteriormente en “Elemental, doctor Freud” (Herbert Ross, 1978). Además de tener la fisonomía tan característica del personaje, según ilustrado por Sidney Paget.

El reparto se vería secundado por unos correctos Robert Mosley en el papel de Mycroft Holmes, Frank Finlay como el inspector Lestrade, y John Fraser, Anthony Quayle, Adrienne Corri y una jovencísima Judi Dench en el papel de diferentes personajes que viven de cerca los asesinatos acontecidos.

Sherlock investigando
Imagen de Estudio de terror

Correcta y entretenida

En definitiva, esta película de Sherlock Holmes resulta interesante básicamente por su premisa, la recreación histórica y por la interpretación de Neville. No destaca en ningún aspecto en concreto, pero tampoco tiene nada que resulte especialmente ofensivo. Es muy hija de su tiempo, tanto en tono como en ritmo de narración. Para bien y para mal. Bob Clark firmaría otro choque entre Sherlock y Jack el destripador en 1979 en una producción titulada “Asesinato por decreto”, quizás con mejores resultados pero definitivamente diferente en cuanto a tono y estilo.